domingo, 26 de octubre de 2008

Todos queríamos más. ¿Dónde quedó la racionalidad económica?

Por ello, si se acumulan los pertrechos, si se apresuran las ventajas no acampando ni de día ni de noche, si se marcha sin descanso, recorriendo doscientos li, y se contiende después para conseguir ventaja. El general de los tres ejércitos será capturado.
Nos cuentan unos amigos psicólogos que existe un experimento con niños consistente en llevarlos a una habitación llena de chucherías. Al principio se muestran insaciables, cogiendo y comiendo de todas, llegando incluso a indigestarse algunos. Pero al poco tiempo ellos mismos empiezan a racionarse, de forma que al final solo comen aquellas que verdaderamente desean, en una cantidad muy inferior a la del comienzo.
Esta lógica de la que hacen gala los niños desaparece a medida que vamos creciendo. Y mucho más si nos adentramos en el mundo económico. ¿O alguien conoce a algún inversor, banco, empresa,… que diga ya tengo 2.000 millones de euros de beneficios este año, para qué quiero 3.000? No creemos, porque está en el ADN del sistema capitalista ese impulso. Como recordará cualquier estudiante de Economía, aunque sea una introducción en cualquier otro grado, el principio económico que guía a nuestras empresas en el sistema vigente es la maximización del beneficio. O dicho de manera llana, somos insaciables.
Porque no se crean que esto solo se aplica a las empresas. También en los individuos se produce. ¿Alguien puede explicar si no por qué una pareja que vive bien en un piso de 80 m2 hipoteca su futuro para comprarse uno de 200 m2?, ¿o por qué “necesitamos” conducir un todo terreno en una ciudad como Madrid que está asfaltada, o son precisos 150 caballos para conducir a 120 km/h?, ¿o cuánta gente sabe de verdad apreciar la diferencia entre un vino de calidad y otro excepcional? La insaciabilidad/irracionalidad se asienta en la economía cuando esta pasa por una fase alcista como la que hemos disfrutado hasta la segunda mitad del 2007.
De hecho, para aquellos de nosotros que nos dedicamos al estudio de la Microeconomía del consumidor (¿recuerdan?, esa que está hecha de detalles) la vieja axiomática sobre la que se basa queda plenamente superada en las fases alcistas del ciclo económico –a veces introducimos términos elegantes para que nuestros compañeros de profesión aprecien que también sabemos, pero es fácilmente comprensible lo que hemos dicho: cuando a todos, empresas, gobiernos, individuos,… nos iba bien-. El homo economicus perfectamente racional queda superado en esos períodos. Las decisiones ya no se toman para obtener la máxima utilidad restringida por nuestros ingresos, sobre todo porque nadie hace caso a esa restricción, pensando que lo que no se puede pagar hoy se podrá mañana porque todo va a ir mejor y ganaremos más. En estos períodos de bonanza todos queremos más y más y mucho más (como en la canción).
No se crean que nos hemos vuelto locos y hemos decidido dar una lección de Economía. Estos comentarios vienen a raíz de dos cuestiones importantes a nuestro juicio: en primer lugar, a la necesidad de intervención en los mercados con el fin de regularlos para que esa codicia tenga un límite; y en segundo lugar a que si alguna lectura buena podemos hacer de esta crisis es que va a devolver la racionalidad a la economía, tanto a los mercados como a los consumidores.
La actual crisis tiene mucho que ver con esa insaciabilidad/irracionalidad que comentamos. Insaciables fueron las entidades financieras en su búsqueda de clientes, hasta que llegaron hasta los insolventes; insaciables los inversores en su afán de rentabilidad, engordando la bola de nieve financiera aunque lo que había en realidad fuera una “nuez”; e insaciables y especialmente irracionales los consumidores, que quisieron acaparar más y más no porque lo necesitasen sino por el mero placer de tenerlo, y sin pensar en si tenían la suficiente capacidad para hacer frente a los pagos.
De hecho, una de las primeras cosas que habrá que hacer una vez superadas las “dificultades transitorias” será introducir reglas, que creemos deben ser muy estrictas, de funcionamiento en los mercados financieros. Habrá que limitar la codicia –esto no es nuevo, ya existieron las leyes contra la usura que incluso estuvo condenada por la Iglesia católica- y sobre todo la posibilidad de buscar rentabilidad a costa de la propia debilidad del sistema. El control sobre los activos financieros y sobre lo que realmente representan debe estar en el futuro de una nueva concepción del capitalismo.
La otra “buena noticia” de la crisis es que por fin ha introducido racionalidad en los consumidores: ha crecido el ahorro en nuestro país, lo que demuestra que la gente empieza a pensar en el futuro; ha disminuido el consumo de bienes suntuarios como los coches de lujo o los todo terreno; y muchos han descubierto este verano que tienen pueblo. Un ejemplo de esto último lo tenemos en la vecina Francia, donde más de la mitad de sus ciudadanos han pasado este año sus vacaciones en el propio país.
Esperamos aprender de esta crisis lecciones importantes para nuestro futuro. Para nosotros algunas son plenamente visibles ya: van a ser precisos controles muy estrictos para no volver a permitir que la ingeniería financiera acabe con nuestras economías; y los consumidores deberán volver a racionalizar sus ingresos y gastos. Porque como dice el Sun Tzu, si te lanzas a la batalla sin tenerla perfectamente organizada es seguro que la perderás, de nuevo.

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