Cuando rodees a un ejército, deja libre una salida .No presiones demasiado duramente a un enemigo desesperado. Tal es el arte de la guerra.
Erase una vez, en un remoto país, que había una niña muy soñadora que pensaba que con amor e ilusión todos los sueños se convertían en realidad. Y así, desde su inocencia, llegó a un lugar extraño y maravilloso donde tuvo muchas aventuras iniciáticas que al final le dieron la felicidad esperada. Pues bien, desde esa inocencia podemos entender la creación de una universidad que surgió en España en los años setenta del pasado siglo y que se llama la UNED. Nuestra universidad nació muy diferente de sus hermanas mayores y más prestigiosas (Complutense, Autónoma, Salamanca , Central de Barcelona…) y de hecho, su origen estaba basado en un concepto de la educación muy distinto al de estas: mientras que las universidades presenciales están creadas para ser la fuente del conocimiento, la UNED surgió en base a una idea de libertad (como universidad libre) para hacer accesible ese mismo conocimiento a gentes que por muy diversas razones no podían asistir a las clases magistrales. En fin, lo que se llama realizar una labor social difundiendo el conocimiento a gente de toda clase y condición que por diversas razones tenían dificultades en asistir a las aulas o que buscaban una segunda oportunidad en la vida.
De hecho, la UNED se convirtió en Alicia en ese país de las maravillas que es el macrocampus de las universidades españolas. En ese primer momento, era la hermana bastarda a la que el resto miraban con cierto desprecio; creció abandonada del cuidado de su padre –el Estado- que no le facilitó los medios que sí le daba a sus hermanas más resplandecientes; cuando muchas de estas fueron traspasadas a las Comunidades Autonómas nadie quiso saber nada de ella, y fue dedicada a aquellas labores/alumnos que el resto no querían asumir: formación de presos, acogida de inmigrantes, educación de los que no podían pagar el coste de oportunidad de la enseñanza universitaria, cultura para los mayores, para las amas de casa, etc. En suma, hacer una obra favorecedora o generadora de externalidades positivas.
Y, contra todo pronóstico, como Alicia, nuestra universidad se inició en los secretos del macrocampus, desarrolló unas ideas propias, marcó un determinado espacio y lo defendió contra viento y marea .Creció vigorosa gracias a una combinación óptima de dieta y metabolismo. Dieta que consiste en alumnos prácticamente autosuficientes que no desean ser molestados y que organizan su propio calendario formativo, alternándolo con su vida familiar y laboral; y un metabolismo basado en el sistema de un manual, un examen y la utilización de la tecnología para generar respuestas automatizadas.
A esto le podemos llamar el sistema UNED, nuestra franquicia, lo que nos hace singulares y diferentes. Esa combinación fue la que le permitió crecer sin límites, convirtiéndose en la primera universidad española por número de alumnos y en una de las más grandes del mundo aún a pesar de su reducido tamaño, menos de 1.500 profesores. Y aunque parezca mentira, la UNED no tenía problemas de peso/alumnos y podía asimilar todos los que se matriculasen. Era un organismo atlético y esbelto (como decimos los economistas, tenía rendimientos crecientes de escala).
Pero su dieta cambió radicalmente cuando papá/Estado se unió con otros países y entre todos decidieron que había que cambiar el sistema educativo hacia otro con alumnos más participativos, profesionales de la educación. Dieta sana y correcta para las hermanas delgadas, casi anoréxicas por la pérdida alarmante de alumnos, pero no pensada para la UNED, que seguía creciendo en número de estudiantes hasta superar los 220.000. Y claro, su metabolismo no fue capaz de digerir tal volumen de alumnos que demandan respuestas individualizadas y una atención permanente y, como les ocurre a los deportistas, el músculo se convirtió en grasa y empezó a engordar: demasiado alimento/alumnos para tan poco cuerpo/profesores. Ni siquiera la implantación de los últimos desarrollos tecnológicos y el voluntarismo de su profesorado sirvió para impedir lo inevitable: de la esbeltez la UNED ha pasado a la obesidad mórbida (un pequeño cálculo: 220.000 alumnos, 4 asignaturas por alumno y 1500 profesores dan alrededor de 600 alumnos por profesor a los que hay que atender uno a uno contestando el foro, poniendo pruebas de evaluación a distancia, etc…).
Una situación como esta tiene pocas alternativas: o bien volvemos a la antigua dieta de la UNED y permitimos que sus alumnos sigan trabajando a su ritmo, admitiendo que no tienen nada que ver con aquellos para los que está diseñado el actual Espacio Europeo de Educación Superior –lo que supondría reconocer que nuevamente se la olvidó, a ella y a sus alumnos, ccuando se adoptó el EEES como si no fueran universitarios-, o bien el cuerpo debe crecer, incorporando más músculo mental/profesores y más vitaminas/tecnología que lo revitalice –y no parece muy probable con los actuales presupuestos generales del Estado-. O, y esta parece la opción más viable, ponemos a régimen a nuestra Universidad dándole de comer tan solo aquellos alumnos que puede digerir. En dos palabras: numerus clausus. Esto último permitiría, además, que sus hermanas que tanto presumieron en el pasado pero que ahora se ven sin alumnos que llevarse a las aulas, pudieran justificar su pervivencia.
Sabemos que la mente/rectorado de la UNED reconoce el ingente esfuerzo que su músculo/profesorado está haciendo para mantener a raya la obesidad actual. Pero no estaría de más que papá /Estado también lo reconociera: si no, Alicia puede renunciar a metabolizar y se vería con un grave problema de cerca de un cuarto de millón de personas.
Las razones que justifican la participación pública en la financiación universitaria se basan en que producen beneficios individuales, sociales y también por cuestiones de equidad. Individualmente existe una correlación positiva entre nivel educativo, oportunidades de empleo y obtención de rentas. Pero, también hay una relación directa entre la inversión en capital humano de un país y su crecimiento económico. En la UNED es aplicable la teoría de que la educación universitaria mejora la equidad, entendiendo por ello la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación universitaria independientemente de las características personales del individuo. Desde estas páginas esperamos que papá ayude a Alicia, porque haciéndolo así, se ayudará a sí mismo.
De hecho, la UNED se convirtió en Alicia en ese país de las maravillas que es el macrocampus de las universidades españolas. En ese primer momento, era la hermana bastarda a la que el resto miraban con cierto desprecio; creció abandonada del cuidado de su padre –el Estado- que no le facilitó los medios que sí le daba a sus hermanas más resplandecientes; cuando muchas de estas fueron traspasadas a las Comunidades Autonómas nadie quiso saber nada de ella, y fue dedicada a aquellas labores/alumnos que el resto no querían asumir: formación de presos, acogida de inmigrantes, educación de los que no podían pagar el coste de oportunidad de la enseñanza universitaria, cultura para los mayores, para las amas de casa, etc. En suma, hacer una obra favorecedora o generadora de externalidades positivas.
Y, contra todo pronóstico, como Alicia, nuestra universidad se inició en los secretos del macrocampus, desarrolló unas ideas propias, marcó un determinado espacio y lo defendió contra viento y marea .Creció vigorosa gracias a una combinación óptima de dieta y metabolismo. Dieta que consiste en alumnos prácticamente autosuficientes que no desean ser molestados y que organizan su propio calendario formativo, alternándolo con su vida familiar y laboral; y un metabolismo basado en el sistema de un manual, un examen y la utilización de la tecnología para generar respuestas automatizadas.
A esto le podemos llamar el sistema UNED, nuestra franquicia, lo que nos hace singulares y diferentes. Esa combinación fue la que le permitió crecer sin límites, convirtiéndose en la primera universidad española por número de alumnos y en una de las más grandes del mundo aún a pesar de su reducido tamaño, menos de 1.500 profesores. Y aunque parezca mentira, la UNED no tenía problemas de peso/alumnos y podía asimilar todos los que se matriculasen. Era un organismo atlético y esbelto (como decimos los economistas, tenía rendimientos crecientes de escala).
Pero su dieta cambió radicalmente cuando papá/Estado se unió con otros países y entre todos decidieron que había que cambiar el sistema educativo hacia otro con alumnos más participativos, profesionales de la educación. Dieta sana y correcta para las hermanas delgadas, casi anoréxicas por la pérdida alarmante de alumnos, pero no pensada para la UNED, que seguía creciendo en número de estudiantes hasta superar los 220.000. Y claro, su metabolismo no fue capaz de digerir tal volumen de alumnos que demandan respuestas individualizadas y una atención permanente y, como les ocurre a los deportistas, el músculo se convirtió en grasa y empezó a engordar: demasiado alimento/alumnos para tan poco cuerpo/profesores. Ni siquiera la implantación de los últimos desarrollos tecnológicos y el voluntarismo de su profesorado sirvió para impedir lo inevitable: de la esbeltez la UNED ha pasado a la obesidad mórbida (un pequeño cálculo: 220.000 alumnos, 4 asignaturas por alumno y 1500 profesores dan alrededor de 600 alumnos por profesor a los que hay que atender uno a uno contestando el foro, poniendo pruebas de evaluación a distancia, etc…).
Una situación como esta tiene pocas alternativas: o bien volvemos a la antigua dieta de la UNED y permitimos que sus alumnos sigan trabajando a su ritmo, admitiendo que no tienen nada que ver con aquellos para los que está diseñado el actual Espacio Europeo de Educación Superior –lo que supondría reconocer que nuevamente se la olvidó, a ella y a sus alumnos, ccuando se adoptó el EEES como si no fueran universitarios-, o bien el cuerpo debe crecer, incorporando más músculo mental/profesores y más vitaminas/tecnología que lo revitalice –y no parece muy probable con los actuales presupuestos generales del Estado-. O, y esta parece la opción más viable, ponemos a régimen a nuestra Universidad dándole de comer tan solo aquellos alumnos que puede digerir. En dos palabras: numerus clausus. Esto último permitiría, además, que sus hermanas que tanto presumieron en el pasado pero que ahora se ven sin alumnos que llevarse a las aulas, pudieran justificar su pervivencia.
Sabemos que la mente/rectorado de la UNED reconoce el ingente esfuerzo que su músculo/profesorado está haciendo para mantener a raya la obesidad actual. Pero no estaría de más que papá /Estado también lo reconociera: si no, Alicia puede renunciar a metabolizar y se vería con un grave problema de cerca de un cuarto de millón de personas.
Las razones que justifican la participación pública en la financiación universitaria se basan en que producen beneficios individuales, sociales y también por cuestiones de equidad. Individualmente existe una correlación positiva entre nivel educativo, oportunidades de empleo y obtención de rentas. Pero, también hay una relación directa entre la inversión en capital humano de un país y su crecimiento económico. En la UNED es aplicable la teoría de que la educación universitaria mejora la equidad, entendiendo por ello la igualdad de oportunidades en el acceso a la educación universitaria independientemente de las características personales del individuo. Desde estas páginas esperamos que papá ayude a Alicia, porque haciéndolo así, se ayudará a sí mismo.
©José L. Calvo y José A. Martínez, 2010.