viernes, 27 de mayo de 2011

“¡Indignaos!” de Stéphane Hessel : en apoyo del movimiento 15-M

No somos antisistema. El sistema está contra nosotros

En el corazón de la mayor crisis desde 1929 surge un movimiento que asombra y plantea dudas a mucha gente, pero que puede dar origen a una auténtica revolución. Aparece en un país europeo con problemas de todo tipo, en un país que sufre, en dificultades. Y surge desde abajo, desde la calle, desde la propia gente y de forma pacífica. Por eso compartimos el espíritu del movimiento 15-M con el Profesor José Luis Sampedro que ha prologado esa obra mágica llamada “¡Indignaos!” de Stéphane Hessel: "¡INDIGNAOS!, sin violencia. Hessel nos incita a la insurrección pacífica evocando figuras como Mandela o Martin Luther King. Yo añadiría el ejemplo de Gandhi, asesinado precisamente en 1948, año de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de cuya redacción fue partícipe el propio Hessel. Como cantara Raimon contra la dictadura: Digamos NO. Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS!"
La forma en que hemos considerado que podemos expresar nuestro apoyo consiste en comentar brevemente, al menos mientras tal movimiento dure, algunos de los eslóganes que nos han parecido que tienen más trascendencia socioeconómica. Insistimos, solamente en algunos artículos sustituimos las recomendaciones del general por las de estos jóvenes, que, esperamos, den origen a un nuevo Sun Tzu.
El sistema (capitalista español) está en contra de los jóvenes más preparados de nuestra historia. Algunos de los motivos en que basamos esta afirmación son los siguientes: la existencia de un mercado de trabajo dual donde solo tienen acceso a trabajos mal pagados y eventuales; un sistema productivo basado en la especulación inmobiliaria y financiera que no tiene en cuenta su cualificación y que de hecho ha generado una pirámide salarial invertida; un sistema educativo alejado de la realidad y que les da una formación que no les capacita para encontrar empleo y, por último aunque no menos importante sino más bien todo lo contrario, un sistema político caduco, con profesionales de la política que se dedican a pelearse entre ellos en lugar de aportar soluciones, y unos sindicatos que solo representan a sus afiliados.
No decimos nada nuevo si afirmamos que el mercado laboral español divide a los trabajadores en dos grandes grupos: los que tienen empleo estable y bien remunerado, cuya situación de privilegio es defendida a ultranza por los sindicatos –que hace ya tiempo olvidaron su calificativo de clase-; y el resto, jóvenes en su mayoría con empleos eventuales, mal pagados y sin ninguna relación con su cualificación. Así, hemos oído en la Puerta del Sol de Madrid a licenciados con un máster que trabajan a tiempo parcial en una empresa de comida rápida. E incluso esos deben dar gracias, ya que la tasa de paro entre estos jóvenes alcanza al 40 por ciento.
A esto hay que sumar que el modelo especulativo basado en la burbuja inmobiliaria dio origen a una pirámide salarial invertida, de forma que se cobraba más a menor grado de cualificación. Dicho en castellano puro y duro, cobraba –antes de la crisis- el triple un peón de albañil que un doctor del CSIC. ¿Y se extrañan del abandono escolar y la escasez de investigación? ¿Dónde están los incentivos?
No podemos ser indiferentes a esto. Federico Mayor Zaragoza ha reflexionado sobre este tema: "Si hay una persona con autoridad moral para hacer estas reflexiones y ser escuchado es Stéphane Hessel, liberado de los campos de concentración de Duchenwal y único co-redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que vive, lúcido, que nos llama, por el apremio de los años y las circunstancias actuales, a la “insurrección pacífica”. “La indiferencia, advierte, es la peor de las actitudes”. TODOS debemos reaccionar.
Los problemas vitales de nuestros jóvenes se suman a los laborales. Con un sistema financiero dedicado a la especulación salvaje, sin posibilidad de financiación ni para la creación de empresas ni para la compra de una vivienda, es imposible independizarse y tener una vida propia. Como dice el profesor Sampedro: el poder existente, el poder económico domina los medios de comunicación, la gente no piensa por sí misma, está mediatizada, la opinión pública no es el resultado del pensamiento reflexivo de la gente: el sistema financiero (capitalista) está corrompido y es injusto en sí mismo.
Y de la clase política mejor ni hablar. Tan solo señalar que están dejando un hueco cada vez mayor para movimientos populistas –entre los que el fascismo se puede esconder sin problemas, como estamos viendo en el norte de Europa e incluso en Cataluña-. Esperemos no tener que arrepentirnos de haberse fiado de personas con tan escaso nivel intelectual. En este caso compartimos la propuesta del 15M: si para el escalón más bajo de la función pública es preciso pasar un examen de capacidad ¿por qué no para político? ¿Cómo es posible que rijan los destinos del país –en ambos lados del espectro- personas cuya actividad laboral ha sido nula y cuyo curriculum solo ostenta dos palabras: político profesional?
Es cierto lo que afirma el movimiento 15-M: ellos no son antisistema, es el sistema el que les ha abandonado a su suerte para, en cambio, concentrar sus ayudas –y nuestro dinero- en banqueros, especuladores y políticos incapaces y corruptos.
Concluimos con esta cita de Ignacio Ramonet:"un breve panfleto político de 30 páginas, devenido -en la Francia popular sublevada contra la regresión social-, un excepcional éxito editorial y un fenómeno social. Gracias al boca a boca y, sobre todo, a las nuevas redes sociales, el texto, ninguneado al principio por los medios de información dominantes, ha conseguido franquear las censuras y llenar de esperanza miles de corazones (…) Su título: una consigna, ¡Indignaos!". Indignémos y agrupémosnos todos en este movimiento de lucha y esperanza.

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2011.

jueves, 19 de mayo de 2011

La Economía del lado Oscuro. ¿Quiénes son los mercados financieros?

Utilizar el orden para enfrentarse al desorden, utilizar la calma para enfrentarse a los que se agitan, esto es dominar el corazón.

A lo largo de esta crisis el término más recurrentes ha sido el de los mercados. Todos nos hemos referido a ellos, unas veces para justificar decisiones que era “imprescindible” tomar, otras para acusarlos de actuar en contra de los intereses de la sociedad y los estados… y siempre para hacer referencia a un “colectivo” que imponía la senda por la que debían encauzarse las economías de los países para iniciar la recuperación. Pero ¿quiénes están detrás del vocablo mercados? ¿Qué intereses les mueven?
Comencemos por lo primero, ya que si identificamos cuál es el objetivo nos será más fácil saber quiénes son. Lo que guía el comportamiento de los mercados es la lógica capitalista en su estado más puro: MAXIMIZAR EL BENEFICIO, independientemente de los efectos colaterales que tenga. Nos pueden decir lo que quieran, lo pueden revestir de nombres rimbombantes como economía social de mercado o llamarlo como mejor prefieran, pero el capitalismo se basa en obtener la máxima rentabilidad de las inversiones. Y si ello supone condenar a la miseria a naciones enteras no importa –llevamos haciéndolo siglos en África-; si hay que dejar a cinco, cincuenta o cien millones de personas en el paro; si países como Grecia, Portugal o España tienen que retrotraerse veinte años en su nivel de bienestar, eso no es problema de los mercados. Su misión es que el dinero de los inversores logre el máximo rendimiento posible.
Visto desde esta perspectiva podríamos pensar que los mercados están integrados por personas sin corazón. Por ricos que cada vez quieren hacerse más ricos, al estilo de personajes como George Soros (especulador financiero de origen húngaro y nacionalidad estadounidense), presidente del "Soros Fund Management LLC", que se hizo famoso por ser la persona que "quebró el Banco de Inglaterra" el Miércoles Negro (16 de septiembre de 1992). Cuenta una fortuna neta valorada en nueve mil millones de dólares americanos y fue calificado por la revista Forbes como la 97ª persona más rica en el mundo.
También podríamos hablar de los Fondos Soberanos o incluso de los Fondos Tigre y resto de inversiones especulativas. Incluso siguiendo esa tendencia que está recorriendo últimamente Occidente, podríamos volver a hablar de conspiraciones extrañas: Kevin D. Freeman, analista financiero, proporciona una argumentación curiosa en la línea conspiratoria o de la economía del lado oscuro de la fuerza. "La economía es el nuevo campo de batalla. Cada año gastamos miles de millones de dólares en sistemas de armas. Pero una cantidad relativamente baja enfocada contra nuestros mercados financieros, mediante el uso de derivados apalancados o ciberesfuerzos, podría resultar en billones de dólares de pérdidas. Y los perpetradores pueden quedar sin descubrir". Aunque Paul Bracken, Profesor de la Universidad de Yale, explica que no hay "ninguna evidencia convincente de que fuerzas externas operaran en secreto para ocasionar la crisis de 2008".
Y en parte tendríamos razón. Solo en parte. Supongan ahora que entran ustedes en su entidad financiera favorita –esa que les regala un juego de sartenes cuando invierte una cuantía sustancial de dinero- y deciden comprar acciones de esa misma entidad, invertir sus ahorros en un Fondo de Inversión o contratar un Fondo de Pensiones. ¿Cuál es su objetivo? Obtener la máxima rentabilidad del dinero que ustedes depositan en la entidad, por lo que ésta -que a su vez vive del rendimiento extra que le saca a su dinero- tratará de invertirlo en aquellos activos cuyo tipo de interés sea más elevado. Y si para ello tiene que presionar en los mercados para hacer subir el de la deuda soberana española, griega o portuguesa en la que tiene invertido, no lo dudará. Y ojo, no podemos acusarle de nada ni ilegal ni inmoral, simplemente sigue la lógica que tanto la entidad como usted comparten: el máximo beneficio.
Rizando el rizo la situación es tan extravagante como que parte de la Tesorería de la Seguridad Social española –esa que paga las pensiones- está invertida en Deuda de nuestro país, de forma que cuanto más elevado sea el tipo que tenga que pagar ésta mejor será la situación de esa tesorería y con más facilidad se podrán pagar las pensiones.
Introduzcamos ahora un breve comentario técnico. La relación entre riesgo y rentabilidad de los activos supone que cuanto más arriesgado sea éste más rentabilidad ha de exigírsele. Pero cuánto más alto es el tipo de interés que ha de pagar la Deuda de un país más posible es que se produzca una situación de insolvencia, por lo que se vuelve más riesgoso y debe pagar un mayor tipo. Es, pues, una pescadilla que se muerde la cola.
En definitiva, nosotros mismos, con nuestras inversiones, pasamos a integrar eso que se denomina los mercados, actuando en contra de nuestros intereses como miembros de la sociedad y poniendo en peligro nuestro trabajo y la solvencia de nuestro país. Esto es lo “bueno” del capitalismo por acciones: las responsabilidades son de todos y de ninguno, se diluyen. Ya no es como en aquellos viejos tiempos en que estaban por un lado los capitalistas explotadores y por otro el proletariado explotado. Ahora seguimos siendo explotados pero, parcial, muy parcialmente, por nosotros mismos. Porque, y aquí es donde está el punto débil de la argumentación capitalista, nuestras inversiones son una gota en el océano que sigue estando controlado por los mismos de siempre y sus testaferros políticos –una simple muestra ¿por qué los gobiernos se han apresurado a prestar dinero a los bancos y cajas de ahorro para sanear sus cuentas y no a las pymes, los autónomos o los particulares para hacer lo mismo?-.
Se está engañando a la población. Se están proponiendo políticas extremas de austeridad fiscal como garantía de inmunidad contra los ataques especulativos de los mercados. Nada ni nadie tiene garantizada esa inmunidad. En ninguna circunstancia y de ninguna manera. Aunque tuviéramos superávit fiscal nos podrían atacar. Incluso pueden ser objeto de ataque Francia o Alemania o la propia eurozona. Todo indica que ha llegado la hora de cambiar de modelo. El paraíso capitalista que nos prometió el pensamiento único no parece tal panacea. Seguramente se dio por muertos demasiado pronto términos como socialismo -real-, anarquismo, comunismo y, sobre todo, UTOPIA. La utopía de un mundo sin explotación de los unos por los otros. Porque como dice el manifiesto de Democracia Real Ya que suscribimos plenamente: “es necesaria una Revolución Ética. Hemos puesto el dinero por encima del Ser Humano y tenemos que ponerlo a nuestro servicio. Somos personas, no productos del mercado”.

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2011.

viernes, 13 de mayo de 2011

The Big Bang Theory. ¿Para cuándo la intervención?

Así pues si preguntaras: “¿se puede convertir el ejército en una serpiente shuai-jen?” Yo te respondería: “Se puede. La gente de Yueh y la gente de Wu se odian entre sí. Pero cuando se encuentran en el mismo barco, atravesando el río, se ayudan mutuamente, como la haría la mano derecha con la izquierda”.

Siguiendo la metodología de Bolonia, hoy tan en boga, resumimos los argumentos de este comentario: la situación española es tan grave y nuestros políticos tan incapaces que lo mejor que nos puede pasar es que nos intervengan política y/o económicamente. De hecho, es irrelevante quién gane las próximas elecciones generales porque la política, no sólo económica, la dictarán Merkel, Sarkozy y “los mercados” (quienes quiera que sean).
Quizás les parezca esta afirmación un poco exagerada o chocante. Pero ¿es o no verdad que tras unas llamadas telefónicas efectuadas por líderes extranjeros el Presidente dio un giro de 180º a su política fiscal y presupuestaria y pasó de ser el defensor de la política social al defensor del mercado? ¿Alguien duda de que esos mercados especulativos tienen más poder financiero que los propios Estados soberanos?
Nuestros políticos nos recuerdan a la serie The Big Bang Theory, donde sus protagonistas freakies hacen referencias a principios y teorías físicas, simplificadas al máximo para poder ser entendidas por la audiencia y dando lugar a situaciones disparatadas tanto por su propio carácter como por su intento de aplicar esas teorías al mundo cotidiano. Algo muy similar ocurre con nuestros freakies políticos, que no son conscientes del gravísimo problema al que se enfrenta nuestro país.
El problema no es Grecia, el problema es España y el futuro del euro. Daremos a continuación unas breves “pinceladas” de la gravedad de la situación española: casi 5 millones de parados, con lo que ello supone no solo de gasto para financiar su subsidio sino de reducción de ingresos, ya que no aportan nada a las arcas nacionales; un déficit público descontrolado debido a dos factores: un gobierno incapaz de gestionar eficientemente los recursos públicos, y unas Comunidades Autónomas y ayuntamientos, Diputaciones… que gastan por encima de sus posibilidades. Esto va a llevar a reducir aún más las inversiones productivas –las improductivas como el sueldo de los políticos se mantendrán- y a un nuevo recorte del salario de los funcionarios. Volveremos sobre este tema; de las reformas estructurales prometidas nunca más se supo, como la del mercado de trabajo; y un sistema financiero que se nos vendió como el mejor del mundo, que ahora tiene más agujeros que un queso gruyere y que, sobre todo, no cumple con su misión de “hacer circular el dinero”. Recientemente un alto cargo de un gran banco español manifestó que el problema, en España, era el exceso de crédito: !alma cándida!, es todo lo contrario, la restricción de crédito a empresas y particulares es la que está estrangulando nuestra economía. Y mientras esto no se solucione, no habrá nada que hacer.
Pero lo que hemos expuesto en el párrafo anterior no son más que los síntomas de una enfermedad mucho más grave: la economía española no funciona, carece de competitividad. Ello se debe a múltiples factores, como la inexistencia de una auténtica mentalidad innovadora, un mercado de trabajo dual e inflexible que no permite la contratación cuando se precisa o unos autónomos incapaces de aportar empleo y productividad ante la falta de financiación y las rigideces administrativas –como el hecho de tener que responder con todos sus bienes presentes y futuros ante una posible quiebra-. A esto se añade un gobierno ajeno a la realidad –no es factible que dirija la etapa más dura de la economía española el mismo que es capaz de ir a un programa de humor cuando hay 5 millones de desempleados; eso no tiene ninguna gracia- y una oposición que aplica el viejo lema revolucionario de “cuanto peor mejor”, esperando que el gobierno le caiga como “fruta madura”, sin aportar nada. La oposición debe arrimar el hombro, aportar ideas innovadoras, estrategias, soluciones...
Más elementos de la enfermedad española: la deuda pública, si bien no alta, está generando y puede generar un problema muy grave de futuro. En la actualidad está provocando un efecto crowding out, ya que el dinero que le hemos prestado al sistema financiero para su saneamiento lo está invirtiendo en Deuda, mucho más segura y rentable que los particulares; y lo provocará en el futuro, ya que parte de la caja de tesorería de la Seguridad Social se ha invertido en Deuda, por lo que en el hipotético caso de que hubiese una quita, la capacidad de pagar las pensiones se resentiría gravemente.
Y qué decir de las CCAA y ayuntamientos. Imagínense que son ustedes los padres de una familia numerosa, y deciden darle a cada uno de sus hijos una visa sin límite de gasto. Por mucho que usted intente ajustar los gastos generales esas visas le hundirán cualquier presupuesto sensato. Pues eso es lo que está pasando, y ¿quién les quita ahora la visa o les pone un límite de gasto?
Ante esta situación solo caben dos alternativas: o salirnos del euro –más bien que nos expulsen- o aceptar la política económica que nos diseñen para poder seguir siendo miembros de la Eurozona y “dar confianza a los mercados”. Y esto no es, ni más ni menos, que una intervención política y/o económica, independientemente de quien nos gobierne.
Desengáñense, por mucho que prometan el partido en el gobierno y la oposición, hay verdades evidentes que traerá esa política: el copago sanitario, la subida de las tasas universitarias o la “virtualización” de las CCAA, que tendrán competencias pero no recursos para financiarlas, son solo algunas de esas medidas de futuro. Es el resultado de ser gobernados por los freakies de la teoría del Big Bang. O como diría el general, es el castigo de ser como el escorpión en lugar de como la gente de Yueh y Wu.

© José L. Calvo y José A. Martínez,2011

jueves, 5 de mayo de 2011

Money changes everything (el dinero todo lo cambia)

Dominar la Fuerza es esperar a los que vienen de lejos, aguardar con toda comodidad a los que se han fatigado, y con el estómago saciado a los hambrientos.


El gobierno de España ha batido un triste récord: ha conseguido que el paro alcance a casi cinco millones de compatriotas. Y es que este gobierno ha tirado la toalla en la lucha contra el desempleo y se ha entregado “en brazos” de los mercados. Ha pasado de ser profundamente intervencionista a defender, con la fe del converso, la regla de oro de la Hacienda Clásica: el equilibrio presupuestario –eso sí, para el estado central, pero permitiendo que algunas Comunidades Autónomas que le pueden salvar de de las elecciones anticipadas se sigan endeudando-.
Pero no lo hace porque crea en ello, ya que de hecho ha sido incapaz de desarrollar decisiones coherentes de política económica. Su caída del caballo se ha producido después de las llamadas de Obama, Merkel, Sarkozy e incluso el presidente chino, que le han “puesto firmes” y le han obligado a enfrentarse a la cruda realidad de una economía que es incapaz de generar empleo y cuyo papel actual en el contexto europeo e internacional es generar problemas muy graves dado su tamaño. Repasemos brevemente algunas de esas incoherencias.
La reducción de las nóminas públicas –y su posible nueva bajada- junto con la congelación de las pensiones son, por ejemplo, medidas erróneas que restringen la demanda de consumo privado, capital para el crecimiento económico. Suponen, además, una reducción importante de la competitividad al desincentivar la productividad de tres millones de trabajadores –los funcionarios también son trabajadores a pesar de las estúpidas coletillas que se les atribuyen- sin más justificación que el ajuste presupuestario. Para que lo entiendan nuestros políticos: un crecimiento inferior al 2,5 % del PIB no es generador de empleo neto en España, y dicho crecimiento es imposible sin el impulso de la demanda privada.
El tijeretazo a la inversión productiva es otra medida errada. Hay múltiples formas de reducir el gasto, pero esta debería haber sido la última opción. Hay una mucho más sencilla: eliminar las duplicidades que suponen dieciocho administraciones públicas que se yuxtaponen. Digámoslo alto y claro de una vez: España no se puede pagar el despilfarro que suponen diecisiete comunidades autónomas –tan solo hay que repasar la historia y recordar el resultado para el imperio musulmán español de los reinos de taifas-.
Y la subida de ciertos impuestos (o la no bajada) es la peor de las opciones de política fiscal en un contexto de crisis internacional. Se debe gobernar para el país que te ha votado y para los ciudadanos que te han puesto en el sillón, no para unos mercados altamente especulativos.
A ver si le queda claro al gobierno, a la oposición y a los medios de comunicación: !no crean ustedes a las agencias de calificación de rating!. Se equivocan muy a menudo y están vendidas al mejor postor, como demuestra el magnífico film Inside job. No crean en las predicciones del FMI, ni del Banco Mundial, ni menos aún del BCE. No acepten la ayuda del FMI. Nunca será desinteresada. Huyan de los supuestos consejos de amigos circunstanciales como Alemania, Francia o Reino Unido, que tienen peores datos en Deuda Pública que España. Jean Claude Trichet ha cometido numerosos errores en política monetaria, él los hace y luego los pagamos todos los europeos. Ya en 2008 "metió la pata" en medio de la peor crisis desde 1929 y ahora lo quiere volver a hacer subiendo los tipos de interés cuando no sólo no se ha salido de la crisis global (nadie lo ha hecho) sino que se recrudecerá próximamente.
Y en Europa qué pasa, por qué hay unas posturas tan erráticas. Sí, es cierto que Alemania es culpable, en parte, por su renuencia a ayudar a otros países más necesitados de la zona euro y por su afición a señalar sospechosos habituales a los países periféricos. Pero es sólo el culpable aparente, el fácil.
El verdadero culpable es el gobierno de España que ha dejado que la crisis financiera contagie a la economía real, que ha dejado pasar la oportunidad que le brindaba la misma crisis de ser mejor, más productivo y competitivo, cambiando el modelo de crecimiento y derrochando unas excelentes cuentas públicas. Hemos pasado de tener superávit presupuestario a tener un déficit colosal; de un 8 a un 21 % de paro en tres años; de ser la octava potencia mundial a ir en el camión de la basura de los PIGS.
Los alemanes sí evitaron el contagio de la crisis financiera a la real, los alemanes sí han reducido el paro y han crecido, los alemanes sí exportan y tienen una industria competitiva .Los alemanes quieren a Pepe (ingeniero) en Alemania. España tiene más paro, más horas y menos sueldo que los alemanes, los resultados no pueden ser peores para los trabajadores españoles: la tasa de paro es el triple que la de Alemania, trabajamos 300 horas más que los belgas o los daneses y nuestros sueldos son más bajos que los de esos vecinos de similar cualificación. Y nuestras compañías exportan menos que las de otros países ricos.
Una de las lecciones de esta crisis es la de que debemos volver a recuperar determinados valores que teníamos perdidos: la ética, la igualdad social y la equidad en las decisiones públicas. Y huir del becerro de oro que está en el epicentro de la crisis. Porque como decía irónicamente la canción de Cindy Lauper "Y te preguntas en quién puedes confiar ..,te lo diré,..sólo en el dinero, en el dinero y en nada más, el dinero todo lo puede cambiar, pensamos que todo lo estamos haciendo bien, pero todo queda en el pasado, porque el dinero todo lo puede cambiar". Y eso no debería ser verdad.

© José A. Martínez y José L. Calvo, 2011.