miércoles, 31 de diciembre de 2008

El Gobierno debe cambiar de imagen

Y así, comparándolos mediante valoraciones: Se trata de buscar su naturaleza. Hazte estas preguntas: ¿Qué gobernante tiene el Tao? ¿Qué general posee capacidad? ¿Quién consigue el cielo y la tierra? ¿Quién cumple el método y las órdenes? ¿Qué ejércitos y tropas son fuertes? ¿Qué oficiales y soldados están capacitados? ¿Qué recompensas y castigos deben producirse? A través de todo ello puedo conocer la victoria y la derrota.
Vivimos en el mundo de la imagen. En la actualidad es casi más importante lo que los productos dicen de nosotros y de nuestro entorno, la imagen que dan de nosotros mismos a través de ellos, que sus verdaderas características funcionales. Nadie compra un abrigo tan solo porque protege del frío. Esto lo saben muy bien las marcas que han podido aprovecharse de estas nuevas necesidades para introducir sobreprecios. Y lo entienden a la perfección nuestros partidos políticos que desde el comienzo de la democracia se han centrado más en vender una imagen que un programa político.
De hecho la imagen del gobierno socialista que salió de las urnas en marzo de 2008 era inmejorable. Un presidente joven, optimista y en consonancia con el papel que los españoles queríamos jugar en Europa y en el mundo; un equipo ministerial equilibrado con dos vicepresidencias en las que pesaba sobre todo la experiencia y otra parte mucho más joven en la que destacaba, desde la perspectiva económica, el tripartito formado por el ministro de Industria y las ministras de Vivienda e Innovación; y un gobierno paritario con mujeres en puestos de alta responsabilidad, como era el caso de Carme Chacón en Defensa.
Esta imagen se ha dilapidado en menos de un año, al menos en el área de la economía. El Sr. Solbes y los ministros económicos tienen hoy un perfil mucho más débil que hace nueve meses.
El Vicepresidente económico ha pedido ya su relevo, y solo una actitud de “sostenella y no enmedalla” desaconseja su sustitución –turriona que se dice en las tierras del Presidente-. El caso del Sr. Solbes es además paradójico, porque ni su imagen profesional ni personal posibilitan su continuidad. Profesionalmente plantea dudas, más aún si analizamos cómo quedaron las cuentas de nuestra economía cuando fue ministro del gobierno González. Y personalmente da la imagen de una persona mayor, cansada y deseosa más de disfrutar de un retiro bien merecido que de conducir la nave de la economía española por las difíciles aguas que la esperan en, como mínimo, el próximo año.
El resto del equipo económico está escondido. No se ven propuestas e iniciativas activas y atractivas desde los ministerios de Industria, Vivienda o Innovación, y eso que deberían tener mucho que decir ante esta crisis, ya que los tres están plenamente afectados y el Presidente ha prometido que serán los pilares sobre los que se asentará nuestro futuro modelo de crecimiento. En Energía las propuestas han sido poco osadas y no se ha apostado de verdad por las energías alternativas al petróleo; en Industria las políticas han sido defensivas; en Vivienda no hay realmente un plan para hacer frente a los dos aspectos claves para solucionar nuestra crisis del ladrillo: una oferta sin vender y una demanda de alquiler sin satisfacer; y de Innovación no merece la pena hablar: si un peón de la construcción gana más que un investigador doctor y hasta la llegada de la crisis tenía más estabilidad laboral, pocos cerebros se “fugan” al extranjero.
El gobierno necesita una nueva imagen, más fresca, que transmita ilusión, y que apoye con hechos y políticas el optimismo vital del Presidente. Es preciso, en consecuencia, un cambio de orientación y de caras.
El presidente del Gobierno debería actuar, a nuestro juicio, en una doble vertiente: por un lado introduciendo nuevos ministros que aporten confianza tanto a los mercados como a los ciudadanos. Y el PSOE tiene mucho donde elegir. Tres ejemplos nos vienen a la mente: un gran profesional y ministro que estuvo en el gobierno de González y que es conocido tanto por su capacidad como por su rigurosidad: Miguel Boyer; otro ex ministro mucho más reciente, con un perfil profesional menos impactante pero con la osadía y ambición suficiente como para impulsar nuestra economía y que dejó una buena imagen: Jordi Sevilla; y el actual Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que ha demostrado con creces su seriedad a la hora de enfrentarse a los problemas financieros y el rigor necesario para dirigir la economía española en el duro período de ajuste que nos espera.
La otra gran acción del Presidente del Gobierno debería ser la creación de un Consejo Asesor para la Recuperación Económica como se ha hecho en Estados Unidos. El presidente electo Barack Obama ha elegido a Paul Volcker para presidir el nuevo Consejo Asesor cuyo objetivo es estabilizar los mercados financieros y luchar contra la crisis económica. Volcker tiene 81 años y ha sido presidente de la Reserva Federal entre los años 1979 y 1987(es decir, entre las presidencias de Carter y Reagan), ha trabajado para cinco presidentes estadounidenses y ha asesorado a Obama en la campaña electoral. Este nuevo Consejo Asesor se va a dedicar exclusivamente a supervisar las medidas para combatir la crisis y devolver la estabilidad a los mercados e implementar programas de impulso económico para la recuperación. Este nuevo organismo estará basado en una "comisión que dará asesoramiento no partidario al presiente" ha señalado Obama, porque para él " en este momento decisivo para nuestra nación, las viejas maneras de pensar y actuar simplemente no funcionan. Debemos buscar ideas frescas de las mentes más destacadas del país".
Al frente del Consejo Asesor para la Recuperación Económica español debería figurar una persona de reconocido prestigio en la economía española. Nuestra propuesta en esta línea también es clara: creemos que la persona más capacitada para llevar a cabo esta misión es el profesor Dr. Luis Ángel Rojo, que siendo Gobernador del Banco de España sentó las bases de la consolidación actual del sistema financiero español.
Estas decisiones serían pasos en la dirección correcta para combatir la crisis y darían un nuevo empuje a un gobierno que arrastra problemas de confianza.
De la imagen de la oposición ni hablamos, porque cada vez recuerdan más a esas “películas de época” que tanto gustaban en el franquismo. Lo tienen todo: el rey barbudo y débil; la pérfida Corte encabezada por una princesa que busca el trono a cualquier precio; y el príncipe discreto que a poco que se descuide partirá hacia el destierro. ¡Impresionante!.

sábado, 20 de diciembre de 2008

El cubo agujereado de Okun (o una explicación de por qué no llega el dinero a empresas y particulares)

Se necesitan más de mil li para aprovisionar un millar de carros rápidos, un millar de carros cubiertos de cuero y cien mil soldados armados. Después vienen los gastos externos e internos, el estipendio de los consejeros extranjeros, los materiales necesarios para colas y lacas y las aportaciones para los carros y armaduras, todo lo cual suman otras mil piezas de oro al día. Tan solo después de haber contado con todo esto se pueden reclutar cien mil soldados.
Arthur Melvin Okun (1928-1980) utilizó la metáfora del cubo agujereado para explicar cómo en la transferencia de recursos a través de la política fiscal existía una pérdida de eficacia propia del proceso de distribución. Como señalaba este autor: "El dinero se debe llevar de los ricos a los pobres en un cubo agujereado. Algo simplemente desaparecerá por el camino, así que los pobres no recibirán todo el dinero que se toma de los ricos".
Esta misma metáfora se puede aplicar en la actualidad al dinero que están recibiendo las entidades financieras y que sin embargo todavía no llega, o lo hace con cuentagotas, a las empresas y los particulares. No obstante hay elementos diferenciales importantes.
El problema de la banca, no solo española sino mundial, es que realmente desconoce el tamaño de los agujeros que tiene su cubo, que día a día van aumentando y que empiezan a adquirir un tamaño descomunal. Durante las últimas décadas se han ido desarrollando instrumentos financieros que como los futuros o los derivados, y otros que actúan en los denominados over the counter markets (mercados no organizados) tienen como característica fundamental su elevado apalancamiento. Dicho en términos sencillos, es preciso desembolsar una cantidad mínima –en general menos del 10 por ciento de la operación contratada- para operar con un volumen de negocio muy elevado.
Mientras los mercados evolucionaban a favor del comprador o vendedor del instrumento financiero, e incluso cuando las oscilaciones eran muy pequeñas, éste no tenía que desembolsar ninguna cuantía adicional a la garantía solicitada. Insistimos, esto permitía acometer grandes volúmenes de contratación con un desembolso mínimo. El problema surge cuando aparece la inestabilidad y los mercados evolucionan de manera negativa en contra del contratador del instrumento. En ese momento debe empezar a aportar cantidades adicionales para mantener la garantía, y estas aportaciones le generan pérdidas que pueden llegar a ser ilimitadas. Y ¿qué sucede si no tiene ese capital, si no puede hacer frente a los pagos adicionales porque invirtió bajo el supuesto de que el mercado no iba a sufrir los vaivenes a los que nos tiene acostumbrados en la actualidad? El resultado lo pueden apreciar casi todos los días: quiebras y más quiebras de inversores “demasiado osados”.
Las entidades financieras, aunque debemos matizar que las españolas en menor medida por lo que ya hemos explicado en otros artículos, acometieron este tipo de inversiones y se ven en la actualidad cautivas de aquellas operaciones. Pero, y esto es lo que creemos más importante, no tienen un balance exacto del volumen de las que han acometido y de las pérdidas que no solo les han generado sino de las que les van a generar en el futuro. El resultado es que por mucho que el Gobierno quiera llenarles el cubo para que luego ellas lleven ese agua a los particulares y las empresas, el tamaño de los agujeros es tan grande, y sobre todo el temor a que se produzcan nuevos domina tanto su comportamiento, que el agua no llega.
Parece prácticamente imposible en la actualidad conocer el tamaño de los agujeros que tiene el cubo de las entidades financieras. Mucho menos prever los que se van a producir a corto y medio plazo. Y sin embargo, ese es el elemento clave para empezar a ver el final del túnel de esta crisis financiera. Hasta que los bancos y cajas no adquieran confianza no solo en su situación sino en la de las otras entidades no se prestarán dinero entre ellas, y mucho menos permitirán que este llegue a los demandantes últimos. Y sin que ese dinero circule por la economía no es factible que esta mejore.
El mapa global de las medidas contra la crisis nos hace creer que la magnitud real de la crisis financiera internacional es bastante más preocupante de lo que parece. Hace unos años Ben Shalom Bernanke, actual director de la Reserva Federal de Estados Unidos en sustitución de Alan Greenspan desde el 1 de febrero de 2006, pronunció una conferencia premonitoria en la que analizaba las medidas que podrían aplicarse en una coyuntura como la actual (inestabilidad financiera que desemboca en depresión). A Bernanke el escenario que menos le gustaba era el de la deflación –caída generalizada de los precios-. Y ese es el verdadero peligro, porque un escenario de deflación sostenida puede ser destructivo para la economía ya que la recuperación no sería fácil, tardaría posiblemente una década. Para evitarlo, Bernanke piensa que se debe actuar con todo el arsenal que se tenga: bajadas de los tipos de interés, reducción de impuestos; es decir, política monetaria y fiscal, complementada, añadiríamos nosotros, con la participación del Estado a través de obra pública. Bernanke no se queda ahí, sino que propone también comprar bonos y titulizaciones o darle a la máquina de imprimir dinero.
Obama se ha dado cuenta de la magnitud del problema y ha preparado un plan de recuperación económica que tendrá un presupuesto de 590.155 millones euros, lo que representa el 6% del PIB del país. El plan intenta lograr la creación de 2,5 millones puestos de trabajo hasta 2015, y se complementa con rebajas fiscales para las rentas bajas y medias; por el contrario los contribuyentes con mayor poder adquisitivo (250.000 dólares) mantendrá su fiscalidad actual.
El Gobierno de España podría hacer algo similar. Si no, solo un arreglo milagroso de los agujeros del cubo de Okun de las entidades financieras nos permitirá salir de la crisis. Y nuestra fe en los milagros económicos está muy socavada.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El timo del tocomocho

Así es el método para el mando del ejército: no te enfrentes a ellos cuando estén en una alta colina. No vayas contra ellos cuando den la espalda a un terraplén. No los persigas cuando finjan estar derrotados. Deja una salida para los soldados que se rindan. No impidas que los soldados regresen a sus casas. Este es el método para mandar grandes ejércitos

El sábado 13 de diciembre de 2008 se destapó el que por ahora es el último escándalo financiero de esta crisis que atravesamos desde el año pasado: Bernard Madoff ha generado un agujero de cerca de 50.000 millones de dólares pero, y sobre todo, ha socavado la credibilidad de los fondos de inversión y muy especialmente de los hedge funds y fondos de fondos.
Varios son los términos que se han utilizado para describir la actuación de este mangante de las finanzas: Ponzi para elegidos, haciendo referencia al timo protagonizado por Charles Ponzi en los años veinte del siglo pasado, o modelo de la pirámide por el que se retribuía a los inversores más antiguos con los ingresos que se obtenían de los nuevos inversores. Nosotros tenemos dos adicionales que hacen referencia a los timos más famosos de la España de la posguerra: los de la estampita y el tochomocho.
Los dos timos mencionados reúnen características comunes: hacen falta un tonto poseedor de unas “estampitas” que en el fondo son billetes de curso legal, o una persona con unos billetes de lotería “premiados” de los que por sus características personales (normalmente se hace pasar por analfabeto) desconoce su valor; un gancho que es el que anima al timado; y un codicioso, que trata de obtener beneficios de una información privilegiada, situación que si bien no es ilegal si es inmoral. ¿Establecen la relación con los inversores de Madoff?
Las estampitas o lo billetes de lotería eran las inversiones que obtenían una rentabilidad cuasi fija incluso en las épocas de caída de las Bolsas. Es sorprendente que a aquellos que han sido “pillados” y que representan la élite financiera no les pareciera sospechoso que su grupo ofreciera la misma rentabilidad cuando las cosas iban bien que cuando iban mal.
Madoff ejercía de gancho. Con esa puerta trasera que solo permitía la entrada a aquellos que tenían el pedigrí suficiente, actuaba igual que el gancho del tocomocho y de la estampita que ‘vende’ al timado un comportamiento amoral, ya que se trata de aprovecharse de una persona deficiente o falta de cultura; y que justamente se aprovecha de esa falta de moralidad del timado.
El tercer elemento en discordia en un timo es el que lo “sufre”, el timado. Tanto en los timos de la estampita y el tocomocho como en el que nos ocupa es la actitud amoral de este último la que le hace caer en el timo. Su deseo de aprovecharse de una información privilegiada, de una posición favorable, su falta de ética, es la que le lleva a ser timado.
Porque es cuando menos extraño que los “timados” por Madoff, conocedores de los mercados bursátiles, no se dieran cuenta de que era imposible obtener una rentabilidad tan regular en una época de turbulencias como la que actualmente vivimos. Que grandes y pequeños inversores sufrieran pérdidas cuantiosas mientras ellos mantenían una rentabilidad a prueba de la volatilidad de los mercados. Ninguno de estos inversores sospechó nada. Sospechoso.
Ahora volveremos a encontrarnos con manifestaciones al estilo de las de Filesa en las que algunos de los afectados, no vemos a Alicia Koplovit o a Amancio Ortega reclamando sus pérdidas en la calle, demandarán la devolución de sus capitales mal invertidos porque fueron engañados. Pero lo que no dirán es la rentabilidad que obtuvieron mientras el fondo ha estado funcionando, ni, por supuesto, querrán explicar por qué invirtieron en una situación que como decimos, roza la línea de la legalidad pero sobre todo sobrepasa con mucho la de la moralidad.
Nuestra propuesta en este sentido es clara, y pasa por una solución idéntica a la del timo de la estampita y el tocomocho: detener a los timadores y que los timados pierdan su dinero (aparte de sufrir las bromas de aquellos que fueron considerados no suficientemente elitistas como para poder invertir con Madoff). Jugaron con fuego y se quemaron. Ya dice el refranero español que nadie da duros a peseta ¿o es que ellos eran más listos que los demás? Último refrán: La avaricia rompe el saco.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La gestión de los recursos humanos en la universidad

Si el campamento está en desorden, es que el general carece de autoridad. Si se hacen ondear sin concierto banderas y estandartes, reina el caos”
Por el contrario
El Tao hace que los soldados tengan el mismo propósito que su superior. De este modo llegarán a morir con él, a vivir con él y a no engañarlo

Parece que los estudiantes universitarios han resucitado. Por fin, después de años dedicados a pasear por los campus como ‘almas en pena’ sin otra labor que estudiar y aprobar, lo que teóricamente está bien pero que les resta elementos muy importantes de su formación como seres humanos, los estudiantes han vuelto a recuperar una de sus misiones fundamentales en nuestra sociedad: ser el elemento reivindicativo por excelencia.
Su lucha contra Bolonia es digna de elogio. Casi lo de menos es si sus afirmaciones son correctas, que no lo son en algunos casos. De hecho, acusan a la universidad de haberse plegado a las demandas de las empresas a la hora de elaborar los planes de estudio. Ojala las universidades hubiesen escuchado las peticiones de la sociedad, incluidas las empresas, para elaborar unos planes acordes con las necesidades de ésta. Por el contrario, y como ya hemos dicho en este mismo blog, no han escuchado a nadie para ajustar sus actuales planes a los requisitos exigidos por Bolonia. Con reducciones de presupuesto, con una plantilla inmovilizada a la que poco se le puede exigir por el carácter de funcionario de muchos de nosotros y por la exigua retribución, con su misión de ‘aparcadero’ de jóvenes en el período que va desde los 18 a los 22 o 23 años para que no molesten en el mercado de trabajo y con una actitud altamente burocratizada, las universidades no han escuchado a nadie: ni a la sociedad, ni a los alumnos, ni a los profesores. El resultado son unos planes de estudio que en algunos casos resultan patéticos.
Uno de los elementos que caracteriza a la actual universidad española es su elevada burocratización. Y el plan de la Ministra de Innovación que consagra la carrera administrativa dentro de la universidad la lleva a su máxima expresión. ¿Se imaginan algo más en contra del espíritu que debe encarnar la universidad que pretender que un profesor pueda elegir entre hacer carrera administrativa, docente o investigadora? ¿Hay algo más fuera de lugar que dedicar a la gestión a personas cuyo verdadero valor se debe encontrar en la creatividad, la investigación y la innovación? ¿Qué es un docente universitario sin investigación sino un papagayo que repite los trabajos de otros? ¿Pretenden convertirnos en profesores de instituto con un pequeño grado de cualificación superior?
Esa burocratización se manifiesta también en una gestión de los recursos humanos que en ningún momento tiene en cuenta la opinión ni de sus consumidores, los alumnos, ni de sus trabajadores, los profesores. Las universidades han adoptado el viejo modelo de producción ‘fordista’ en el que sus alumnos tienen que aceptar lo que se les ofrece –“puede elegir cualquier color siempre que sea negro”- y sus profesores son considerados como productores que cumplen las normas emanadas desde la dirección de la empresa, en este caso el Rectorado, con una estructura piramidal en la toma de decisiones. Nada más antiuniversitario y más en contra de la actual tendencia en la gestión de los recursos humanos en los centros de trabajo. Participación, creatividad, imaginación, discusión, innovación,… han sido eliminados de esta concepción de universidad. El resultado salta a la vista: unos alumnos descontentos y un profesorado totalmente desvinculado emocionalmente de su universidad. La universidad convertida en una fábrica más. Solo nos faltan los trajes Mao.
Lo más paradigmático de esta situación es que quienes han diseñado esta política no son más que otros profesores que deberán volver a integrarse en la ‘tropa’ cuando finalice su mandato. Porque si algo diferencia a la universidad de las empresas de las que quiere adoptar su modelo es que aquí se cumple el viejo principio que en la Edad Media le hacía ver al rey que era uno más, que era el ‘primus inter pares’. Con una diferencia sustancial, el rey lo era de por vida. Los equipos rectorales lo son por un período de cuatro años. Luego volverán a ser ‘pares’ y su carroza, como la de Cenicienta, se convertirá en calabaza.
Bienvueltos los alumnos a las “barricadas”. Ahora nos toca a los profesores sacudirnos el aturdimiento de años y sumarnos a ellos. Lo de menos es Bolonia. Lo demás es recuperar el terreno de libertad que la burocracia y la aciaga gestión de los recursos universitarios nos están robando. La Universidad ha sido y debe ser crítica con la sociedad en la que vive. Esa es su misión, en donde radica el verdadero espíritu universitario y su mayor aportación a esa sociedad.

P.D. Siempre que hemos escrito universidad en lugar de Universidad ha sido a propósito. Así es como la percibimos en la actualidad muchos profesores, con una importancia minúscula.

viernes, 5 de diciembre de 2008

La necesaria reforma del mercado de la vivienda en España

Y así sucede en las batallas de carros: cuando se capturan más de diez carros, premia a aquel que sea el primero en capturar uno. Después, cambia sus banderas y colgantes. Cuando los carros estén mezclados, hazlos correr. Toma a los cautivos y ocúpate de ellos. Esto es lo que se entiende por “vencedor del enemigo incrementado la propia fuerza”
La actual crisis económica por la que atraviesa España se asienta, básicamente, en tres factores: la crisis financiera internacional; la falta de confianza; y el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Los efectos de la crisis financiera internacional que se desató a finales de 2007 en Estados Unidos se han expandido por todo el mundo. Sin embargo, y por primera vez en la historia moderna, España se ha visto afectada en mucha menor medida que el resto de los países. Los motivos hay que encontrarlos, como se ha señalado desde todos los foros incluidos los internacionales, en la estricta pero racional política seguida por el Banco de España. Si en épocas anteriores se hacían estatuas a los grandes héroes, sería de justicia hacer una al profesor Dr. Luis Ángel Rojo, que con su obsesión por el control y el rigor ha sido el artífice de que afrontemos la crisis en mejores condiciones que nuestros vecinos.
El segundo de los motivos es la confianza, o mejor dicho su falta. Ya lo hemos comentado otras veces e insistiremos muchas más: la desconfianza de los españoles se basa en el desconocimiento de la profundidad de la crisis –hasta dónde llega el agujero de nuestro sistema bancario y a quién afecta de verdad-, la actuación del gobierno –qué ha pasado de negar la crisis a afrontarla con todas las medidas que se le ocurren día a día, pero que transmite una sensación de no saber por dónde ‘meterle mano’-, y una sobrerreacción de nuestro carácter latino: ni éramos tan ricos hace un año y medio, ni somos tan pobres en la actualidad. Un poco de pensamiento positivo nos vendría bastante bien.
Pero donde nos queremos centrar hoy es en la reforma del mercado de la vivienda en España. El estallido del boom inmobiliario español era una ‘muerte anunciada’ por los expertos, las autoridades monetarias, españolas e internacionales, y todos los que tuvieran dos dedos de frente. Pero nadie quiso hacerles caso, probablemente porque todos salíamos ganando en el corto plazo: los promotores inmobiliarios, que han hecho verdaderas fortunas que ahora se han evaporado como la espuma; los gobiernos de todos los colores, que aseguraban el crecimiento económico y el empleo sobre esta burbuja, y que además obtenían pingues ingresos fiscales por la compra y venta de viviendas; y todos y cada uno de nosotros, que veíamos como día a día nuestra vivienda aumentaba de valor. Esto último, por cierto, también contribuye en buena medida a la pérdida de confianza, porque jugamos al ‘cuento de la lechera’ y nos estalló el cántaro.
Dicho esto repasemos la situación del mercado inmobiliario español: múltiples promociones en construcción o acabadas sin vender aún rebajando los precios; un sector que por el lado privado va a sufrir un parón importante que se va a traducir en un aumento muy considerable del desempleo; aumento de las dificultades para pagar las hipotecas de los actuales propietarios; reducción drástica de los créditos bancarios; y, sin embargo, una demanda de vivienda en continuo crecimiento. ¿Qué hacer?
Nuestra propuesta incluye dos acciones: promover medidas para estimular el mercado inmobiliario y fomentar el mercado de alquiler.
En el primero de los casos se trata de aplicar reformas fiscales que ayuden a la clase media, que es la que soporta el mayor esfuerzo fiscal. Medidas que deben ir acompañadas, además, de ayudas estatales para que los españoles puedan hacer frente al pago de las hipotecas. Esto se está haciendo en los Estados Unidos. No actuaciones parciales, sino generales. No tiene sentido proponer 200 actuaciones sino tres o cuatro medidas claras y precisas que instrumenten un objetivo concreto: que los españoles puedan hacer frente a la crisis y que sientan que su gobierno les apoya. Para instrumentar la salida de la crisis el Gobierno de España debe colaborar con las entidades financieras, pero no estar al servicio de ellas: quien manda es el Gobierno, esto debe quedar suficientemente claro, ya que hoy por hoy existen dudas. Los bancos, en estos momentos, no prestan a nadie, ni a particulares ni a empresas y esto debe solucionarse ya, es una cuestión de estado. No tiene sentido esta restricción del crédito.
Fomentar el mercado de alquiler es la segunda línea de actuación que proponemos. Porque uno de los elementos que no hemos señalado antes es la extraña forma que adopta nuestro mercado de la vivienda si lo comparamos con el del resto de los países de nuestro entorno: mientras que en España más del 80% de los que habitan una vivienda son propietarios, en Francia, Alemania o el Reino Unido están en el entorno del 50% o menos. En esos países existe un amplio mercado de alquiler que permite no solo el acceso a la vivienda de aquellos que por su falta de capacidad financiera no pueden comprársela, sino que, además, fomenta la movilidad laboral. Porque, ¿se imagina que vive usted en Barcelona y le sale un trabajo en Sevilla? ¿Qué tiene que hacer para poder coger ese trabajo, vender su vivienda de Barcelona y comprar otra en Sevilla en la actual situación del mercado inmobiliario? Es probable que tenga que renunciar a ese cambio solo por no afrontar la compra/venta.
Y el fomento del mercado de alquiler debe ser tanto público como privado. Privado cambiando las leyes a favor de los propietarios y facilitando así el incremento de la oferta. Con la actual situación legal no es muy racional poner una vivienda en alquiler, ya que la sobreprotección de los inquilinos hace que el arrendatario se encuentre a merced de la buena voluntad de éstos a la hora de pagar y de mantener el piso. Esto provoca por un lado alquileres desmesurados, ya que el casero trata de protegerse de esa falta de cobertura legal incrementado el precio o exigiendo garantías excesivas, y por otro la existencia de una bolsa de viviendas vacías ante ese temor a acabar siendo el ‘pagano’ de la política social del estado.
Y público a través de la creación de vivienda pública de alquiler. Medidas ‘populistas’ como las rentas de emancipación no solo no han funcionado sino que han servido para incrementar los precios al aumentar la demanda sin modificar la oferta (cualquier estudiante de primero de Economía debe saber esto para aprobar, pero no parece necesario para llegar a ministro); las agencias públicas de alquiler tampoco están desempeñando la labor para la que fueron creadas, probablemente por la excesiva diferencia entre los precios ofrecidos y los actuales del mercado, y nuevamente por la desconfianza en que se sobreproteja al inquilino a costa del propietario –por cierto, persona mal vista en nuestro país porque posee cosas, en su caso viviendas. Ya se sabe que los españoles siempre estamos a favor del desfavorecido siempre y cuando no se le proteja a nuestra costa-.
¿Qué nos queda? La creación de un parque de viviendas públicas de alquiler. Esto además serviría para afrontar varios problemas: en la actual situación permitiría la compra a un precio razonable; daría un respiro al sector inmobiliario; posibilitaría, a través de la inversión pública que el gobierno quiere y debe fomentar, crear una base de activos reales sobre el que asentar el futuro de nuestro sector público y que puede ser enajenado en caso de necesidad o cuando las condiciones mejoren; reducir los abusivos alquileres actuales incrementado la oferta; y mejorar la movilidad laboral, que va a ser uno de los factores claves para reducir el desempleo: desplazarse desde donde no hay trabajo a donde sí lo hay.
Apoyar a los propietarios de viviendas hipotecadas con dificultades, mejora de las leyes de alquiler en favor de los propietarios y creación de un parque público de viviendas se nos antojan como medidas muy necesarias para modificar nuestro actual mercado inmobiliario.