jueves, 23 de febrero de 2012

Leónidas, Durruti y el germen de la autodestrucción capitalista

Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Buenaventura Durruti
El capitalismo es el abuso del poder por el capital. José Luis Sampedro
Ven y cógelo. Leónidas I de Esparta

El mundo está cambiando. La entrada de China, Rusia y otros actores importantes en los niveles de decisión del G-20 nos indica que estamos ante una transformación no sólo del equilibrio de poderes global, sino del propio sistema capitalista. Una de las grandes habilidades del capitalismo a lo largo de su historia había sido su capacidad de asimilar todo aquello que se le enfrentaba y que podía destruirlo, transformándolo y, al mismo tiempo, ocultando su propia esencia. Así, vimos como convirtió a su gran movimiento de oposición, la URSS, en una marca, CCCP, lo mismo que transformó al hipismo en una moda o al Che, mártir anticapitalista, en imagen de compañías multinacionales.
Su nacimiento ya fue convulso. En una sociedad dividida entre los poseedores de los medios de producción, los capitalistas, y los condenados a ser explotados, los obreros, estos últimos se enfrentaron de todas las formas posibles para defender sus derechos. La solución fue hacer pequeñas concesiones: el descanso dominical, la renuncia a que trabajen los niños –del mundo civilizado-, la reducción paulatina de la jornada laboral hasta las ocho horas. El anarquismo primero y el comunismo después le desafiaron tanto en el terreno ideológico como en el político y el militar. Y aquí actuó por varias vías: el aislamiento físico e ideológico con el surgimiento del telón de acero y la guerra fría; la creación de partidos a medio camino entre los dos extremos ideológicos, la socialdemocracia, cuya misión es presentar las pequeñas concesiones como grandes victorias sociales; y, sobre todo, lavando su cara con el estado del bienestar.
Aunque ni siquiera él lo sabía, la mejor protección del capitalismo fue la introducción de reglas que restringiesen su comportamiento y le hicieran parecer humano y solidario. Reglas no solo en las relaciones laborales sino, fundamentalmente, en su funcionamiento institucional y financiero. Una de ellas, la Ley Glass Steagall  que separaba la banca de inversión de la comercial, permitió que el sistema financiero no actuara siguiendo las normas del más puro capitalismo y facilitando que los bancos se hicieran cada vez más y más grandes; “demasiado grandes para quebrar y ellos lo sabían. Sabían que si se metían en problemas, el gobierno los rescataría. Eso era incluso en el caso de los bancos que no tenían seguro de depósitos, como los bancos de inversión” (Joseph E. Stiglitz). Por otro lado, continua Stiglitz, “los banqueros tenían incentivos perversos…no sólo sabían que el banco sería rescatado si se metían en problemas, sino que seguirían siendo ricos incluso si se permitía que el banco quebrara .Y estaban en lo cierto”.
Cuando los límites desaparecieron surgió la cara más salvaje del capitalismo, su auténtico ADN. La caída del Muro de Berlín junto a una época de bonanza que no era más que un espejismo favoreció la reducción del estado del bienestar. Ya no existía alternativa y no era preciso disimular. Posteriormente, la presión de los mercados para su liberalización llevó a la derogación de la Ley Glass Steagall por Bill Clinton en 1999, permitiendo que la especulación reinase en la economía. El resultado está a la vista: en menos de 7 años el sistema ha saltado en pedazos.
Y así sigue. Porque esta crisis está lejos de terminar. Porque es sistémica. Porque, y es aquí donde está el quid de este post, el capitalismo lleva en su propia esencia el germen de la autodestrucción. Sin límites, el objetivo de la maximización del beneficio supone la explotación brutal de unos hombres por otros. Sin barreras morales ya nada impide que unos puedan vivir espléndidamente mientras una parte cada vez mayor de la población se acerca al abismo de la miseria. Sin restricciones nada obliga a la solidaridad, y los individuos y países pueden utilizar a los demás en beneficio propio. Ese es el ADN real del capitalismo: que la moralidad no te impida hacer buenos negocios.
Ha pasado durante siglos en África; lo vimos en las políticas que impuso el FMI en América Latina y que condenaron a la miseria a sus poblaciones para hacer más ricos a lo que ya lo eran; y lo estamos sufriendo ahora los cerdos europeos (PIGS), y en especial nuestros hermanos griegos. Con sueldos reducidos a la mera subsistencia, una subida del 4% del IRPF, un aumento de la factura eléctrica del 9%, el incremento del 10% en el IVA máximo o la subida del IBI, se les piden todavía esfuerzos adicionales para poder sentarse a la misma mesa que los “ricos” alemanes y franceses. ¿Hasta dónde creen que lo soportarán?  ¿Cuánto creen que tardará en surgir un nuevo Leónidas que liderando a los griegos y al igual que en las Termópilas rete a los invasores a que vengan y lo cojan?
Por eso es una buena noticia la carta que doce primeros ministros de la Unión Europea (incluido Rajoy) han enviado a Durao Barroso solicitando el cambio de objetivos en política económica. Solicitan que se priorice el crecimiento económico. Hemos de recordar aquí que el único mandato del BCE es la estabilidad de precios, objetivo que puede ser incompatible con el propio crecimiento (Akerloff y Phillips) y lo que es peor con la generación de empleo. La propuesta supone una medida revolucionaria ya que el eje Merkozy no la ha querido firmar. Pero se han quedado solos. 
Si los mercados no abandonan la actual actitud depredadora, si los políticos no actúan en defensa de los intereses de todos y dejan de ser los perros guardianes de los que más tienen, si nuestros socios francoalemanes no se dan cuentan de que es imposible pedir más sacrificios a quien prácticamente lo ha perdido todo no por su culpa sino por la mala gestión de todos los políticos europeos -incluidos los franceses y alemanes-, si no se devuelven reglas sensatas y solidarias de comportamiento y límites a la explotación, es decir, al capitalismo, no será extraño que volvamos a ver a los parias de la tierra, a la famélica legión levantarse contra la opresión. Y ya no serán grupos de alegres jovencitos reclamando que los traten bien, que les paguen la hipoteca o que les ofrezcan las migajas que sobran en la mesa de los ricos. Serán los revolucionarios de la Columna Durruti los que de nuevo recorran Europa para derrotar al capitalismo e implantar un sistema más justo y solidario.
Decía hoy Mario Monti (primer ministro de Italia) que la Europa del Estado del Bienestar corre peligro. Y nosotros decimos desde aquí que no. Que el Estado del Bienestar en Europa  es un avance del espíritu humano, de toda la sociedad europea, y que no tiene que obedecer órdenes ni  del mercado, ni de los políticos ni de otros grupos de intereses que responden a oscuras razones que la historia les reclamará. Harían bien en recordarlo para que no vengan otros y lo recuerden a la fuerza.
Como dijo el maestro Keynes en un famoso brindis hace ya muchos años:”quiero brindar por la economía y los economistas, quienes son depositarios no de la civilización sino de la posibilidad de civilización

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2012

miércoles, 8 de febrero de 2012

La soledad de los números primos: recesión de la economía, no depresión de un país

Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo.

En la novela escrita por el joven físico teórico Paolo Giordano, ganador del Premio Strega, se habla de dos personas que a través del tiempo desarrollan una amistad muy peculiar, derivada de la soledad de ambos: «En una clase de primer curso Mattia había estudiado que entre los números primos hay algunos aún más especiales. Los matemáticos los llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están juntos, o mejor dicho, casi juntos, pues entre ellos media siempre un número par que los impide tocarse de verdad. Números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, solos y perdidos, juntos pero no lo bastante para tocarse de verdad.»
Es innegable que la situación económica española es complicada, muy complicada. El mismo Banco de España augura una recesión de un 1,5% del PIB para este año; la Directora Gerente del FMI alerta de riesgo de insolvencia de nuestra economía y pronostica un crecimiento negativo (-1,7% del PIB) para el 2012; y tanto el Gobierno como la oposición se esfuerzan, cada vez que tienen ocasión, en presentarnos el panorama más sombrío posible… Pero no hacen falta todos estos mensajes para confirmar lo que percibimos día a día en la calle: locales comerciales cerrados, bares y tiendas vacías aún en rebajas, etc. Una economía en recesión.
No obstante,  lo que las autoridades nacionales e internacionales están olvidando es un principio muy importante en el funcionamiento de la economía –desde la académica a la real- en los últimos tiempos: los agentes económicos no solo son racionales sino también emocionales. Por eso Keynes hablaba de los “Animal Spirits”. Dicho en términos que lo entendamos todos, está bien poner los números sobre la mesa, es muy importante saber dónde estamos y el déficit que tenemos que reducir; pero a estas a alturas tan importante como eso es evitar los mensajes derrotistas, la imagen de que somos un país vencido, incapaz de salir hacia delante, de que no hay una luz al final del túnel. Si ese sigue siendo el mensaje pasaremos a ser una economía en depresión. Y se sale mucho peor de la depresión que de la recesión.
Es cierto que habrá que tomar medidas dirigidas a controlar el déficit (aunque nuestra deuda pública es de las menores de la eurozona) pero eso no quiere decir que eso sea lo prioritario. La prioridad es el diseño de políticas dirigidas a la creación de empleo. Si el gobierno no entiende esto, se habrá equivocado.
Van a ser necesarias medidas duras, muy duras, de ajuste. Vamos a tener que renunciar a vivir en El Dorado como hicimos en los últimos quince años. Nuestro nivel de vida se reducirá y deberemos olvidarnos de cambiar de coche cada cuatro años, de tener casa en la ciudad, la playa y el campo; dejaremos de ser los give me two… Pero a diferencia de los seres humanos, las naciones son prácticamente eternas. Fuimos un puñado de pastores conquistados por un imperio y renacimos; creamos nuestro propio imperio y lo hundimos. Salimos hace poco de una dictadura y tenemos una saludable democracia... Hemos pasado penalidades y nos hemos recuperado.
Imaginen a un deportista al que se le diagnostica una grave lesión que puede acabar con su carrera. Si cae en una actitud derrotista y entreguista no se recuperará jamás. Si, por el contrario, reacciona, lucha y no le pone tiempo (ni plazos) a su recuperación, esa sola actitud positiva será la clave de su recuperación. Habrá luchado por recuperar su vida y, aunque a lo mejor no vuelva a ser el que era, estará mucho mejor que si se hubiese “entregado”. Erradiquemos la economía triste y luchemos con confianza e ilusión.
Y hay datos objetivos que nos permiten sostener esa afirmación: 9 millones de pensionistas cuya capacidad adquisitiva no ha variado desde antes de la crisis; 3 millones de funcionarios que mantienen el 95% de su poder de compra; una economía sumergida del 20% del PIB que permite afirmar que los datos reales no son tan negativos como los oficiales, un sector exterior en expansión, el turismo recuperándose… ¿Por qué no nos basamos en esos datos en lugar de en previsiones continuamente pesimistas? ¿Por qué en vez de quejarnos no miramos hacia quienes han sabido superar dificultades mayores? Japón, la tercera economía del mundo, superó la segunda guerra mundial –bombas atómicas de Hirosima y Nagasaki incluidas-, ha sufrido un desastre natural brutal… y ahí están, con un cinco por ciento de paro y una economía megadesarrollada tecnológicamente. Emulemos lo que funciona.
A  partir de ahora de nuestros labios no oiréis más quejas. Este blog seguirá en su actitud de ofrecer soluciones económicas a la crisis. Porque estamos seguros no solo de que se puede salir de ella, sino de que España será, dentro de cinco o diez años, un mejor país para vivir. Pero eso hay que quererlo y merecerlo. No es gratis. Y un recordatorio a nuestros políticos: ¡estamos en recesión, sí, pero no en depresión! Entiéndanlo y sean leales con nuestros sueños y nuestros ideales.

© José A. Martínez y  José L. Calvo, 2012. No citar sin autorización expresa.