viernes, 25 de noviembre de 2011

Los retos económicos del nuevo Presidente

Nunca se debe atacar por cólera y con prisas. Es aconsejable tomarse tiempo en la planificación y coordinación del plan. Maestro Sun.
Sangre, sudor y lágrimas. Winston Churchill


España está sufriendo intensamente los efectos de la crisis. Con cinco millones de parados, un déficit público que mucho nos tememos va a estar bastante por encima de lo previsto por el gobierno saliente, con una deuda situada ya cerca del 80% del PIB y una prima de riesgo muy superior a la tasa de crecimiento de la economía, lo que la convierte en explosiva, la labor que tiene que acometer el gobierno elegido el 20N es gigantesca. Numerosas son las tareas y reformas que deberá realizar. Nosotros desde aquí sólo queremos señalar algunas y mostrar el camino que, a nuestro juicio, debe seguir.
Antes que nada, antes de comenzar a realizar ninguna reforma, el Presidente entrante debe  transmitir a la sociedad un mensaje de serenidad, ilusión y confianza. Debe dejar claro que con el esfuerzo y la colaboración de todos y cada uno de los españoles el futuro va a ser mucho mejor que el presente. Es cierto que a corto plazo la única oferta posible es la de Churchill –sangre, sudor y lágrimas- pero al igual que ocurrió en la SGM, el esfuerzo nos permitirá ganar la guerra contra el paro y volver a la senda de crecimiento.  Eso debe quedar meridianamente claro desde el principio para evitar el pesimismo en el que hoy estamos sumergidos.
Y en cuanto a las reformas, la primera y principal es la reforma del mercado de trabajo. Las reglas del juego en el modelo capitalista son claras: quienes crean empleo son los empresarios. Sin ellos no hay ninguna posibilidad de reducir el paro. Por ese motivo hay que facilitarles su tarea. En esa medida, creemos necesario un nuevo tipo de contrato laboral único que, ayudando a las PYMES y emprendedores, les libere de los costes de la Seguridad Social al contratar los primeros cuatro empleados –recordemos que el tamaño medio de la empresa española es de menos de cinco trabajadores-. Contrato que llegaría a ser indefinido al cabo de tres años, período en el que se podría comprobar la viabilidad del proyecto empresarial y la obtención de beneficios.
Un segundo elemento de mejora consiste en la reforma de las administraciones públicas, eliminado duplicidades. Administración central, autonómica y local deben sentarse y redefinir su modelo de relaciones: si una de ellas tiene una competencia ninguna otra debe asumir esa misma actividad. Es igual el modelo que pacten: federal, confederal, centralizado…pero es fundamental finalizar el proceso de descentralización de las administraciones que lleva casi treinta años de “negociación”. Ah!, y los ayuntamientos de menos de 10.000 habitantes deben agruparse en mancomunidades (es ilógico que España tenga el doble de ayuntamientos que Alemania con la mitad de la población).
España tiene una economía sumergida de más del 20% de su PIB (200.000 millones de euros) lo que es una situación improductiva y despilfarradora de recursos interesantes para la Hacienda Pública. Utilicémoslos con eficiencia y eficacia. Que afloren esos recursos. Y con toda seguridad la subida de los impuestos indirectos no favorecerá ese afloramiento.
Debemos ser tremendamente ambiciosos en la imagen que proyectemos al exterior. Debe ser una imagen de país moderno, que posee una tecnología competitiva. Debemos emular el ejemplo de aquellos países que se desarrollan adaptándose a los cambios. El secreto de China, Japón, Corea del Sur y los emergentes es tener claro su modelo de crecimiento. El camino de la industria, tecnología, investigación y desarrollo científico es el adecuado para ser más competitivos. La cooperación entre la Universidad y las empresas privadas a la manera americana, el patrocinio de las investigaciones, la alianza con naciones que posibiliten el intercambio de conocimientos es clave para situar a España en el siglo XXI. El modelo de España no puede ser sólo terciario o basarse en el sector turístico. Debe ser tecnológico. Se debe invertir realmente en educación e investigación y potenciar nuestro desarrollo humano  y el avance científico en todas las áreas.
España debe establecer nuevos y amplios acuerdos preferenciales de intercambio comercial, técnico, cultural y universitario con América Latina. Independientemente de lo que hagan otros socios europeos. Eso es clave para nuestro sector exterior y para dar salida a nuestras exportaciones.
Se debe establecer un gran Plan de Política Económica (PPE) para España, con objetivos e instrumentos adecuados para lograrlos y, sobre todo, basado en un gran pacto nacional. Hay que volver al escenario de los Pactos de la Moncloa y del consenso porque la situación lo requiere. Hay que huir de los extremos y estar centrados en la toma de decisiones económicas: eso quiere decir ser prudentes y hábiles y hacer cosas que otros países no hacen. Ser diferentes para ser mejores. Los remedios económicos al uso no valen en esta crisis. Ni en este escenario internacional mutante, donde los amigos y los enemigos mutan, donde las reglas del juego son las del  todo vale.
Los bancos tienen miedo: el crédito no fluye porque no se prestan en el interbancario. No se fían unos de otros. Pero no lo hacen porque nadie sabe donde está el contagio del negocio. La parte comercial y la tóxica. Eso debe arreglarlo España inmediatamente. Separar en los bancos, el negocio comercial del de inversión. Establecer cortafuegos claros que impidan la exposición al riesgo. Los bancos de inversión no pueden estar mezclados con los comerciales. Y a partir de ahí volverá el crédito, se quitarán las restricciones y se animará la economía.
Finalmente, España tiene en su Constitución el compromiso de lograr el equilibrio presupuestario: pero lo debe tener en su ADN. Debemos ir más allá y creer en la regla de oro presupuestaria.  Y eso no quiere decir renunciar a los logros del estado del Bienestar. Antes bien, significa hacerlos posibles. Y garantizarlos. Y significa hacer inversiones (pero sólo las productivas) públicas que produzcan externalidades positivas: es decir, efectos económicos a terceros, efectivos para la población española, generadores de crecimiento, riqueza y capital humano. El Fondo Presupuestario Contracíclico (FPC) no lo tiene ningún país en este momento.
Como ya hemos dicho, la tarea a la que se enfrenta el señor Rajoy es ingente. Y como el general Sun necesita tomarse tiempo en la planificación y coordinación. Pero todavía queda un mes para ser investido como Presidente del Gobierno,  tiempo en el que deberá concretar sus planes económicos, estructurar su equipo y formalizar una estrategia clara, precisa y contundente de política económica. Que España se recupere puede parecer difícil. Pero veamos cómo está la situación de los EEUU: según datos de la CBO ,la Oficina de Presupuestos del Congreso y del FMI, el déficit público americano supera ampliamente el 10% del PIB y tiene una deuda pública de más del 90% del PIB, más de 14 billones de dólares. España que partía del 9,3% en el cierre de 2010 está alrededor del 7% y su deuda es más de 20 puntos menos. Parece que la economía estadounidense entrará en recesión con motivo del desacuerdo en el Thanksgiving. Sin embargo, Obama no ha parado de señalar a la eurozona y al euro como culpables de la crisis, cuando esta surge en EEUU y se recrudece por los costes del rescate a la banca. ¿Hay maniobras de distracción americanas hacia Europa?

© José A. Martínez, 2011.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Bienvenido Mister Marshall II: el Plan Merkozy

“Americanos, vienen a España guapos y sanos, viva el tronío de ese gran pueblo con poderío. Olé Virginia, y Michigan ,y viva Texas…, os recibimos americanos con alegría,olé mi madre, olé mi suegra y olé mi tía”. Estribillo de la canción de bienvenida a los americanos de la película de Berlanga de 1953.

El ciudadano europeo de a pie tiene miedo. Desconfía de la evolución económica de su país y de Europa. No entiende muy bien que algo llamado “los mercados” tenga más poder que los gobiernos democráticamente elegidos y que la propia Unión Europea. Los mercados son rápidos en sus actuaciones, las instituciones muy lentas. Los mercados marcan la pauta, las instituciones van detrás. Y, lo que es peor, los mercados imponen gobiernos a los ciudadanos, como acabamos de ver en Grecia e Italia. Estamos viendo, pues, el nacimiento de una nueva superestructura “la dictadura de los mercados”. Las noticias económicas de ayer (16 de noviembre) daban una buena medida de los problemas a los que se enfrenta la zona euro: 12 de los 17 países que la componen se encuentran en una situación comprometida. Grecia, Portugal e Irlanda intervenidos y teniendo que aplicar unas políticas de austeridad que imposibilitan su crecimiento y que lo harán por décadas; Italia y España con unas primas de riesgo que les abocan a seguir el camino de los otros PIGs; Francia, Bélgica y Austria con primas de riesgo en crecimiento exponencial… y mientras en Bruselas no se toman decisiones inmediatas que puedan aliviar esta dramática situación. Por eso, nos preguntamos: ¿es posible la continuidad de la Unión Europea?
El diagnóstico de la situación es sencillo, pero muy grave: la UE, la zona euro, está condenada a desaparecer en un breve plazo si no se toman medidas urgentes y enérgicas que den una imagen de unidad. Y, sobre todo, de que aún siendo un proyecto en construcción tiene la firme convicción de convertirse en una Federación de Estados –o en unos Estados Unidos de Europa, como se prefiera-. Si no, sus posibilidades de supervivencia son nulas.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Lo fácil es echarle la culpa a Grecia por engañar en sus cuentas –a sus políticos y no a su población, que sufre las consecuencias-, a Irlanda, Portugal, España o Italia por vivir por encima de sus posibilidades. Pero ¿qué justifica los ataques a Francia, Bélgica o Austria? ¿Qué explica sus primas de riesgo? Solo hay una respuesta factible: nadie –ni los mercados, ni los inversores, ni los políticos de otros países- se fían de Europa; nadie se cree a estas alturas de la película que la UE sea capaz de tomar las medidas necesarias que eviten su ruptura. Y eso no es responsabilidad únicamente de los PIIGS –acrónimo que, por cierto, va a seguir creciendo, y que dentro de poco se denominará PIIGSFBA-; es un problema de paletismo, de que nunca se han creído lo que predicaban: una Europa unida que sea capaz de poner los intereses conjuntos –europeos- por encima de los nacionales. Es curioso que la calificación F (de Francia) se la vayan a ganar porque les retiren la triple A, por tener casi el mismo déficit que España y mucha más deuda pública, además de unos bancos con alta exposición a la deuda griega. Situación esta última, todavía no solucionada. Y la A (de Alemania) se la van a ganar por estar tan ciegos y ser tan egoístas que la situación se las va a volver en su contra. Y este es el gran error.
El objetivo de Alemania y sus satélites al crear la zona euro fue el imperialismo comercial. Tener un grupo de países a los que poder vender sus productos originados en una economía más productiva y competitiva, evitando a los otros la posibilidad de utilizar la devaluación competitiva al tener una moneda común. Este planteamiento es válido cuando la economía crece, pero se va al traste cuando el consumo de esos países primero se ralentiza y luego desaparece. ¿Cómo va a crecer Alemania si el 40 por ciento de su PIB procede las exportaciones y de ese porcentaje el 70 por ciento va destinado a Europa? Si los europeos dejamos de comprar Alemania dejará de vender y su economía se estancará. Y no será difícil ver entonces cómo los diferenciales de la prima de riesgo se estrechan y no precisamente porque mejoren los nuestros sino porque empeoren los holandeses y alemanes.
El mundo sajón, Centroeuropa básicamente, siempre ha pensado que la UE era como la Quinta Flota: un conjunto de barcos de diferente tamaño navegando juntos pero que, si uno tenía dificultades, se le podía abandonar en alta mar a su suerte. Pero no es verdad. El euro ha actuado de pegamento, y ahora si uno se hunde arrastra a los demás. La lección que deben aprender los centroeuropeos es que si no se actúa inmediatamente el efecto contagio va a llegar al mismo corazón de Berlín.
Tampoco los mercados emergentes (de fuera de la Unión) son una solución. La nueva Directora del FMI, la francesa Christine Lagarde, ya ha alertado de la posibilidad de una recesión mundial. Y es pura lógica: Europa no demanda, EE.UU tampoco crece de manera sustancial, Japón está estancado desde hace décadas… eso poco a poco va a ir ralentizando el crecimiento de los BRICs –con especial referencia a China, “sentada” sobre una inmensa burbuja inmobiliaria- hasta que este se pare. Y la recesión será, entonces, una realidad.
Y es que esta crisis que muchos dieron por acabada al año de comenzar, está lejos de terminar. Nosotros creemos que más que en forma de V, es una crisis en W, sin saber exactamente donde está el segundo fondo. Lo que si tenemos claro es que durará otros diez años y hasta, más o menos el 2020, no se empezará a salir de ella. Y esto porque mientras no se reinstaure la Ley Glass-Steagall no se habrá evitado el contagio de la enfermedad.
La gravísima situación europea muestra cada vez más que solo hay dos caminos: la disolución de la UE y el sálvese quien pueda; o la creación de unos Estados Unidos de Europa.
Por eso PROPONEMOS: La creación de un Tesoro Europeo, de una Oficina Presupuestaria Europea que controle los presupuestos de todos los países miembros, que analice y dictamine su compatibilidad y, sobre todo, si cada uno de los 27 puede pagar sus gastos y/o si los demás están dispuestos a financiárselos.
A esto hay que añadir la implantación de un gran Plan de Desarrollo hecho por y para el conjunto de Europa, y no para la suma de sus integrantes. Un nuevo Plan Marshall al estilo del que se implantó en Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Ese plan tuvo una vigencia de cuatro años fiscales a partir de julio del año 1947 y, durante este periodo, los estados europeos que ingresaron en la Organización Europea para la Cooperación Económica (OECE) (precursora de la OCDE) recibieron un total de 13 mil millones de dólares de la época. Fue uno de los elementos impulsores de la unificación europea al crear instituciones para coordinar la economía a nivel continental. Se modernizó la Hacienda Pública con la introducción de técnicas de gestión y presupuestarias de inspiración norteamericana. El Plan Merkozy tendría el mismo objetivo: encaminar económica y socialmente a toda Europa hacia el crecimiento y la plena integración.
Hasta ahora los políticos europeos han hecho lo mismo que decía el antológico alcalde interpretado por Pepe Isbert en su discurso en el balcón (junto a Manolo Morán): "Como alcalde vuestro que soy os debo una explicación, y esa explicación os la voy a dar porque os la debo". Menos explicaciones y más hechos. Si no, el tren de Europa volverá a pasar de largo (como la caravana de los coches del Plan Marshall en la película de Berlanga).

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2011.