martes, 25 de noviembre de 2008

Una crisis asentada en la desconfianza y la especulación

Y así lo mejor en el ejército es acabar con la estrategia del enemigo. Después acabar con sus alianzas. Después acabar con su ejército. Lo peor de todo es atacar las ciudades fortificadas

Se esperaba que la reunión del G-20 –más España, tras una frenética actividad de nuestra diplomacia que nos situó donde debíamos estar, en el grupo de la UE- fuera a suponer la implantación de medidas que señalaran la senda hacia una recuperación lenta pero ya encaminada de la crisis económica que atravesamos. Y su primera manifestación debería haber sido la estabilidad de los mercados financieros.
Nada más lejos de la realidad. Todo parece indicar que los tres tipos de medidas esbozadas en esa reunión no han conseguido transmitir confianza a los mercados. Ni el mensaje de que los gobiernos van a intervenir siempre que sea necesario –el último caso el de Citygroup ayer-, ni las acciones de corte keynesiano que se han propuesto en todos los países –nuevamente tenemos un ejemplo en la reducción de impuestos aprobada por el gobierno de Gordon Brown en el Reino Unido-, ni la reflexión de que es preciso introducir nuevas reglas en el funcionamiento de los mercados financieros y en las normas contables han conseguido que esos mismos mercados se estabilicen. Las oscilaciones erráticas a la baja y al alza de las Bolsas de todo el mundo han continuado.
Dos son a nuestro juicio los elementos que explican esta inestabilidad persistente. El primero ya lo hemos mencionado, la desconfianza tanto de los mercados como de los individuos. El segundo está en la propia naturaleza de ese capitalismo que el presidente Sarkozy está empeñado en refundar: la especulación.
La desconfianza de los mercados, pero muy especialmente de los individuos, de usted o de nosotros, se asienta sobre varios temores: en primer lugar nadie sabe hasta dónde llega el agujero financiero que las hipotecas subprime destaparon. Existe una sensación generalizada de que lo peor no ha llegado, y de que nuevas instituciones financieras se van a sumar a las que ya han atravesado o están atravesando graves dificultades. El caso de Citygroup es un ejemplo de que esa sensación es bastante real. Es como un cáncer en el que actualmente solo se está limpiando, pero se desconoce la totalidad de órganos afectados. Hasta que no estemos seguros de hasta dónde llega el contagio, de lo que hay que limpiar e incluso extirpar, no se recobrará la confianza. Porque entonces sí se podrán tomar medidas activas, medidas que fomenten la recuperación. Pero hasta ese momento la sensación es de ir ‘parcheando’ cada vez que surge una nueva vía de agua.
También hay un elemento de desconfianza asentado en los efectos que esta crisis financiera va a tener en su transmisión al sector real. Si puedo perder mi empleo obviamente no gasto y mucho menos invierto en una situación tan inestable. Si además tengo activos financieros y la sensación es que su valor va a seguir cayendo prefiero vender ahora a hacerlo cuando valgan todavía menos. Y esta apreciación se ve reforzada por el catastrofismo de algunos políticos y medios de comunicación, para los que la situación de nuestro país está irremediablemente abocada al desastre.
Por último, también existe mucha desconfianza ante las reglas que las autoridades quieren implantar en los mercados financieros. Porque no se ponen de acuerdo sobre su alcance, y ni siquiera sobre si se impondrán o no. Los neocon, escondidos en la actualidad ante la debacle que ha generado su actitud ultraliberal o incluso camuflados como neoneokeynesianos, están a la espera de una pequeña recuperación para volver a recitar su mantra: el mercado es fantástico y todo lo soluciona.
El otro gran elemento sobre el que se asienta la actual inestabilidad es la especulación. Porque aunque esa actitud especulativa ha estado en la génesis de la crisis, no ha sido abandonada en lo más mínimo. Y ello porque forma parte del ADN de nuestro sistema económico. El principio sobre el que se asienta el capitalismo, el principio básico de comportamiento de la empresa según la Teoría Económica, es la maximización del beneficio, por los medios que sean puestos a su alcance. Y ese es el trabajo de los directivos de las empresas del sistema financiero, el que les llevó a provocar este caos y el que les obliga –para defender su puesto de trabajo- a especular con el alza o la bajada de las acciones.
Los movimientos erráticos de los mercados bursátiles están provocados por la desconfianza de la que hablábamos pero muy especialmente por la acción de individuos y grupos que están ganando fortunas presionando al alza o a la baja a las cotizaciones en función de sus propios intereses. La compra y venta de futuros sigue como si nada hubiera pasado, y está provocando oscilaciones importantísimas, como ha mostrado el caso Volkswagen. Recuérdese también que algunos personajes que en la actualidad aparecen como filántropos obtuvieron su fortuna llevando a cabo este tipo de movimientos especulativos, actuando a favor o en contra de activos financieros concretos sin tener en cuenta en ningún momento ni si balance ni su actividad real.
La conclusión es para nosotros obvia. Es preciso devolver la confianza dejando claro definitivamente el alcance de la crisis. Y se deben adoptar todas las medidas necesarias, incluso excepcionales, para conocer con precisión hasta donde llega la ‘contaminación’. Y hay que introducir reglas muy estrictas en el sistema financiero. Reglas que limiten la actividad especulativa y la asunción de riesgos excesivos. Mientras los mercados financieros sigan siendo el ‘salvaje oeste’ no será posible salir de esta crisis con rapidez y, desde luego, evitar otras futuras incluso más graves. Si tenemos leyes que gobiernan nuestras democracias no entendemos por qué no existen para regular nuestros mercados.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Extraños patriotas

Los que no son totalmente conscientes de la desventaja de servirse de las armas no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas.

En las últimas semanas estamos asistiendo al descubrimiento del verdadero sentido patriótico de algunos de nuestros compañeros de profesión que además actúan en la arena política. Nos referimos a la actitud de ciertos economistas/políticos ultraliberales en relación con la manera de afrontar la crisis económica, y al catastrofismo mostrado en sus declaraciones.
Resumiendo, todo es culpa del Gobierno que nos engaña; nosotros no vamos a colaborar en ese engaño –ni en nada todo sea dicho de paso- porque va a llevar a la ruina al país; y lo que hay que hacer no es ayudar a los bancos sino darle el dinero a las PYMES y a los individuos que lo necesitan para pagar su hipoteca –y su coche, y la TV de plasma, y las vacaciones en el Caribe,...-. La fórmula para hacerles llegar ese dinero es sencilla: reducir el gasto público, reducir los impuestos y llevar a cabo “reformas estructurales” (por cierto uno de esos economistas se negó a responder si esas reformas significaban el despido libre). El problema financiero y el real, en España, van unidos: los bancos no prestan porque los mercados internacionales no les dan dinero. Una vez solucionado eso, lo demás funcionará solo. Como hasta ahora. La mano invisible.
Es sorprendente, por no decir lo nunca visto, la situación política a la que nos ha llevado esta crisis económica: el partido en el Gobierno, teóricamente de izquierdas, aportando dinero a los bancos para buscar una salida a ella; y la oposición, de derechas, negándoselo a las entidades financieras y queriendo actuar de Robin Hood, repartiendo entre los más necesitados. Pero ¿qué hay detrás de esto?
Nosotros creemos que las acciones que ha tomado el Gobierno entran dentro de la lógica necesaria para superar esta crisis. Nos puede gustar más o menos la socialización de las deudas de las entidades financieras, y opinamos que una vez superada la crisis habrá que hacer examen de conciencia y pedir responsabilidades a los irresponsables –banqueros y no banqueros- que nos han llevado a ella. Pero en el modelo capitalista en el que estamos inmersos no parece que haya otra solución en estos momentos que apuntalarlas. Porque si esas entidades “caen” todo el sistema se irá a pique detrás de ellas: desaparecerá la confianza, los individuos tratarán de recuperar sus ahorros y los que no puedan, y les aseguramos que habrá muchos que no lo lograrán, pueden provocar situaciones similares a las ya vividas en otros países –como “el corralito”-. Evidentemente, si los bancos no tienen recursos no podrán prestarlos y tratarán de recuperar los ya prestados. Al final el sistema al completo quebrará. A lo mejor es una solución, pero no parece la ideal por ahora.
Por el contrario, la actitud de algunos miembros de la oposición ha sido y sigue siendo la de “pescar en río revuelto”: conseguir que la situación llegue a tal límite que sólo sea posible una solución salvadora llamándoles a ellos para que dirijan el país por la “senda de la recuperación”. En ningún momento se han visto propuestas proactivas, ideas que realmente permitan salir al país de la crisis, que apoyen al Gobierno y colaboren en una solución.
A nuestro juicio es incomprensible la forma de comportarse de esos economistas ultraliberales. Lo hemos dicho en este blog varias veces, lo hemos visto en otros países, en Estados Unidos, la Unión Europea y en los Bancos Centrales: la única opción es llegar a acuerdos y “arrimar el hombro”. Porque la crisis nos afecta a todos y entre todos debemos encontrar su solución, aportando cada uno su “granito de arena”: el Gobierno los recursos necesarios; los bancos haciéndolos circular hacia donde se necesitan; los ciudadanos poniendo nuestra confianza; y los partidos políticos la responsabilidad. Es en estos momentos donde debe aparecer el “sentido patriótico”, que no es más que hacer lo que se necesita.
Es probable que esta crisis le pase factura al Gobierno, pero créannos, los españoles están viendo también la incapacidad de la oposición para ofrecer nada lúcido. O alguna propuesta que transmita verdad y sinceridad en sus planteamientos. Que sea positiva y no meta miedo. Porque con su actitud están colaborando a cerrar empresas. Y eso no es justo, ni leal, ni tampoco presentable. ¿Es que todo vale?
En los Estados Unidos y, en plena campaña electoral, los equipos de Obama y McCain se reunieron con el Presidente Bush y con la Presidenta del Congreso, Nancy Pelosi. Entre todos (es decir, unidos en un mismo objetivo) tomaron medidas positivas en dos sentidos: para ayudar al sistema financiero y, también, para ayudar a la economía real con estímulos fiscales para la mejora de la situación de la clase media Y no se han quedado ahí. El candidato derrotado John McCain nada más saber los resultados se ha ofrecido a colaborar, él y los suyos. Porque en EE.UU. un problema económico es cuestión de estado. Igualito que nuestros políticos/economistas ultraliberales.
Lo dicho, mucho patriotismo aparente y muy poco corazón verdadero. Queridos compañeros , ahora toca remangarse y trabajar todos juntos. Porque quien no ofrece esfuerzo y colaboración no podrá demandarlos en el futuro.