martes, 29 de junio de 2010

La marca España: un tesoro redescubierto

El Tao hace que los soldados tengan el mismo propósito que su superior. De este modo llegarán a morir con él, a vivir con él y a no engañarlo.
Érase que se era un país sin bandera. Los motivos hay que buscarlos en su historia: durante cuarenta años un general bajito y con bigote la secuestró para justificar bajo ella sus fines. Y como estos eran represivos la gran mayoría de los ciudadanos de ese país la dejaron de honrar.
Cuando el general murió y vino la democracia la bandera no recuperó ese lugar privilegiado que todo símbolo que identifica a un país debe tener. Los motivos fueron varios: los nostálgicos del viejo régimen trataron de seguir apoderándose de ella, dándole un significado político de ultraderecha; las Comunidades Autónomas la tomaron como referencia de la opresión que habían sufrido, pasando a representar ella y Madrid el enemigo centralista que había cercenado sus libertades. Así las banderas de las Comunidades representaban el progresismo por oposición a la española que era un símbolo retrógrado –y CiU, el PNV o esos que matan a todos los que no opinan igual que ellos eran progresistas y los de Madrid unos fachas independientemente de su ideología política (sic)-; los que perdieron la guerra se convirtieron en sus ganadores “morales” y no querían saber nada de la bandera contra la que lucharon; y la izquierda también la abandonó para evitar cualquier identificación con tiempos pasados. El resultado: la “enseña nacional” pasó a ser un símbolo escondido/enterrado, como la Excalibur de Arturo.
Pero con el paso del tiempo una nueva generación que no tenía ninguna de esas limitaciones históricas fue creciendo. Y además, algo con lo que nadie contaba apareció: la Roja.
El deporte ya había dado muestras de la importancia de un país identificado fuera en su conjunto como España, y nuestros deportistas –nunca se sabrá de dónde surgen con el poco apoyo que tiene el deporte en general en este país- comenzaron a ondear nuestra bandera por todo el mundo: Nadal, Fernando Alonso, el equipo de baloncesto y su “soy español, español”… y antes que nadie los motoristas que hacían sonar el himno cada semana.
El auténtico “cambio de pie” se dio cuando, rompiendo el fatalismo histórico que nos caracteriza a los celtibéricos, la Roja ganó el campeonato de Europa de fútbol. En ese momento esa generación no lastrada por complejos guerracivilistas se echó a la calle enarbolando un símbolo de identidad común: la bandera española. Una nueva lección práctica a los políticos que deberían aprender de la sensatez de los ciudadanos de a pie.
Un principio del buen marketing establece los cuatro pasos que hay que seguir para diseñar una buena marca: en primer lugar crear una cierta categoría social o aludir a ella –por ejemplo ser español-; a continuación hacer que los consumidores lleguen a aplicarse la etiqueta: “yo soy español”; persuadirlos de que etiquetarse como “ser español” proporciona una experiencia positiva –ser del país campeón de Europa-; y finalmente mostrar que se puede tener una experiencia positiva consumiendo la marca creada: la marca “España” nos identifica como aventajados en el deporte a todos y cada uno de los españoles, aunque nunca nos hayamos movido del sillón. Como se puede ver, la marca España ha conseguido reunir todos lo requisitos para el éxito.
Está claro que, independientemente de cuestiones políticas y sociales, la recuperación de la bandera de España como símbolo de identidad supone también la reimplantación de una marca con un pasado de prestigio internacional, como mínimo en las artes y el turismo, al que ahora se añade su relevancia en el deporte. Y tener una buena marca es incluso mejor que tener un buen producto (que se lo pregunten al Reino Unido o a Harley Davidson).
Por ello, bienvenida la marca España, con su bandera como logo, y gracias al fútbol y a sus seguidores por una recuperación que beneficia a todos. Ahora sólo queda utilizarla como lo que es: una herramienta fantástica de marketing emocional tanto dentro como fuera de nuestro país.

© José L. Calvo y José a. Martínez

miércoles, 16 de junio de 2010

El general Custer, Caballo Loco y la necesidad de un Gobierno de concentración

El general es el ayudante del soberano del Estado. Si su ayuda es comprensiva todo el Estado será fuerte; si es defectuosa, el Estado será débil, sin lugar a dudas, y si el ejército se muestra confundido y receloso, los gobernantes de los países vecinos se aprovecharán de esta situación y le causarán problemas.
Inspirados en la obra de Sun Tzu, contemporáneo de Confucio, hemos querido, desde hace tiempo, insistir en transmitir esas enseñanzas y aplicarlas a la realidad actual. Se escribió "El Arte de la Guerra" hace 2400 años y hoy sigue vigente: habla de estrategia en la toma de decisiones, cosa que, como ya decíamos aquí hace un tiempo, es la clave de la política (el arte de lo posible) y debería serlo también de la política económica.
La situación económica española, lamentablemente, parece haber cogido una carretera cuesta abajo sin frenos. Y no será por falta de advertencias. Todos los datos señalan las dificultades que atraviesa nuestra economía: las informaciones interesadas y malintencionadas que proceden de Alemania señalando la necesidad de intervención de la Unión Europea; los apuros para colocar la Deuda Pública y los elevados tipos de interés que se han de pagar por ella; y hoy mismo la exigencia de la Comisión Europea de reducir 7.500 millones de euros adicionales de déficit en 2011. Portugal y Grecia nos han cedido gustosamente el protagonismo.
Pero siendo gravísimos los problemas que atraviesa nuestra economía, lo realmente preocupante y sorprendente es la actitud de nuestros dirigentes políticos y, muy especialmente, de los líderes de los dos grandes partidos: José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
El Presidente del Gobierno cada vez nos recuerda más a Errol Flynn en la película de Raoul Walsh, "Murieron con las botas puestas" (Metro-Goldwyn-Mayer,1941). En ella el actor americano interpreta a un obstinado general Custer que prefiere morir y, sobre todo, sacrificar a su tropa, antes de aceptar su equivocación. La imagen que nos deja es la de Zapatero, sus ministros y algunos miembros del PSOE puestos en círculo, protegidos por los coches oficiales mientras que los indios/populares giran a su alrededor matando uno a uno.
Porque el otro gran protagonista de la película es Caballo Loco/Rajoy. Como acabamos de decir, la política del PP es la de dar vueltas alrededor del Gobierno sin ofrecerle ni una pizca de árnica, igual que si fueran buitres, con el convencimiento de que tan solo les queda esperar a la autoinmolación del general Custer para llegar a la Moncloa con mayoría absoluta.
La posición de ambos, Zapatero/Custer y Caballo Loco/Rajoy es absolutamente irresponsable. Se comportan de manera temeraria cuando lo que tendrían que tener en cuenta son los intereses de España. Y lo que su actitud evidencia es que ninguno de los dos está capacitado ni política ni intelectualmente para dirigir el camino de España hacia la salida de la crisis. En ese sentido, convocar elecciones anticipadas no sería nada más que perder seis meses y sustituir un insensato por otro.
A finales de enero de este año ya propusimos en este mismo blog cuál es para nosotros la opción que se debe tomar: es preciso un gobierno de concentración nacional o cuando menos una reedición de los Pactos de la Moncloa (1979) en la que entre todos, gobierno, partidos de la oposición, sindicatos y empresarios se establezca un plan de acción que lleve a cabo las reformas necesarias –duras pero inevitables- que permitan mejorar nuestra competitividad y crear empleo. Y esas reformas no están solo en el mercado de trabajo, sino que deben afectar al sector financiero –¡fuera las manos de los políticos de las Cajas de Ahorros!-, al sector inmobiliario –creando un parque de viviendas públicas de alquiler que faciliten la movilidad espacial y el acceso a la vivienda de los jóvenes-, y sobre todo al sistema educativo con la finalidad de crear un modelo a medio y largo plazo que sirva para que los españoles nos situemos en la senda de la innovación y la competitividad internacional. Y a eso habrá que añadir una lucha verdadera y pertinaz contra el fraude fiscal y una política energética realista, no guiada ni por el buenismo ni por el hipismo.
En EEUU ya están saliendo de la crisis. Y lo ha hecho por todo lo que estamos diciendo aquí: porque el mejor camino es crecer económicamente, y para ello es necesaria la unión entre todos los participantes en una democracia representativa; una vez conseguido esto se han de identificar los objetivos y los instrumentos para lograrlos. Finalmente, transmitir al ciudadano esa creencia en que es posible conseguir nuestros objetivos.
Conclusión. Este país necesita ya unos nuevos Pactos de la Moncloa y un Gobierno de concentración con personalidades independientes, gente de reconocido prestigio de ambos partidos y una Oficina Presupuestaria de la Presidencia del Gobierno dirigida por una persona de consenso y científicamente impecable. Como dice el Evangelio de Mateo, hacer lo que es justo delante de Dios y todas estas cosas se darán por añadidura.

© José A. Martínez y José L. Calvo