martes, 25 de octubre de 2011

El Efecto Mateo o la parábola de los talentos

Por eso les hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden (Jesús en el evangelio de Mateo).
Se llamaba Leví y se dedicaba a recaudar impuestos, por eso la gente de su pueblo (Cafarnaún) le consideraba pecador, porque trabajaba para el César como publicano. Jesús, como había hecho con otros, observó fijamente a Leví y le dijo: "¡Ven conmigo!". El Mesías también le cambió el nombre, llamándole en hebreo "Mattyáh" (don de Yahveh). Y es una cita de este evangelista el origen de lo que tanto en las investigaciones de sociología como economía algunos hemos llamado con el nombre de «Efecto Mateo». Textualmente: porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, aún lo que tiene, se le quitará. Esta frase aparece varias veces en el Nuevo Testamento (Lucas y Marcos también la utilizan) además de que Mateo la utiliza en otra ocasión y en similar sentido (Mateo, en el capítulo 13, versículos 10-17): A vosotros se os ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos, no. Porque al que tiene se le dará más y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran, y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden.
Ya hemos comentado muchas veces en este blog que una de las características más definitorias de la actual crisis que sufrimos desde 2007 es su mutabilidad: comenzó siendo una crisis financiera para afectar a la economía real; pasó de ser una crisis centrada en los países desarrollados a un problema global, ralentizando el crecimiento incluso de China o Rusia; y ahora afecta a todo el modelo político-económico-social que estuvo vigente durante el siglo XX. Porque, digámoslo de una vez ya que va a ser el tema que desarrollaremos en este post, el modelo del pensamiento único, ese que defendía que habíamos llegado a la sociedad perfecta con la democracia capitalista, ha fracasado rotundamente. La crisis es económico-financiera pero también social y política. Es sistémica. Y no hay marcha atrás.
No entraremos a discutir lo ya conocido de los efectos económicos de la actual crisis. Pero sí a un concepto que se ha desarrollado en ella y que supone un nuevo planteamiento en los modelos de oligopolio de Teoría Económica: los bancos sistémicos, es decir, los bancos demasiado grandes para quebrar. El planteamiento es sencillo: la empresa ya no necesitan aumentar su tamaño para aprovechar las economías de escala. Su objetivo debe ser alcanzar un tamaño lo suficientemente grande como para que los gobiernos no puedan permitir su quiebra y deban intervenir –con el dinero de todos- para salvarla. Eso permite a esas empresas financieras especular sin asumir las consecuencias de sus acciones –riesgo moral se denomina en términos económicos- ya que cualquiera que sea el resultado siempre saldrán ganando: si lo hacen bien porque obtendrán beneficios; si lo hacen mal porque el estado –nuevamente, con nuestro dinero- las salvará porque no puede dejarlas quebrar.
El otro punto que queremos destacar desde la perspectiva económica es que estamos probando nuestra propia medicina. Durante siglos hemos considerado a África o Asia como continentes a explotar, lugares donde obtener las materias primas o el trabajo no cualificado para mantener nuestro nivel de vida. Sus condiciones vitales y laborales no nos importaron mientras permitieran que el mundo occidental creciese. Como ha contado Stiglitz, algo similar hicimos con otros países, a los que aplicamos las recetas del FMI que ahora nos toca asumir. Acciones como el corralito argentino arruinaron a un país y le impusieron unas condiciones extremas, de práctica supervivencia. Pero no nos importó, como diría Bertolt Bretch, porque no éramos nosotros: ahora vienen a por nosotros, ahora nos las imponen desde fuera.
La crisis es también social. La escuela del pensamiento único hizo creer que la lucha de clases era innecesaria, que todos podíamos ser ricos o aspirar a serlo. Que como dice la máxima estadounidense, cualquiera podía llegar a Presidente. Esta crisis ha desmontado esta falacia. El abanico de ingresos se ha ampliado: los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres. Según los últimos datos publicados por el INE los ingresos medios anuales de los hogares españoles disminuyeron un 4,4% en 2010 hasta situarse en los 24.890 euros. En 2011 el 35,9% de los hogares afirma que no tiene capacidad para afrontar gastos imprevistos; el 21,8% de la población residente en España está por debajo del umbral de pobreza; el 26,1% de los hogares manifiesta llegar a fin de mes con dificultad o mucha dificultad; el 38,8% no se puede permitir ir de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año… Y mientras, los bancos reportan beneficios, las grandes fortunas incrementan su patrimonio, aquellos que hicieron quebrar las Cajas de Ahorros se asignan indemnizaciones millonarias y 4,5 millones de españoles tienen que vivir de la beneficencia, de lo que entre todos los pobres/clase media aportamos para mantenerlos. Recuerden un hecho: los ricos españoles tienen su dinero en las SICAV –a las que el gobierno no se atreve a incrementar la presión fiscal- que cotizan al 1% , y han dejado muy claro que ellos no apoyan la iniciativa de Warren Buffet de pagar más.
Por último, la crisis es también política. La democracia representativa tal y como funcionó en el siglo XX está finiquitada. Internet ha permitido el acceso instantáneo de todos a toda la información, por lo que los políticos han perdido su control. Pero, sobre todo, porque la actual crisis ha demostrado quienes son los auténticos detentadores del poder: los mercados y quienes los dominan. El hecho de que la balanza se incline hacia la derecha o la socialdemocracia –nos negamos a denominarles izquierda- en las próximas elecciones del 20N no va a suponer opciones significativamente diferentes. La política económica la seguirán dirigiendo desde Alemania y los mercados dictarán, en última instancia, lo que deberá hacer el próximo gobierno en materia económica, financiera, laboral… Los políticos deberían tomar buena cuenta y reaccionar si no quieren verse sobrepasados por los movimientos sociales.
Una última consideración para finalizar este post: desde tiempos inmemorables la gran lucha de la humanidad ha sido por el reparto de la riqueza. Cuando la economía crece esa lucha se suaviza, porque en cierta medida hay para todos. Cuando hay recesión surgen los problemas. Hoy por hoy las demandas de redistribución de la riqueza son pacíficas, pero vivimos una época convulsa y de transformaciones muy profundas, por lo que el futuro es impredecible. Tan solo hay una cosa segura: la sociedad que se asiente tras esta crisis político-económico-social distará bastante de la democracia capitalista representativa del siglo XX. De todos nosotros, de no dejarnos manejar, depende su creación.
La Crisis Fringe durará más de una década y una vez se supere las cosas nunca serán iguales, el mundo habrá cambiado como lo hizo en 1929. Evitar el Efecto Mateo quiere decir que, para ese nuevo mundo que surja tras la gran crisis debemos tener en cuenta el desigual reparto de la riqueza, las necesidades humanas básicas o el sufrimiento de cientos y cientos de millones de seres, iguales a nosotros, que viven (sobreviven) con menos de un dólar al día. Y reorientarnos a la economía real más que hacia la cultura de la banca en la sombra, que nos ha llevado a la primera crisis del siglo XXI. El problema es que por ahora no tenemos a un Franklin Delano Roosevelt, ni a un Keynes con una renovada Teoría General; ni, por supuesto, a una valiente Ley Glass-Steagall . Y es que miran y no ven; oyen, pero no escuchan ni entienden.

© José A. Martínez y José L. Calvo, 2011.

domingo, 16 de octubre de 2011

La gangrena y los nefastos médicos de la UE.

A todo el mundo le atrae la seguridad y teme el peligro, todos quieren vivir y temen la muerte.

Según el Diccionario de la Real Academia Española la gangrena es “la muerte de los tejidos por falta de riego sanguíneo, generalmente a causa de una herida seguida de infección y putrefacción”, aunque también cabe la acepción de “ruina, asolamiento, daño o desperfecto grande”. El tratamiento habitual es la cirugía que elimina el tejido infectado o la amputación, necesaria en muchos casos. Los antibióticos solos no son eficaces porque no penetran suficientemente los músculos isquémicos. De no tratarse rápidamente puede dar origen a la muerte del paciente. Esta es la misma enfermedad que aqueja a la economía europea, financiera y real, desde el inicio de la crisis de 2007. Y las medidas tomadas por los políticos de la Unión no solo no han servido para atajarla sino que la han extendido aún más. El resultado, si no se interviene rápidamente y con contundencia, va a ser la desaparición del euro y de la Unión Europea.
Analicemos por qué decimos esto a la luz de cómo se han desarrollado los acontecimientos. Cuando comienza la crisis, en el 2007, se observa que algunos gobiernos de países de la UE se habían comportado de forma poco rigurosa (eufemismo): Grecia falseó sus cuentas. Atenas, durante una década y con la ayuda de Wall Street, realizó prácticas que le permitieron esquivar los límites de deuda establecidos por Bruselas, como señala el prestigioso The New York Times.
Una transacción promovida por Goldman Sachs permitió a Grecia ocultar miles de millones de euros en deuda a las autoridades de la UE. Unos tres meses antes de que Atenas empezara a preocupar a la zona euro, Gary Cohn, presidente de Goldman Sachs, y otros banqueros sugirieron a Grecia un producto financiero que posibilitaba a los griegos la redistribución de una parte de la deuda de su sistema sanitario, haciendo frente a ella más adelante –para los autores del artículo del NYT ese método es similar al que aplican ciudadanos con problemas económicos cuando hipotecan sus casas para pagar las facturas de sus tarjetas de crédito-. Lo sorprendente es que esta ingeniosa idea ya había funcionado en 2001, poco después de que Grecia fuera aceptada en la zona euro. En esos días, Goldman ayudó a Atenas con un plan (una transacción, que no salió a la luz pública porque fue calificada como una intermediación de divisas y no como un préstamo) con el que pudo tomar prestado miles de millones de euros sin superar los límites fijados por Bruselas.
Aunque Atenas no aceptó la última propuesta de Goldman, el papel que jugó Wall Street en el más reciente drama financiero mundial arroja serias dudas, porque instrumentos financieros como los derivados fueron fundamentales en la pre-crisis de deuda griega. (Otra cuestión es cómo fue posible que ese engaño griego superase todas las barreras de la UE, con la aquiescencia de algunos países grandes, y cómo se puede admitir que quién ayudó a su encubrimiento vaya a ser el próximo presidente del Banco Central Europeo).
En mayo de 2010 la UE aceptó inyectarle a Grecia 110.000 millones de euros en un primer plan de rescate para salvarla de la bancarrota. Después del país heleno también se acogieron a estos planes Portugal (78.000 millones) e Irlanda (85.000 millones) y nuevamente Grecia (100.000 millones más en julio de 2011). Italia y España hemos “bailado en la cuerda floja”, pero hoy por hoy seguimos en el lado de la no intervención directa (la indirecta es obvia, y si no que se lo pregunten al Sr. Zapatero y su “caída del caballo social” con posterior conversión al neoliberalismo). Para que ese dinero llegase a las arcas de los países “periféricos” afectados –los cruelmente denominados PIGS- se les exigió la implantación de un conjunto de medidas muy restrictivas, en algunos casos la práctica desaparición del estado del bienestar.
Es aquí donde comienza la gangrenación de la UE: Grecia no es capaz de hacer frente a todas las demandas de la troika –FMI, BCE y Comisión Europea- porque eso supone retrotraer a su economía y a sus ciudadanos a la situación de hace cuarenta años; como no puede implementarlas no se le entrega la totalidad del dinero sino solo parte; y dado que no tiene los recursos que necesita, el país debe hacer frente a la posibilidad de bancarrota (default) lo que introduce más inestabilidad en los mercados.
Como la herida helena no es curada surge la primera extensión de la gangrena: la desconfianza ante la falta de decisión de la UE para resolver la crisis griega se traslada a los otros periféricos cuya prima de riesgo se dispara. Estos entran en una espiral de imposible cumplimiento: es preciso emitir más deuda para pagar los mayores tipos de interés de la que ya tienen y, al mismo tiempo, deben reducir su gasto público con la consiguiente deflación de la demanda, que reduce la recaudación por impuestos –aunque estos suban; solo es preciso considerar que la demanda agregada es elástica para que las subidas de impuestos den origen a una menor recaudación-; los ingresos públicos no son capaces de cubrir el déficit (al que se ha sumado la nueva deuda y sus intereses más altos por la elevación de la prima de riesgo) y se hacen necesarios nuevos ajustes a la baja del gasto público.
Y dado que la UE vuelve nuevamente a no tomar medidas rotundas la gangrena se extiende por todo el cuerpo de la UE: ya no son solo los países periféricos los que sufren las consecuencias de la incapacidad política para curar la herida financiera europea, sino que el problema se traslada primero a Francia y Bélgica (Dexia) y dentro de poco a Alemania (que posee más del 40% de la deuda pública griega, por lo que un default pondría a sus bancos en una situación muy grave). Por ello, la necesidad de capitalizar los bancos europeos ante la posible quiebra griega y la sucesión de complicaciones que generará en las entidades financieras de la UE.
¿Qué ha fallado en la estrategia curativa de Europa? Decisión y un auténtico concepto de la Unión. Decisión para tomar las medidas necesarias en el momento oportuno. Con esto no queremos decir que se debería haber expulsado a Grecia del euro y la UE. Todo lo contrario. Habría que haber dicho: los griegos han engañado con sus cuentas pero hay que resolverlo, hay que desembolsar inmediatamente la cuantía total del plan de rescate e imponerles un gobierno dirigido por la UE que tome las decisiones necesarias para resolver la crisis sin necesidad de imponer medidas extremas a su población. Así se habría evitado la desconfianza y el contagio, se habría lanzado un mensaje de fortaleza y unidad.
El segundo elemento es aún más importante. Los países de Centroeuropa, con Alemania a la cabeza pero sin olvidarse de Austria, Holanda… no han tenido sentido de Europa y han pensado que podían salvarse solos, que podían dejar caer a los demás y salvar su nación. Y el mensaje –para Centroeuropa pero también para las autonomías españolas- es que ya no existe la nación alemana separada del resto, la entidad supranacional es Europa y es ahí donde hay que resolver las dificultades. Ellos piensan que no estamos a su altura “moral” y económica, pero ya no hay marcha atrás. Todos estamos embarcados en la UE y o nos salvamos todos o todos juntos iremos al fondo de la economía mundial.
Cualquier retraso, cualquier duda, solo hará que la infección se extienda más. La gangrena avanza inexorablemente. Ante un sistema financiero enfermo es imprescindible huir de los médicos miserables y paletos, es preciso tomar decisiones valientes y tomarlas ya. Por eso hay que actuar inmediatamente con unidad. La primera: el gobierno económico europeo.
E pluribus unum. De muchos, uno.

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2011.

viernes, 7 de octubre de 2011

La "Crisis FRINGE" y los universos paralelos: señales del colapso económico en el comienzo del siglo XXI

Sólo cuando conoces cada detalle de la disposición de un terreno puedes maniobrar

Desde hace tres años vivimos en una crisis global para la que se han intentado medidas parciales, simples y que no van a solucionar el grave problema financiero mundial. Porque billones de euros después, varias inyecciones de capital y nuevas recapitalizaciones de la banca, estamos en la casilla de salida o en una aún peor. Y es que la crisis económico-financiera que comenzó en 2008 podría denominarse la Crisis Fringe; esto es, aquella en que conviven dos realidades distintas de la economía: el lado real, productivo, donde se intercambian bienes tangibles –alimentos, viviendas, coches…-, donde las instituciones financieras se dedican a la labor de intermediación para la que fueron creadas, donde no pueden invertir su dinero para actuar en contra de sus propios clientes, y el lado oscuro, especulativo, donde los productos son no ya intangibles, sino irreales –futuros, opciones, certificados de depósitos…-, meras especulaciones que surgen de la mente de aquellos que las crean. Y lo que esta crisis está volviendo a demostrar es que lo realmente peligroso es que esos universos se mezclen.
Y eso es exactamente lo que pasó hace unos años con la eliminación de la Ley Glass Steagall (LGS), que actuaba de cortafuegos. Al abrir las puertas de contacto entre ambos universos empezó el problema y no tiene solución, porque como ya se ha explicado en este blog (ver el "Cubo Agujereado de Okun") todo el dinero que se proporcione para las capitalizaciones bancarias es como echarlo en un cubo lleno de agujeros, y nunca llegará en forma de créditos a los consumidores y las empresas. No vale para nada en el lado real.
¿Cómo funciona cada uno de los mundos y cómo se interrelacionan? Volvamos a FRINGE. Como buena historia televisiva, podríamos decir que todo comenzó cuando en los alegres años 20 del siglo XX entraron en contacto por primera vez los universos. De hecho en esa época comenzó a gestarse el universo especulativo. Muchos individuos, desconocedores del peligro, optaron por tener avatares o participar en las realidades de ambos mundos. Y si en la serie, "distorsiones de las leyes físicas y fuertes tormentas preceden al colapso de los mundos paralelos" de la misma forma sucesivas minicrisis a comienzos del siglo pasado nos estaban avisando de que la puerta se había abierto y que la confluencia de ambos universos podía tener un resultado fatal. La consecuencia es de todos conocida: la Gran Depresión de 1929.
Para cerrar la puerta entre universos se estableció la Ley Glass Steagall (promulgada en 1933 por la administración de Franklin D. Roosevelt) que separaba los bancos comerciales de la banca de inversión, a la banca normal de la banca en la sombra. La crisis demostró que era mejor no mezclar.
Esta Ley junto con la aplicación de políticas keynesianas de estímulo de la demanda agregada, después de la segunda guerra mundial, lograron que Occidente creciera económicamente durante décadas, hasta tal punto que muchos economistas pensaron que la teoría de los ciclos quedaba invalidada, que siempre se crecería. Al desarrollarse la economía financiera y sus nuevos productos, al aparecer el fenómeno inexorable de la globalización, esos mismos economistas pensaron que ya no era necesario el cortafuegos y que se podía derogar la Ley Glass Steagall –lo que se hizo el 12 de noviembre de 1999 por el Financial Services Modernization Act, más conocido como Gramm-Leach-Bliley Act-, que ahora ya era posible pasar de un universo al otro sin peligro. No solo eso, sino que donde realmente se vivía bien, donde se podían hacer pingües negocios era en el otro lado…en el universo especulativo. El nuevo escenario al que dio lugar la derogación fue el de todo vale, el de que las "reglas del nuevo juego financiero" eran que no había reglas porque los mercados eran "eficientes y no necesitan regularse". Pero no todo parecía funcionar tan a la perfección: en los setenta hubo dos crisis asociadas al petróleo, y ahí empezó el fin de los años de vino y rosas y el comienzo de la economía triste de los años ochenta.
Al devolver todo el poder al mercado (al hacer economía vudú, como diría Krugman) la política económica pierde la capacidad de maniobra y eso se hizo al romper la frontera de los universos, al fomentar el negocio de especuladores sin escrúpulos y de financieros por objetivos donde lo importante era la parte variable. Se inició así una nueva carrera que produjo la situación actual de descontrol total. Porque, si bien hubo crisis desde 1990 a 2000, se trataba de avisos (señales del colapso) de que el sistema no funcionaba bien, de que era necesaria una regulación financiera a nivel global.
Y así, si después de la crisis de 1929 la economía y el mundo no volvieron a ser iguales, después de la de 1999, tampoco. Y cuando llegó la hecatombe de 2008 ya no teníamos instrumentos financieros para defendernos del contagio, no teníamos cortafuegos: los universos paralelos estaban mezclados.
Al igual que en FRINGE lo realmente importante es cerrar las puertas al universo especulativo, porque de lo contrario, es imposible que fluya el crédito en el lado productivo y, como consecuencia, es quimérica la recuperación del crecimiento y la generación de empleo. Cualquier propuesta de salida de la actual crisis pasa, inexorablemente, por cerrar la puerta al universo especulativo. Esto no quiere decir que no deba existir, significa simplemente que los que quieran vivir en él lo pueden hacer, pero que su comportamiento no puede contagiar a la economía real.

[La serie Fringe está protagonizada por Anna Torv en el papel de Olivia Dunham, John Noble en el papel del científico Walter Bishop (un "Frankenstein mezclado con Albert Einstein" ) y Joshua Jackson como su hijo, Peter Bishop. La serie es heredera de otras como The X-Files y actualmente se emite la cuarta temporada].

© José L. Calvo y José A. Martínez. 2011.