El sabio general busca alimento en el enemigo. Un barril de comida del enemigo equivale a veinte barriles de los propios. Un fardo de forraje del enemigo equivale a veinte fardos del propio.
Las pensiones públicas han saltado al terreno de la discusión político-económica en las últimas semanas. Primero fue el Gobernador del Banco de España el que señaló la necesidad de modificar el actual sistema. A sus comentarios le respondió, airadamente, el Ministro de Trabajo. Posteriormente se añadieron a la polémica nuevos políticos, economistas e incluso empresarios. Pero ¿qué hay realmente detrás de este debate?
En primer lugar, es difícil que alguien discuta la necesidad de una modificación del actual sistema de pensiones. Aunque sea por simple lógica matemática, el aumento de la esperanza de vida junto con el mantenimiento de la edad de jubilación han hecho que aumente muy sustancialmente su coste. Como decimos, en este caso la lógica es aplastante: si antes el español medio se jubilaba a los 65 años y vivía hasta los 70 (5 cobrando la jubilación) ahora se jubila a la misma edad pero su esperanza de vida ha llegado hasta los 85 (20 años cobrando). Esto supone un doble incremento: el de las personas a las que hay que pagar una pensión y el del período por el que la cobran. Insostenible salvo que la población ocupada crezca en la misma proporción, algo que no está teniendo lugar. Es por ello que incluso desde el propio Ministerio de Trabajo han surgido propuestas que tratan de ligar la edad de jubilación y la esperanza de vida, o la jubilación voluntaria en algunas profesiones.
Pero hay otro argumento que justifica la reforma y que no ha sido empleado en esta discusión: el actual sistema de pensiones permite a los jubilados vivir sin afectar a su patrimonio. Dicho clara y llanamente, las constantes demandas de mejora de las pensiones pretenden que estas cubran una calidad de vida aceptable sin que los jubilados hagan uso de sus recursos privados, que intentan que pasen íntegros a sus herederos. Es decir, en muchos casos lo que se está demandando es una financiación pública de las herencias privadas. Lo que supone una absoluta contradicción con la racionalidad económica y con lo que sucede en nuestro entorno.
Según la Teoría del Ciclo Vital de Franco Modigliani (1918-2003,) Premio Nobel de Economía en 1985, los ahorros de los individuos son los que posibilitan que estos mantengan una corriente de consumo estable. Para este autor los ingresos presentan una forma de U invertida, de manera que en los primeros y últimos años de su vida los agentes desahorran, mientras que en el período de en medio, el de máxima productividad y en consecuencia mayores ingresos, ahorran. Lo que aplicado al caso que estamos considerando significa que cuando llegamos a la edad de jubilación utilizamos los recursos que hemos estado ahorrando a lo largo de nuestra vida laboral con el objeto de tener un retiro confortable. Un razonamiento económico impecable.
Esto, como decimos, también se puede apreciar si vemos lo que hacen los jubilados americanos o nuestros socios británicos, alemanes, franceses,… que tienden a vender sus posesiones (casas, acciones,…) con el fin de disfrutar de una jubilación cómoda, muchas veces en nuestro país. Eso supone, obviamente, que los herederos deben buscarse sus propios recursos, ya que el patrimonio heredable va disminuyendo a medida que aumenta la esperanza de vida.
Pero, ¿qué se hace en España? En nuestro país por el contrario, se protege la herencia. Veámoslo con un ejemplo. Supongamos un agricultor jubilado que a lo largo de su vida ha acumulado un patrimonio por su trabajo. En este sector por regla general las pensiones son bajas, por lo que siguiendo la lógica que domina en nuestro país demandará una subida de su pensión y todos consideraremos justa su petición, ya que el dinero público que obtiene en la actualidad no le permite llevar una vida especialmente desahogada. Pero ¿qué ocurre con su patrimonio?, pues que se mantendrá intacto. En consecuencia, ¿a quién estaremos realmente beneficiando si aumentamos su pensión? Claramente a sus herederos. Es decir, que el aumento de la pensión de este agricultor adinerado a partir del erario púbico generará un beneficio privado a sus herederos.
Es evidente que no todos los jubilados están en la situación antes descrita. Pero sí lo es que un buen número de ellos tienen unos recursos que han generado a lo largo de su vida laboral. Lo que nosotros proponemos es que disfruten de esa riqueza y que no sea el Estado; es decir todos nosotros, los que financiemos el traspaso de ese patrimonio a sus herederos. En definitiva, aplicar la Teoría del Ciclo Vital de Modigliani. Y eso se puede conseguir por muy diferentes vías: se ha hablado de pensiones privadas, de hipotecas inversas, etc., incluso se ha propuesto un sistema mixto de reparto y capitalización. Pero a lo mejor la solución es más simple y más justa: un sistema de pensiones públicas en el que cobren menos los que más capital poseen. Medida que posibilitará que el sistema sea sostenible y que nuestros mayores disfruten realmente de aquello que tanto esfuerzo les costó conseguir.
© J. A. Martínez y J. L. Calvo 2009
Las pensiones públicas han saltado al terreno de la discusión político-económica en las últimas semanas. Primero fue el Gobernador del Banco de España el que señaló la necesidad de modificar el actual sistema. A sus comentarios le respondió, airadamente, el Ministro de Trabajo. Posteriormente se añadieron a la polémica nuevos políticos, economistas e incluso empresarios. Pero ¿qué hay realmente detrás de este debate?
En primer lugar, es difícil que alguien discuta la necesidad de una modificación del actual sistema de pensiones. Aunque sea por simple lógica matemática, el aumento de la esperanza de vida junto con el mantenimiento de la edad de jubilación han hecho que aumente muy sustancialmente su coste. Como decimos, en este caso la lógica es aplastante: si antes el español medio se jubilaba a los 65 años y vivía hasta los 70 (5 cobrando la jubilación) ahora se jubila a la misma edad pero su esperanza de vida ha llegado hasta los 85 (20 años cobrando). Esto supone un doble incremento: el de las personas a las que hay que pagar una pensión y el del período por el que la cobran. Insostenible salvo que la población ocupada crezca en la misma proporción, algo que no está teniendo lugar. Es por ello que incluso desde el propio Ministerio de Trabajo han surgido propuestas que tratan de ligar la edad de jubilación y la esperanza de vida, o la jubilación voluntaria en algunas profesiones.
Pero hay otro argumento que justifica la reforma y que no ha sido empleado en esta discusión: el actual sistema de pensiones permite a los jubilados vivir sin afectar a su patrimonio. Dicho clara y llanamente, las constantes demandas de mejora de las pensiones pretenden que estas cubran una calidad de vida aceptable sin que los jubilados hagan uso de sus recursos privados, que intentan que pasen íntegros a sus herederos. Es decir, en muchos casos lo que se está demandando es una financiación pública de las herencias privadas. Lo que supone una absoluta contradicción con la racionalidad económica y con lo que sucede en nuestro entorno.
Según la Teoría del Ciclo Vital de Franco Modigliani (1918-2003,) Premio Nobel de Economía en 1985, los ahorros de los individuos son los que posibilitan que estos mantengan una corriente de consumo estable. Para este autor los ingresos presentan una forma de U invertida, de manera que en los primeros y últimos años de su vida los agentes desahorran, mientras que en el período de en medio, el de máxima productividad y en consecuencia mayores ingresos, ahorran. Lo que aplicado al caso que estamos considerando significa que cuando llegamos a la edad de jubilación utilizamos los recursos que hemos estado ahorrando a lo largo de nuestra vida laboral con el objeto de tener un retiro confortable. Un razonamiento económico impecable.
Esto, como decimos, también se puede apreciar si vemos lo que hacen los jubilados americanos o nuestros socios británicos, alemanes, franceses,… que tienden a vender sus posesiones (casas, acciones,…) con el fin de disfrutar de una jubilación cómoda, muchas veces en nuestro país. Eso supone, obviamente, que los herederos deben buscarse sus propios recursos, ya que el patrimonio heredable va disminuyendo a medida que aumenta la esperanza de vida.
Pero, ¿qué se hace en España? En nuestro país por el contrario, se protege la herencia. Veámoslo con un ejemplo. Supongamos un agricultor jubilado que a lo largo de su vida ha acumulado un patrimonio por su trabajo. En este sector por regla general las pensiones son bajas, por lo que siguiendo la lógica que domina en nuestro país demandará una subida de su pensión y todos consideraremos justa su petición, ya que el dinero público que obtiene en la actualidad no le permite llevar una vida especialmente desahogada. Pero ¿qué ocurre con su patrimonio?, pues que se mantendrá intacto. En consecuencia, ¿a quién estaremos realmente beneficiando si aumentamos su pensión? Claramente a sus herederos. Es decir, que el aumento de la pensión de este agricultor adinerado a partir del erario púbico generará un beneficio privado a sus herederos.
Es evidente que no todos los jubilados están en la situación antes descrita. Pero sí lo es que un buen número de ellos tienen unos recursos que han generado a lo largo de su vida laboral. Lo que nosotros proponemos es que disfruten de esa riqueza y que no sea el Estado; es decir todos nosotros, los que financiemos el traspaso de ese patrimonio a sus herederos. En definitiva, aplicar la Teoría del Ciclo Vital de Modigliani. Y eso se puede conseguir por muy diferentes vías: se ha hablado de pensiones privadas, de hipotecas inversas, etc., incluso se ha propuesto un sistema mixto de reparto y capitalización. Pero a lo mejor la solución es más simple y más justa: un sistema de pensiones públicas en el que cobren menos los que más capital poseen. Medida que posibilitará que el sistema sea sostenible y que nuestros mayores disfruten realmente de aquello que tanto esfuerzo les costó conseguir.
© J. A. Martínez y J. L. Calvo 2009