miércoles, 24 de septiembre de 2008

La formación universitaria española. ¿Va el EEES a cerrar el gap entre educación y mercado o son los grados los mismos perros con distintos collares?

En el ejército la cantidad no implica calidad. No avances con aire marcial. Basta con que seas fuerte, te enfrentes al enemigo y lo derrotes; eso es todo.
No obstante, si uno no planifica y no presta consideración al enemigo, con seguridad será vencido por él.
La semana pasada un Informe de la OCDE sobre educación señalaba que España era el país con mayor porcentaje de estudiantes universitarios de la Organización. Esta información tan positiva permitió incluso la aparición de nuestra Ministra de Educación enfatizando las bonanzas del sistema educativo español.
Pero dos días después recibimos la cara negativa de ese mismo Informe, ya que España es también el país de la OCDE con mayor porcentaje de sobreeducación. En realidad el Informe corrobora lo que vemos todos los días: muchos universitarios de nuestro país trabajan en profesiones que nada tienen que ver con su capacitación.
¿Cuál es el motivo de que tengamos tantos universitarios y que, sin embargo, no encuentren trabajo en la profesión para la que se ha cualificado? La respuesta es casi obvia: las titulaciones universitarias actuales no se ajustan a las demandas del mercado.
Una propuesta teórica de solución a este desajuste entre la oferta educativa y la demanda del mercado es el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Pero ¿son los nuevos grados una solución real a la actual situación? ¿se ajustan de verdad a las cualificaciones que demanda la realidad ? Por lo visto hasta ahora ni mucho menos.
El EEES nos ha pillado a todos, Ministerio, Universidades y profesores, ‘fuera de juego’. Nadie esperaba que se fuera a aplicar y si a eso añadimos esa costumbre tan española de dejarlo todo hasta el último momento, era lógico que llegásemos a su implantación y nadie hubiese hecho nada. Los gobiernos de ambos partidos se sucedían, y nadie se ponía manos a la obra porque o bien no creían en el proyecto de Bolonia o bien porque la Universidad es una patata caliente a la que nadie quiere meter mano. Durante muchos años ha existido un compromiso tácito entre la Universidad española y los diferentes Ministerios: yo os pago poco, una miseria si nos atenemos a los sueldos de otras universidades europeas y a la cualificación exigida, pero os dejo hacer lo que os dé la gana. Incluso en algunas universidades se ha permitido "montar chiringuitos" para compensar esos ingresos reducidos.
Pero llegó el momento de la implantación del EEES, el Ministerio se vio con el agua al cuello y decidió tirar hacia delante rompiendo su propio esquema (yo pongo el 80% de las materias) y dejando que las Universidades hicieran lo que quisieran pero con una restricción: ni un solo euro más de presupuesto. Dicho en román paladino: haced el cesto con los mismos mimbres.
Esta era la situación de partida para la oferta educativa universitaria: ni un euro más; un porcentaje importante del profesorado desincentivado económicamente, funcionario, es decir que se le puede presionar lo justo, que lleva años impartiendo la misma materia y al que lo único que se le ofrece es más trabajo por el mismo sueldo; plena libertad a las Universidades para que elaboren sus grados; y todo cubierto por un lenguaje ininteligible, digno muchas veces de los diálogos de los hermanos Marx.
¿Cuál podía ser el resultado de esta mezcla explosiva? Unos grados que se ajustan no a las necesidades de la demanda, sino a lo que existe en la oferta. Nuevos grados que no se orientan al mercado sino que se ajustan al profesorado actual que tienen las universidades y a los conocimientos que estos poseen. Es decir, los mismos perros con distintos collares.
Nosotros estamos convencidos que este esfuerzo del EEES es necesario e incluso imprescindible y que en el futuro funcionará. Pero es probable que haga falta que la actual generación de profesores que "cerramos" la Universidad nos jubilemos y que entre savia nueva para regenerarla, a la que, por otra parte, habrá que pagar de acuerdo a su cualificación. Pero hasta entonces seguiremos saliendo en los rankings de la OCDE en las mismas posiciones. Eso si la ANECA y el gobierno no lo remedian.

lunes, 15 de septiembre de 2008

A vueltas con las financiación autonómica. Una sencilla propuesta federalista

Si actúas de forma consecuente para entrenar a tus hombres, ellos te obedecerán. Si actúas de forma inconsecuente para entrenarlos, no te obedecerán. Aquel que actúa de forma consecuente se halla en sintonía con la tropa.
En las últimas semanas se ha reabierto el debate sobre la financiación autonómica. Nada nuevo si no fuera porque en esta ocasión quienes amenazan al gobierno con ponerle las cosas difíciles son aquellas autonomías en las que gobiernan sus ‘hermanos’ de federación, fundamentalmente catalanes y gallegos. Pero ¿qué modelo tenemos ahora?, ¿cuál es la nueva propuesta? y ¿qué modelo debería ser utilizado a nuestro juicio? Trataremos de responder a estas preguntas con un sencillo ejemplo.
En la actualidad España es una familia que tiene una madre, la Administración Central regentada en alternancia por los dos grandes partidos, y 17 hijos (las autonomías) que trabajan y se ganan la vida (a través de los impuestos directos). El modelo lo podríamos catalogar de madre controladora o dominante, ya que la madre/estado recoge el sueldo de todos sus hijos y lo distribuye entre ellos en función de su criterio. Es un criterio eminentemente comunista: de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades (que determina, eso sí, el partido en el gobierno). Evidentemente esto supone un alto grado de arbitrariedad.
Arbitrariedad en la recolección de los ingresos, ya que el trato no el mismo para todos: Patxi se queda con lo que ingresa y da solo una parte, el cupo, a la madre; Fermín siempre tuvo un trato diferencial, incluso cuando vivía el abuelo Francisco; y al resto poco a poco ha ido cediéndole parte de sus ingresos, si bien todavía controla un porcentaje elevado.
Pero donde se demuestra más la arbitrariedad es en el reparto: Rocío, Guadalupe, Suso y Caco tienen un trato preferencial, probablemente porque son un semillero de votos que hay que cuidar especialmente y de los que depende la elección del partido que ejerce de madre; Marcos se da por perdido, porque con su edad no es probable que cambie de opinión ni dándole más dinero; de Jordi siempre se ha desconfiado y a Isidro le han cortado el grifo estos últimos años por rebelde y castizo.
Ante esta situación algunos hijos se han rebelado y han pedido un cambio de modelo. Jordi ha exigido ser tratado como Patxi, y la actual madre, en una de esas promesas que luego es incapaz de cumplir, le dijo que sí. Pero ¿es sensato lo que piden los catalanes? Desde nuestra perspectiva sí y no.
Comencemos por el sí. La propuesta catalana sería plenamente asumible si se aplicase a todas las CC.AA. Es, en definitiva, un modelo federal al que podríamos denominar de madre administradora. En él cada Comunidad se haría responsable de sus ingresos (impuestos directos) y gastos (transferencias), aportando un porcentaje para los gastos comunes y para ayudar a aquellos hermanos que están en peor situación. Esto reduciría significativamente la arbitrariedad, que no existiría en los ingresos y que sería mucho más controlable en los gastos. Pero además introduciría disciplina en estos últimos en algunos hijos que llevan años ‘tirando de largo’ apoyados por la madre/estado para gastar mucho más de lo que ingresan.
Nuestro rechazo a la propuesta catalana viene por su demanda de ‘asimetría’. Es decir, que se me deje a mí mantener mis ingresos pero que los demás contribuyan al fondo común como hasta ahora. A esta propuesta se le puede aplicar el dicho español de ‘lo mío mío y lo de los demás a medias”, y suena demasiado a un intento de aprovechar ese fondo común para saldar la deuda que el actual gobierno contrajo con Catalunya en las pasadas elecciones. Ello a costa de las demás CC.AA. que aportan mucho más de lo que gastan (sobre todo Madrid y la Comunidad Valenciana que, por azares del destino, están gobernadas por la oposición) y permitiendo que Rocío, Guadalupe, Suso y Caco se sigan llevando la ‘parte del león’ de los ingresos comunes.
Nuestra propuesta en este caso es clara: España está hoy madura para un modelo federal, cuando menos en lo económico, que permita a todas las CC.AA. manejar sus ingresos y gastos. Y luego, obviamente, un fondo para los gastos comunes y para ayudar a quien lo necesita. Pero también es importante que aquél da la ayuda sepa lo que se está haciendo con su dinero, y que quien la recibe sea también consciente de que parte de lo que está gastando se lo debe a sus hermanos. Solidaridad sí, pero también responsabilidad e igualdad de trato.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La crisis española. ¿Para cuándo una respuesta realista de los grandes partidos?

Si el general se dirige a sus hombres de forma repetida y suave, en tono mesurado, es que ha perdido el respeto de su tropa, si se otorgan muchas recompensas es que necesita mucha ayuda… si el ejército enemigo se muestra airado y se enfrenta a ti durante mucho tiempo, sin llegar al ataque o proceder a la retirada, deberás examinar cuidadosamente la situación.
Desgraciadamente, lo que augurábamos muchos de los profesionales de la economía hace unos meses ha sido corroborado por los últimos datos: la recesión económica está a la vuelta de la esquina. Con el segundo trimestre de este año en un crecimiento prácticamente nulo, 0,1%, y unas previsiones para el actual que no mejoran, la recesión en su más estricta definición, dos períodos sin crecimiento, es un hecho por mucho que el gobierno se empeñe en seguir enmascarándolo con una terminología que movería a la risa si no fuera por la gravedad de la situación – el presidente ha pasado de los informativos a los programas de humor -.
Dos hechos políticos empeoran, además, los problemas económicos a los que se enfrenta nuestro país: la actitud del gobierno de seguir ‘negando la mayor’, utilizando eufemismos para algo que otros países de nuestro entorno ya han reconocido: el fin de semana pasado el ministro de economía británico afirmaba que era la peor crisis de los últimos 60 años; y la de la oposición, empeñada en utilizar cualquier arma para criticar la política gubernamental, pero sin aportar ninguna idea positiva y sin ningún ofrecimiento de colaboración.
El que el gobierno no reconozca la crisis plantea a su vez un doble problema: hace menos creíbles las medidas de política económica que trata de aplicar, ya que si la situación no es tan grave no tiene sentido emplear medidas enérgicas. Es como dar quimioterapia sin haber reconocido antes que existe un cáncer sino una ‘enfermedad complicada’; y por otro lado, posibilita el resurgimiento de la vieja mentalidad española que nos dice que si alguien niega el problema debes buscar ya mismo una solución, porque este es mucho más grave de lo que se afirma –siguiendo con el símil, si el médico nos dice que la enfermedad es grave pero que seremos capaces de superarla ya ‘sabemos’ que es mortal-. De esta forma, el gobierno ha reforzado la pérdida de confianza de los consumidores, elemento clave en la actual crisis económica española. Porque no olvidemos que una parte importante de esta crisis se encuentra en la confianza de los consumidores de nuestro país que han decidido retraer su gasto previendo un futuro que se vislumbra mucho más negro de lo que probablemente vaya a ser. Somos españoles, y por ello dados a sobrerreaccionar: hace un año éramos los más ricos de Europa –recuerden que habíamos superado en renta per cápita a Italia y en algún medio se llegó a afirmar que éramos la locomotora de Europa- y ahora somos pobres de solemnidad.
Por su parte, el PP vuelve a aplicar la misma política que ya le hizo fracasar en la pasada legislatura, si bien esta vez en lugar de utilizar el terrorismo ha elegido la crisis económica. Su táctica: echarle la culpa al gobierno de todo lo que pasa, no colaborar y, sobre todo, no ofrecer ninguna alternativa. En este comienzo de curso no hemos visto en ningún momento al señor Rajoy y a su partido hacer ni una sola propuesta positiva que sea aplicable en la solución de la crisis. Como decimos, esta estrategia le llevó a perder las pasadas elecciones y aunque la crisis le pasará factura al partido en el gobierno, la oposición no transmite ninguna capacidad para abordar esos mismos problemas económicos.
Como nosotros no deseamos actuar como la oposición, queremos seguir ofreciendo algunas ideas en este blog. La primera es obvia a partir de lo aquí expuesto: el gobierno debe explicar a los ciudadanos la gravedad real de la crisis económica española, los márgenes de actuación, y las medidas que está aplicando para cambiar un modelo de crecimiento ya agotado, basado en la construcción, por otro que debería estar sustentando por la creatividad y la innovación. Con seriedad, sin brindis al sol, llamando a las cosas por su nombre y haciéndose creer. Y por favor, una política de austeridad en el gasto público corriente y en las promesas electorales y los pactos de financiación autonómica: no estamos para dilapidar nuevamente 10.000 millones de euros por una ocurrencia.
Y a la oposición le recomendamos lo de siempre: colaborar. La situación económica es lo suficientemente grave como para requerir un pacto de estado. Ya se hizo una vez incluso por políticos que se habían enfrentado en una guerra civil. Eso si fue un acto de patriotismo.