martes, 8 de julio de 2008

¿Es el petróleo un bien de lujo en España?

"...Los planes de los sabios incluyen necesariamente ventaja y daño. Incluyen ventajas. Por eso puede confiarse en el servicio. Incluyen daño. Por eso se puede deshacer la adversidad".

La actual situación energética, con unos precios del petróleo cercanos a los 150$ el barril, no parece que vaya a remitir sino que con mucha probabilidad tenderá a complicarse aún más. Y ello porque ni las demandas de los países desarrollados van a disminuir a corto plazo –la demanda es muy inelástica a corto y medio plazo- , ni mucho menos las de otros países como China o la India, ya que sus altas tasas de crecimiento están asentadas en necesidades crecientes de combustible.
Esto plantea un problema muy grave a economías como la española, totalmente dependientes de las importaciones de crudo. Pero, y sobre todo, plantea un problema conceptual que ni desde los foros económicos ni mucho menos desde los políticos hemos visto confrontar: ¿se ha convertido el petróleo en un bien de lujo para los consumidores finales españoles?, lo que se traduce en otra pregunta: si es así, si es un bien escaso y de consumo suntuoso para ese colectivo, ¿no sería bueno adoptar una política económica que reconociera nuestra dependencia energética y que actuase con firmeza para reducir el consumo especialmente ese no necesario?. Nosotros creemos que sí, pero vayamos por partes.
Dentro de los consumidores españoles pueden distinguirse claramente dos grupos: aquellos que necesitan el petróleo para desarrollar sus actividades productivas –empresas y autónomos, fundamentalmente- y aquellos otros que utilizamos los combustibles para actividades no necesarias para nuestro sustento –transporte al trabajo, disfrute privado, ocio,…-. La actual política energética no distingue entre estos dos colectivos, de forma que el precio de las gasolinas es el mismo para todos los consumidores, independientemente de su destino final si descontamos el gasóleo agrícola y pesquero.
Pero como acabamos de señalar, la misión del combustible en uno u otro caso es muy dispar. Mientras que para los primeros, los que lo emplean para actividades productivas, es una necesidad, para los otros, los que lo empleamos para satisfacer nuestro consumo final, es un producto no necesario, sustituible por otros como los transportes públicos.
Pues bien, si es un producto escaso, si España no puede pagar la factura energética al precio al que ahora se ha situado el barril, si para ese segundo grupo de consumidores que comentamos los combustibles son un producto que no está dedicado a satisfacer necesidades básicas ¿por qué no desincentivar el consumo privado finalista del petróleo? ¿Por qué no modificar el sistema impositivo introduciendo una tarifa en dos tramos como se hace con la electricidad?
Nuestra proposición es sencilla: supongamos que hay 10 consumidores 6 de los cuales son empresas o autónomos y 4 son consumidores finales (como usted o como yo que utilizamos el coche para el ocio) y que el precio del litro de gasoil es de 1€ (¡ojalá!) de lo que 0,50€ son impuestos por lo que la recaudación es de 5€. Introduzcamos un sistema de tarifa por tramos: si no queremos cargar el precio de las empresas y hacemos desaparecer el impuesto para ellas pagarán 0,50€ el litro, mientras que la recaudación total recaerá sobre los 4 consumidores finales que deberán pagar el litro de gasoil a 1,75€ (0,50 del precio más 5€ de recaudación impositiva distribuida entre 4 consumidores finales).
Es evidente que la propuesta necesita múltiples matizaciones y, sobre todo, de la implantación de un sistema de vigilancia que elimine la posibilidad de un mercado negro. Pero como ya hemos dicho está vigente en otros productos energéticos como la electricidad. ¿Por qué no las gasolinas?
Una última cuestión. Se nos ha acusado de que esta propuesta favorece a los ricos. Pero ¿incrementar los impuestos en los yates para que solo los utilicen aquellos que quieren navegar en condiciones suntuosas favorece también a los ricos? Pues piensen que es lo mismo: los combustibles son ya, hoy por hoy, un bien de lujo para los consumidores españoles. Y es hora de que lo asumamos y actuemos en consecuencia.