lunes, 26 de septiembre de 2011

Ley Glass-Steagall: ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas?

Cuantas más defensas induces a adoptar a tu enemigo, más debilitado quedará.

La crisis económico-financiera de 2008 pasará a la historia junto con la de 1929 como las dos más perniciosas del capitalismo. Y aunque ahora ya prácticamente no se hacen analogías entre la una y la otra, nosotros pensamos que cada vez se asemejan más. Por eso posiblemente sus soluciones también deban tener un gran parecido.
Ambas crisis surgieron de un período de alegría incontenida, de una época en la que todos creían que el bienestar estaba garantizado y que el capitalismo había conseguido encontrar la vía para un crecimiento sin límite; de un período en el que el sector real/productivo cedió su predominio al financiero/especulativo, y todos consideraron que era más rentable ganarse la vida invirtiendo en acciones, bonos, futuros… en vez de crear empresas y trabajar; y, sobre todo, de un sector financiero absolutamente desregularizado, del capitalismo salvaje.
Para hacer frente a la Gran Depresión una de las decisiones más importantes que se tomó –y probablemente una de las más desconocidas- fue el establecimiento en 1933 de la Ley Glass Steagall, que promovió la separación entre la banca comercial y la banca de inversión. De hecho, nosotros creemos que esta ley tuvo tanta trascendencia para superar la primera gran crisis del capitalismo como la política keynesiana del New Deal de Roosevelt. Un simple dato de su relevancia: durante los 67 años que estuvo vigente –hasta la aprobación por Bill Clinton el 12 de noviembre de 1999 del Financial Services Modernization Act, más conocido como Gramm-Leach-Bliley Act- el capitalismo sufrió varias crisis, pero ninguna de la entidad de la que se produjo en 1929; tras su derogación, introduciendo la plena liberalización del sistema financiero, este solo tardó 7 años en hundirse y arrastrar al resto de la economía a una crisis sin precedentes.
Pero, ¿qué significa la separación entre la banca comercial y la banca de inversión? ¿Qué son cada una de ellas? En la banca comercial, o banca tradicional, lo que las entidades hacen es coger el dinero que depositan los ahorradores y prestárselo a las empresas para llevar a cabo la actividad productiva, obteniendo un beneficio por esa labor. La diferencia entre lo que pagan y lo que cobran es positiva, y ahí reside su beneficio básico. Es el típico negocio de intermediación, cuyo beneficio es muy estable y hace extremadamente difícil que un banco comercial entre en pérdidas. Por su parte, la banca de inversión se dedica a sacar empresas a Bolsa, diseñar y ejecutar OPA's, fusiones, emisiones de bonos, operaciones de trading de gran volumen en los mercados financieros, etc. Es la parte creativa del negocio bancario, por lo que si bien sus beneficios pueden ser muy elevados también son mucho más inestables. En los momentos buenos de la economía gana mucho más dinero que la banca comercial, pero en los momentos de desaceleración puede sufrir grandes caídas de beneficios e incluso entrar en pérdidas.
La ola liberalizadora que surgió tras el Gramm-Leach-Bliley Act tuvo como resultado la fusión entre los dos tipos de banca, y todos se dedicaron a hacer de todo. De hecho, permitió a los bancos realizar una actividad denominada propietary trading consistente en invertir su propio dinero en todo tipo de activos, pero sobre todo en los más rentables y, consecuentemente, más arriesgados: certificados de depósitos, futuros… Su apalancamiento, es decir la inversión ligada a cada euro propio del banco, llegó a ser de entre 40€ en USA y 60€ en Europa. Pero el propietary trading tiene dos efectos perversos: el primero que pone en riesgo a la institución financiera, ya que ahora no invierte (y expone) el dinero de sus clientes sino el suyo propio. Y con esas tasas de apalancamiento cualquier desajuste puede provocar el caos; y en segundo lugar, como se demostró en el caso de Goldman Sachs, que la institución financiera puede actuar contra los intereses de sus clientes (les vendía Certificados de Depósito y con el dinero del banco “apostaba” a que el valor de esos CDOs iba a descender). Obama ha querido prohibirlo pero no ha podido.
¿En qué se traduce todo esto? Pues que en nuestra opinión no solo no se ha salido de la crisis de 2008 como se está intentando vender a todo el mundo, sino que lo que se está haciendo es una cura paliativa, se está tratando de aliviar los síntomas; pero el problema financiero que está en el origen no se ha corregido, no se ha hecho por falta de voluntad política. Y nuestra propuesta es sencilla: ¿por qué no retornamos a una renovada Ley Glass Steagall que ponga orden entre tanto caos especulativo? ¿Por qué no separamos nuevamente la banca comercial, que se dedicaría a su misión fundacional de intermediación y en esa medida permitiría que fluyese el crédito, de la de inversión, especializada en actividades más propias de un casino en la actualidad?
Los políticos europeos andan perdidos en sus nacionalismos y visión cortoplacista; parecen comportarse como un replicante ( Blade Runner,1982) desorientado en busca de respuestas .Y como en la genial novela de 1968 de Philip K. Dick habría que preguntarles: ¿sueñan los androides (europeos) con ovejas eléctricas?

© José A. Martínez y José L. Calvo 2011. No citar sin autorización expresa de los autores.

martes, 13 de septiembre de 2011

The Day After Greece. Imitation of Life

El que los adversarios vivan o mueran depende de ti; así pues, es como si fueras el director de su destino.
En la película dirigida por Roland Emmerich en 2004 The Day After Tomorrow el protagonista sugiere que el calentamiento global podría provocar un cambio brusco y catastrófico en el clima de la Tierra, al igual que sucedió hace diez mil años; por eso alerta a las autoridades del peligro, pero su advertencia llega demasiado tarde y graves eventos climatológicos comienzan a suceder alrededor del planeta.
Tenemos la impresión de que algo muy similar está pasando ahora mismo en la economía mundial (no sólo europea). Las señales están ahí: incertidumbre, volatilidad, derrumbe de las bolsas, problemas de deuda soberana y anuncios oficiales (FMI, OCDE, BM) de recesión o Gran Depresión. El Presidente Obama habló hoy sobre Grecia y señaló que es ahora mismo el "gran problema inmediato", aunque "el mayor problema" es, "lo que pase en España e Italia si los mercados siguen arremetiendo contra esos países muy grandes". Este lunes (12/09) las Bolsas vivieron una jornada negra, arrastradas por rumores de que Grecia se encuentra en quiebra, algo que, de confirmarse, podría suponer un problema de dos billones de euros en la banca europea. La Presidencia de Norteamérica piensa que las turbulencias del euro tienen un "impacto enorme en toda la economía, no solo en los Estados Unidos". El Presidente insistió: "nos encontramos en profundo contacto con los europeos para tratar de resolver esta crisis". Por su parte, Krugman, en un brillante artículo publicado hoy mismo, manifiesta lo siguiente: "España, en concreto, tenía superávit presupuestario y una deuda baja antes de la crisis financiera de 2008; se podría decir que su historial fiscal era impecable. Y aunque fue golpeada duramente por el fin de su boom inmobiliario, sigue siendo un país con una deuda relativamente baja y resulta difícil defender el argumento de que la situación fiscal subyacente del Gobierno de España sea peor que la de, por ejemplo, el Gobierno británico. Entonces, ¿por qué tiene España -junto con Italia, que tiene una deuda más alta…tantos problemas? La respuesta es que estos países se enfrentan a algo muy parecido a una espantada masiva bancaria, excepto por el hecho de que la retirada masiva de fondos afecta a los Gobiernos, en vez de…a sus instituciones financieras: los inversores, por la razón que sea, tienen miedo de que un país no sea capaz de pagar sus deudas. Esto hace que no estén dispuestos a comprar los bonos del país o, al menos, no salvo que se les ofrezca un tipo de interés muy alto".
Los últimos datos de la economía estadounidense y de la zona euro señalan la existencia de una nueva recesión en esta crisis que parece no tener final. Los “brotes verdes” europeos y americanos se han secado. Y mientras, el mundo académico y profesional se sume en un nuevo debate sobre si la crisis presenta forma de V, de U con un largo período en el “fondo”, en forma de W…
Consideramos este debate estéril, y seguimos manteniendo nuestra posición ya comentada en algunos posts: esta es una crisis sistémica, de forma que hasta que no se resuelvan las incógnitas que plantean el paso del sistema actual hacia una nueva forma de entender el capitalismo no será posible salir de la crisis. Dicho en términos que entendamos todos, en septiembre de 2007 el “muro” del capitalismo también cayó, y todavía no hemos encontrado el camino para manejarnos sin él.
Pero ¿qué es una crisis sistémica? Esta pregunta nos la han realizado algunos participantes en el blog –a quienes queremos agradecer públicamente sus comentarios-. A nuestro juicio una crisis sistémica se produce cuando una forma de entender el mundo –desde la perspectiva económica pero también social, política, de sistema de valores…- se queda obsoleta y la nueva concepción no se ha instalado plenamente. Ese confuso período de adaptación, con pasos en múltiples direcciones, muchas de ellas erróneas, es lo que define este tipo de crisis.
Centrémonos en cuatro aspecto que, nuevamente según nuestra forma de entender, van a resultar completamente transformados en este período de crisis: el modo de producción; la distribución de poder entre las potencias económicas; el papel del sistema financiero; y el estado del bienestar.
Por lo que se refiere al primero de los aspectos, el sistema productivo que funcionó desde la Revolución Industrial ha ido siendo sustituido paulatinamente por la Sociedad del Conocimiento. Esto supone no solo un cambio en la forma de entender la fabricación –por ejemplo en esta economía de sobreproducción el consumidor es “el rey” y ya no funciona la Ley de Say- sino también en las formas de competencia entre empresas –con el predominio de la diferenciación vía innovación-, de la invalidez de criterios tan en boga durante el siglo XX como las economías de escala e incluso de las relaciones laborales. La concentración de los trabajadores en grandes empresas ya no es necesaria en la mayoría de los sectores, y cada vez se hace un uso más intensivo del teletrabajo. Al final de esta crisis –concebida como período de transición- se habrá impuesto un nuevo modelo productivo y de relaciones laborales muy alejado del que predominó a lo largo del siglo XX.
La salida a la crisis actual verá una nueva distribución del poder económico y político. Dos grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Europea, aparecen como las grandes perdedoras, mientras que los BRIC, y en concreto Rusia y fundamentalmente China, son las más que factibles ganadoras. Para cuando la crisis actual haya terminado China habrá superado a EE.UU. como primera potencia mundial, marcando un nuevo devenir de la historia moderna. Por su parte, la Unión Europea está herida de muerte, y si bien es posible que sobreviva a esta crisis, aquél proyecto de una Europa unida tanto en lo económico como en lo político ha demostrado ser una entelequia. Hemos demostrado ser tan terriblemente diferentes no solo económica sino también social y culturalmente como para ser capaces de “remar juntos cuando la mar se pone mala”.
En cuanto al sistema financiero, este deberá renunciar a eso que tan alegremente se denominó “ingeniería financiera” y volver a sus a orígenes: la intermediación entre los ahorradores y los inversores. El nuevo sistema capitalista deberá imponer reglas muy estrictas al sistema financiero para evitar la especulación: volver, en suma, a la Ley Glass Steagall, de separación de la banca en la sombra.
Finalmente, hay que ser conscientes de que el Estado del bienestar que tan bien funcionó durante el siglo XX es insostenible en el futuro. En países como España la universalidad y gratuidad de la sanidad –como demuestra la tragedia de los comunes-; las jubilaciones a los 65 años –con una esperanza de vida de 85- y pensiones no ligadas a la riqueza de los individuos; el actual sistema de prestaciones por desempleo –con 4,5 millones de personas metiendo mano en la caja común por necesidad- o la práctica gratuidad de la enseñanza universitaria, entre otros, son inviables a medio y largo plazo. Y sería bueno que la socialdemocracia española lo reconociese y empezase a buscar soluciones imaginativas, porque los conservadores las tienen muy claras: privatización (como ya ha hecho con la educación y la sanidad en comunidades como Madrid y Valencia).
Esto son solo unas pinceladas de lo que para nosotros es una crisis sistémica como la actual. Hay, desde luego, muchos más puntos, y de los aquí comentados volveremos a hablar en el futuro. No obstante, esperamos haber hecho un poco de luz en un tema tan manipulado.
Terminamos con un comentario casero: Alemania ha vuelto a demostrar que solo tiene una forma de entender la convivencia entre los pueblos europeos: bajo su bota. Y señalando injustamente a culpables que no lo son. Porque, como muy bien dice Krugman: "Y el hecho de que el país deba refinanciar su deuda a tipos de interés altos empeora sus perspectivas fiscales, lo que hace el impago más probable, de modo que la crisis de confianza se convierte en una profecía que acaba cumpliéndose". Nadie sabe lo que pasará el día después de Grecia, nadie lo sabe, pero nosotros exigimos, desde aquí, responsabilidad a los políticos y que tengan en cuenta las palabras del Libro de la Sabiduría (LA SABIDURÍA Y EL DESTINO DEL HOMBRE): "Pues todo lo creó para que perdurase, y saludables son las criaturas del mundo". Imitemos a la vida, emulemos lo bueno y ayudemos a los demás: esperemos que el nuevo capitalismo sea, como mínimo, tan solidario como lo fue el del siglo XX.

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2011.