Cuantas más defensas induces a adoptar a tu enemigo, más debilitado quedará.
La crisis económico-financiera de 2008 pasará a la historia junto con la de 1929 como las dos más perniciosas del capitalismo. Y aunque ahora ya prácticamente no se hacen analogías entre la una y la otra, nosotros pensamos que cada vez se asemejan más. Por eso posiblemente sus soluciones también deban tener un gran parecido.
Ambas crisis surgieron de un período de alegría incontenida, de una época en la que todos creían que el bienestar estaba garantizado y que el capitalismo había conseguido encontrar la vía para un crecimiento sin límite; de un período en el que el sector real/productivo cedió su predominio al financiero/especulativo, y todos consideraron que era más rentable ganarse la vida invirtiendo en acciones, bonos, futuros… en vez de crear empresas y trabajar; y, sobre todo, de un sector financiero absolutamente desregularizado, del capitalismo salvaje.
Para hacer frente a la Gran Depresión una de las decisiones más importantes que se tomó –y probablemente una de las más desconocidas- fue el establecimiento en 1933 de la Ley Glass Steagall, que promovió la separación entre la banca comercial y la banca de inversión. De hecho, nosotros creemos que esta ley tuvo tanta trascendencia para superar la primera gran crisis del capitalismo como la política keynesiana del New Deal de Roosevelt. Un simple dato de su relevancia: durante los 67 años que estuvo vigente –hasta la aprobación por Bill Clinton el 12 de noviembre de 1999 del Financial Services Modernization Act, más conocido como Gramm-Leach-Bliley Act- el capitalismo sufrió varias crisis, pero ninguna de la entidad de la que se produjo en 1929; tras su derogación, introduciendo la plena liberalización del sistema financiero, este solo tardó 7 años en hundirse y arrastrar al resto de la economía a una crisis sin precedentes.
Pero, ¿qué significa la separación entre la banca comercial y la banca de inversión? ¿Qué son cada una de ellas? En la banca comercial, o banca tradicional, lo que las entidades hacen es coger el dinero que depositan los ahorradores y prestárselo a las empresas para llevar a cabo la actividad productiva, obteniendo un beneficio por esa labor. La diferencia entre lo que pagan y lo que cobran es positiva, y ahí reside su beneficio básico. Es el típico negocio de intermediación, cuyo beneficio es muy estable y hace extremadamente difícil que un banco comercial entre en pérdidas. Por su parte, la banca de inversión se dedica a sacar empresas a Bolsa, diseñar y ejecutar OPA's, fusiones, emisiones de bonos, operaciones de trading de gran volumen en los mercados financieros, etc. Es la parte creativa del negocio bancario, por lo que si bien sus beneficios pueden ser muy elevados también son mucho más inestables. En los momentos buenos de la economía gana mucho más dinero que la banca comercial, pero en los momentos de desaceleración puede sufrir grandes caídas de beneficios e incluso entrar en pérdidas.
La ola liberalizadora que surgió tras el Gramm-Leach-Bliley Act tuvo como resultado la fusión entre los dos tipos de banca, y todos se dedicaron a hacer de todo. De hecho, permitió a los bancos realizar una actividad denominada propietary trading consistente en invertir su propio dinero en todo tipo de activos, pero sobre todo en los más rentables y, consecuentemente, más arriesgados: certificados de depósitos, futuros… Su apalancamiento, es decir la inversión ligada a cada euro propio del banco, llegó a ser de entre 40€ en USA y 60€ en Europa. Pero el propietary trading tiene dos efectos perversos: el primero que pone en riesgo a la institución financiera, ya que ahora no invierte (y expone) el dinero de sus clientes sino el suyo propio. Y con esas tasas de apalancamiento cualquier desajuste puede provocar el caos; y en segundo lugar, como se demostró en el caso de Goldman Sachs, que la institución financiera puede actuar contra los intereses de sus clientes (les vendía Certificados de Depósito y con el dinero del banco “apostaba” a que el valor de esos CDOs iba a descender). Obama ha querido prohibirlo pero no ha podido.
¿En qué se traduce todo esto? Pues que en nuestra opinión no solo no se ha salido de la crisis de 2008 como se está intentando vender a todo el mundo, sino que lo que se está haciendo es una cura paliativa, se está tratando de aliviar los síntomas; pero el problema financiero que está en el origen no se ha corregido, no se ha hecho por falta de voluntad política. Y nuestra propuesta es sencilla: ¿por qué no retornamos a una renovada Ley Glass Steagall que ponga orden entre tanto caos especulativo? ¿Por qué no separamos nuevamente la banca comercial, que se dedicaría a su misión fundacional de intermediación y en esa medida permitiría que fluyese el crédito, de la de inversión, especializada en actividades más propias de un casino en la actualidad?
Los políticos europeos andan perdidos en sus nacionalismos y visión cortoplacista; parecen comportarse como un replicante ( Blade Runner,1982) desorientado en busca de respuestas .Y como en la genial novela de 1968 de Philip K. Dick habría que preguntarles: ¿sueñan los androides (europeos) con ovejas eléctricas?
© José A. Martínez y José L. Calvo 2011. No citar sin autorización expresa de los autores.
La crisis económico-financiera de 2008 pasará a la historia junto con la de 1929 como las dos más perniciosas del capitalismo. Y aunque ahora ya prácticamente no se hacen analogías entre la una y la otra, nosotros pensamos que cada vez se asemejan más. Por eso posiblemente sus soluciones también deban tener un gran parecido.
Ambas crisis surgieron de un período de alegría incontenida, de una época en la que todos creían que el bienestar estaba garantizado y que el capitalismo había conseguido encontrar la vía para un crecimiento sin límite; de un período en el que el sector real/productivo cedió su predominio al financiero/especulativo, y todos consideraron que era más rentable ganarse la vida invirtiendo en acciones, bonos, futuros… en vez de crear empresas y trabajar; y, sobre todo, de un sector financiero absolutamente desregularizado, del capitalismo salvaje.
Para hacer frente a la Gran Depresión una de las decisiones más importantes que se tomó –y probablemente una de las más desconocidas- fue el establecimiento en 1933 de la Ley Glass Steagall, que promovió la separación entre la banca comercial y la banca de inversión. De hecho, nosotros creemos que esta ley tuvo tanta trascendencia para superar la primera gran crisis del capitalismo como la política keynesiana del New Deal de Roosevelt. Un simple dato de su relevancia: durante los 67 años que estuvo vigente –hasta la aprobación por Bill Clinton el 12 de noviembre de 1999 del Financial Services Modernization Act, más conocido como Gramm-Leach-Bliley Act- el capitalismo sufrió varias crisis, pero ninguna de la entidad de la que se produjo en 1929; tras su derogación, introduciendo la plena liberalización del sistema financiero, este solo tardó 7 años en hundirse y arrastrar al resto de la economía a una crisis sin precedentes.
Pero, ¿qué significa la separación entre la banca comercial y la banca de inversión? ¿Qué son cada una de ellas? En la banca comercial, o banca tradicional, lo que las entidades hacen es coger el dinero que depositan los ahorradores y prestárselo a las empresas para llevar a cabo la actividad productiva, obteniendo un beneficio por esa labor. La diferencia entre lo que pagan y lo que cobran es positiva, y ahí reside su beneficio básico. Es el típico negocio de intermediación, cuyo beneficio es muy estable y hace extremadamente difícil que un banco comercial entre en pérdidas. Por su parte, la banca de inversión se dedica a sacar empresas a Bolsa, diseñar y ejecutar OPA's, fusiones, emisiones de bonos, operaciones de trading de gran volumen en los mercados financieros, etc. Es la parte creativa del negocio bancario, por lo que si bien sus beneficios pueden ser muy elevados también son mucho más inestables. En los momentos buenos de la economía gana mucho más dinero que la banca comercial, pero en los momentos de desaceleración puede sufrir grandes caídas de beneficios e incluso entrar en pérdidas.
La ola liberalizadora que surgió tras el Gramm-Leach-Bliley Act tuvo como resultado la fusión entre los dos tipos de banca, y todos se dedicaron a hacer de todo. De hecho, permitió a los bancos realizar una actividad denominada propietary trading consistente en invertir su propio dinero en todo tipo de activos, pero sobre todo en los más rentables y, consecuentemente, más arriesgados: certificados de depósitos, futuros… Su apalancamiento, es decir la inversión ligada a cada euro propio del banco, llegó a ser de entre 40€ en USA y 60€ en Europa. Pero el propietary trading tiene dos efectos perversos: el primero que pone en riesgo a la institución financiera, ya que ahora no invierte (y expone) el dinero de sus clientes sino el suyo propio. Y con esas tasas de apalancamiento cualquier desajuste puede provocar el caos; y en segundo lugar, como se demostró en el caso de Goldman Sachs, que la institución financiera puede actuar contra los intereses de sus clientes (les vendía Certificados de Depósito y con el dinero del banco “apostaba” a que el valor de esos CDOs iba a descender). Obama ha querido prohibirlo pero no ha podido.
¿En qué se traduce todo esto? Pues que en nuestra opinión no solo no se ha salido de la crisis de 2008 como se está intentando vender a todo el mundo, sino que lo que se está haciendo es una cura paliativa, se está tratando de aliviar los síntomas; pero el problema financiero que está en el origen no se ha corregido, no se ha hecho por falta de voluntad política. Y nuestra propuesta es sencilla: ¿por qué no retornamos a una renovada Ley Glass Steagall que ponga orden entre tanto caos especulativo? ¿Por qué no separamos nuevamente la banca comercial, que se dedicaría a su misión fundacional de intermediación y en esa medida permitiría que fluyese el crédito, de la de inversión, especializada en actividades más propias de un casino en la actualidad?
Los políticos europeos andan perdidos en sus nacionalismos y visión cortoplacista; parecen comportarse como un replicante ( Blade Runner,1982) desorientado en busca de respuestas .Y como en la genial novela de 1968 de Philip K. Dick habría que preguntarles: ¿sueñan los androides (europeos) con ovejas eléctricas?
© José A. Martínez y José L. Calvo 2011. No citar sin autorización expresa de los autores.