martes, 30 de noviembre de 2010

Los Estados Unidos de Europa

En cuanto la tropa se halle fuertemente unidad, el valiente no tiene ocasión de avanzar solo, el cobarde no tiene ocasión de retroceder solo. Este es el método para emplear a muchos hombres.

Uno de los comentarios en el blog nos pedía nuestra opinión sobre la actuación de la UE y si realmente el futuro de Europa pasa por la creación de unos Estados Unidos de Europa (EUE). Nuestra opinión es claramente favorable a esta alternativa. De hecho, creemos que solo existen dos salidas posibles a la actual encrucijada que vivimos los europeos: o los EUE o bien la desaparición del euro y de la propia Unión Europea. Nos explicaremos.
Los gobiernos tienen esencialmente dos instrumentos para regular la actividad: la política monetaria y la fiscal. La primera ya es común en la zona euro desde la implantación de la moneda única; la segunda tenía unas reglas que si bien permitían cierta discrecionalidad obligaban a no superar un déficit público del 3% del PIB. Pero la crisis ha hecho saltar esta regulación. Y sin una política fiscal única es imposible la UE a nuestro juicio.
Las políticas fiscales de los países de la Unión para hacer frente a la crisis han demostrado que el actual sistema no funciona al menos por dos motivos: en primer lugar, porque cada país ha adoptado la que más le convenía en función de sus intereses, sin ningún tipo de coordinación inicial; y en segundo lugar porque permitir que se rompiera esa disciplina presupuestaria ha dado origen a auténticas aberraciones –sí, lo reconocemos, volvemos a criticar el Plan E de estupidez- y a déficits de muy difícil asimilación.
Los países con una economía fuerte, fundamentalmente Alemania pero también Francia, han optado por políticas económicas del más puro estilo monetarista/neoliberal. Desde el comienzo eligieron el ajuste presupuestario. Probablemente la hiperinflación alemana del período de entreguerras del siglo XX esté tan grabada en el ADN de este país como para que prefieran los ajustes duros a corto plazo. Este mismo modelo es el que han impuesto al final al resto de miembros de la Unión, lo que parece lógico si tenemos en cuenta que son ellos los principales “donantes” para salvar a aquellos que han caído no por el ataque de los mercados sino por su propia ineficacia para atajar los efectos internos de la crisis.
Antes de continuar queremos detenernos en este último punto, ya que últimamente estamos asistiendo a una campaña orquestada por los partidos en el poder de los países en dificultades, los PIGS, que viene a decir que “no es mi culpa, todo se debe a la insaciabilidad de los especuladores”. Pues bien, estos últimos no hacen otra cosa que aplicar pura y duramente las reglas del capitalismo que todos ellos han aceptado y que incluso defienden a ultranza. Pedirle a los inversores/especuladores que no se lancen contra la deuda de las economías más expuestas es como pedirle a un tiburón que no devore la carnaza cuando ve sangre. “Si no quieres que te devoren no hagas sangre” sería la mejor respuesta a esta campaña.
Y es aquí donde surge el segundo de los argumentos en contra de la actual situación de la UE y en defensa de unos Estados Unidos de Europa. Es imposible que no se produjese una situación como esta cuando cada gobierno tiene una política fiscal autónoma. Así por ejemplo España dilapidó en un solo año 15 puntos porcentuales del PIB, aproximadamente 150.000 millones de euros, pasando de un superávit del 3% a un déficit del 12. Y todo ello porque el gobierno consideró que la crisis era pasajera y que lo que había que hacer era una política expansiva al más puro estilo de la frase de Keynes de que “unos hagan agujeros y otros los tapen” (esto es lo único que han debido leer de Keynes) a la espera de “tiempos mejores”. Para cuando se demostró que la crisis iba mutando, que se trasladaba del sector inmobiliario al financiero y luego al real, ya nos habíamos metido en un problema muy difícil de superar sin realizar ajustes rigurosos en materia presupuestaria y acometer las reformas necesarias que incrementen nuestra competitividad. (Por cierto que ¿qué deberes ha hecho el gobierno aparte de congelar las pensiones y reducir el sueldo de los funcionarios? A nuestro juicio ninguno, porque la reforma laboral está parada y del resto ni se habla. La UE, con un comisario del PSOE a la cabeza, ya se las reclama).
La disciplina presupuestaria, y en esa medida políticas fiscales controladas por un órgano supranacional, es fundamental si se quiere que Europa funcione como una auténtica unidad, al igual que ya hemos hecho con la política monetaria. De lo contrario tendremos el caos actual y los ataques sobre la moneda única continuarán cada vez que a un gobierno opte por políticas que incrementen el déficit público ad infinitum. Unos Estados Unidos Europeos con las dos principales políticas centralizadas, la monetaria y la fiscal, son imprescindibles para la supervivencia de Europa como “confederación”.
Por cierto, que esto mismo se aplica en España. Ayuntamientos y Comunidades Autónomas no pueden “campar por sus respetos” generando déficits que luego son incapaces de absorber. El rigor presupuestario se les debe aplicar también. Y aunque esta vez tiremos piedras contra nuestro tejado, para ser coherentes lo debemos de decir: los madrileños elegimos al faraón Gallardón y deberemos pagar sus deudas.

© José L. Calvo y José A. Martínez

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Los ojos de Ángela o la crisis para quien la genera: que también la paguen los grandes inversores

Cuando no ve ninguna ventaja en la acción, permanece inamovible como una montaña, aunque sus adversarios intenten atraerla con engaños a salir

La Unión Europea tiene un problema grave. Irlanda abre una nueva entrega en esta interminable serie de despropósitos que es la gestión de la política económica de la zona euro. En las últimas horas se está poniendo en tela de juicio incluso la supervivencia de la Unión Europea.
Como era de esperar, la reunión del G 20 no ha servido para nada. O quizás sí, para demostrar que no hay una posición común para afrontar la crisis, que cada país buscará sus soluciones incluso dentro de la Unión Europea, y señalar de qué lado está cada gobierno. Dos posiciones extremas se han manifestado en este último punto: la de la canciller alemana Angela Merkel afirmando que el sector privado deberá asumir parte del coste de la deuda en el caso de que se den situaciones de fallidos en algunos países, y la del presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, que rápidamente ha salido a contestarla. Lo sorprendente de las propuestas de estos dos líderes es cómo encajan en la orientación política que teóricamente tienen sus gobiernos.
Desde la derecha en el poder en Alemania se propone una medida que todos los ciudadanos apreciamos por su lógica: si el sistema financiero y los grandes inversores han tenido una gran relevancia en la explosión de la actual crisis, lo sensato es que también asuman una parte importante de su coste. Por ello, y dado que son los mayores tenedores de Deuda de los Estados, lo que propone Merkel es que si un estado fuera a la quiebra los inversores asumieran una parte de las pérdidas generadas y condonaran una parte de esa Deuda –lo que se denomina técnicamente una quita-.
Como decimos, es pura lógica la que hay detrás de esta propuesta. La secuencia temporal sería la siguiente: el sistema financiero ha actuado bajo riesgo moral, es decir, independientemente de las consecuencias de sus acciones, en el convencimiento de que los estados siempre estarían ahí para salvarlo. De hecho es lo que ha pasado, ya que el sector público ha acabado asumiendo las pérdidas que sus inversiones irresponsables generaron. Para financiarlo emitió Deuda que compró el sistema financiero con el dinero que les habían prestado los gobiernos. Y, finalmente, se han dedicado a especular contra esos estados jugando con la Deuda emitida. El planteamiento de Merkel es lógico: ojito con morder la mano que os ha sacado del atolladero, porque si con vuestras especulaciones ponéis en peligro a los estados que os salvaron os lo haremos pagar. Más aún quienes, como Alemania o Francia, deberán ser los que pongan los recursos necesarios para sacar de la crisis a los PIGS. La postura de la canciller es la misma, en este contexto, que la de los economistas aterrés franceses.
En el otro rincón, un presidente de un gobierno teóricamente de izquierdas en contra de esta medida y, en consecuencia, en defensa de los grandes inversores y las grandes instituciones financieras nacionales e internacionales. La posición de Zapatero podría sorprender, si no fuera porque sigue una línea muy clara: se ha opuesto a introducir un impuesto sobre las transacciones bancarias al estilo de la tasa Tobin; para reducir el déficit ha congelado las pensiones y subido los impuestos más regresivos, el IVA, pero en ningún momento ha considerado la posibilidad de variar la tributación de los grandes poseedores de renta, y en especial de las SICAV –Sociedades de Inversión de Capital Variable donde tienen su capital “pequeños ahorradores” como Amancio Ortega, Alicia Koplowitz, Ramchand Bhavnani, Juan Abelló, Rosalía Mera, Manuel Jove……que tributan al 1%-. De esta forma…. te sientes del Atleti.
Solo hay un argumento que permita defender la posición del presidente español y no le deja en muy buen lugar: está tan aterrado ante la posibilidad de que España sea uno de esos países que declare la quiebra y, al mismo tiempo, está tan en manos de esos grupos de inversores/especuladores que detentan la Deuda, que la sola posibilidad de que estos no fueran a cobrar todos los intereses puede provocar justamente lo primero: la quiebra. En esa medida no le queda más opción que garantizar que “vamos a pagar” aunque ello suponga costes sociales importantísimos como destruir el Estado del Bienestar.
La Unión Europea ha intentado en los últimos días contener el rebrote de la crisis de deuda soberana con un mensaje en el que dicen que el Fondo Europeo de rescate no incluye ningún coste para los inversores en bonos de países de la zona euro, pero deja abierta la posibilidad de que en el futuro podría haber un coste para los bonistas. Puesta así las cosas lo que se transmite es desconfianza a los mercados al no haber una postura única en Europa: cada uno va por su lado.
Esta crisis ha cambiado el mundo para siempre porque, al final, está demostrando que esa sociedad idílica que había superado la confrontación social y en la que todos viviríamos felices con un crecimiento sostenido dentro de la economía social de mercado era una entelequia. Los ricos son ahora más ricos que antes de la crisis y desean serlo aún más a costa del resto; los pobres volvemos a ser obreros y pobres; y los gobiernos están liquidando, por voluntad propia o exigido por otros, el Estado del Bienestar. Y es que, como en la famosa película "Los ojos de Julia", una persona ciega se enfrenta al peligro: Europa (Ángela Merkel) está ante la incertidumbre.
A lo mejor habrá que desenterrar otros “viejos fantasmas” que parecían dormir en el olvido, para recorrer Europa.

© José L. Calvo y José A. Martínez, 2010.

martes, 9 de noviembre de 2010

Una pequeña lección de economía: el sistema financiero y la eficiencia de los mercados

"Si el ejército no tiene disciplina, quiere decir que el general no es tomado en serio, porque si el general carece de autoridad, el ejército se halla en desorden".

Carl Menger (fundador de la escuela austríaca de economía) publicaba en 1871 los Principios de Economía Política donde defiende la naturaleza caótica de lo económico. Ludwig von Misses y Friedrich Hayek (Premio Nobel en 1974) argumentaban que un Estado que dirige su economía desde el centro tenderá a su desaparición porque nunca tendrá información suficiente acerca de lo que impulsa a los ciudadanos individuales a tomar sus decisiones.
En los últimos meses hemos podido ver cómo un fantasma recorre Europa: el fantasma del neoliberalismo. Bajo ese término se esconde una ideología que se asienta en el postulado básico de que los mercados son eficientes en la asignación de los recursos y por ello predica una reducción drástica del sector público, con la privatización de la mayoría de sus servicios, y la introducción de una ilimitada competencia en los mercados, flexibilizándolos y eliminando cualquier regulación, ya sea en el mercado laboral, el financiero, o los de productos… Esta corriente, que nació en Austria, defiende el individualismo y la idea de que la economía es arte, quizás más que ciencia, por eso insisten en que los individuos sean libres para tomar decisiones: el famoso "laissez faire". Este planteamiento dirige la política económica defendida por la canciller alemana, Angela Merkel, los conservadores británicos de David Cameron o Mariano Rajoy en el PP español, y fue la semilla del reaganismo y del thatcherismo.
Tres hechos queremos destacar en relación a esta doctrina: en primer lugar el error de hacer equivaler mercado y eficiencia; en segundo término la inaplicabilidad de esa equivalencia a los mercados financieros; y en tercer lugar el hecho de haber introducido criterios políticos en la Economía. Comenzaremos por este último.
Durante el siglo XX la Economía con mayúsculas se vanaglorió de ser una “ciencia exacta”. Tanto la Microeconomía como la Macroeconomía utilizaron modelos matemáticos muy sofisticados para obtener las leyes que gobiernan el comportamiento económico de los agentes y mercados, intentando convencer a la opinión pública de que estaban mucho más cerca de la Física que de ciencias sociales como la Sociología o la Psicología. Se podían obtener así resultados irrefutables, como la Ley de Say, equiparables a la distancia al Sol o la ley de la gravedad.
El problema es que esos modelos de la Teoría Económica solo han servido para predecir el pasado –han leído bien-. La reaparición del neoliberalismo y la introducción de fuertes componentes ideológicos y de modelo de sociedad en su planteamiento han servido, al menos, para devolver a la Economía a donde pertenece: al “saco” de las ciencias sociales en las que sus leyes no son inalterables sino que se ajustan a cada momento y situación concreta. Por eso discutimos de política económica, porque no siempre sirve la misma, y como ya hemos comentado en este blog la propuesta neoliberal puede provocar un empeoramiento de la crisis, además de destruir el Estado del Bienestar.
La primera de las cuestiones planteadas hace referencia al supuesto de que la asignación de los recursos producida por el mercado es la más eficiente posible. A veces, cuando oímos a ilustres economistas como Robert Lucas o en su momento el difunto Milton Friedman nos entra la duda de si su nivel profesional deja mucho que desear o, por el contrario, tratan de engañarnos. Nosotros suspenderíamos a cualquier alumno de primero de Economía que dijese que la asignación de mercados oligopolísticos, con información imperfecta e incertidumbre es óptima. La eficiencia tan solo es posible en mercados perfectos: en competencia perfecta, con información perfecta y con perfecta certidumbre. Y esos mercados, como nuevamente sabe hasta un alumno de primero, no existen en la realidad. Hay que introducir muchos ceateris paribus para lograr la eficiencia. Por eso, afirmar que los mercados reales son eficientes es una falacia que, nuevamente, está teñida de ideología.
Por último, las reglas de funcionamiento de los mercados de productos no pueden aplicarse al mercado financiero. En el caso de este último, cuando el precio aumenta la demanda no disminuye como regla general, sino que muy probablemente se incrementa. El motivo está en que el alza del precio supone un incremento del rendimiento de los poseedores de activos, lo que atrae a nuevos compradores, reforzando el aumento de precio. Es lo que nuestros colegas franceses aterrés denominan los feedback positivos, que agravan los desequilibrios y que provocan burbujas especulativas: alzas de precios que se retroalimentan. Algo muy similar a lo que ocurrió con la burbuja inmobiliaria en nuestro país, donde el valor una vivienda no tenía nada que ver con su precio, que crecía y crecía ante el comportamiento especulativo de todos los agentes.
Es por estos motivos por los que es absolutamente necesario regular el sistema financiero en lugar de dejarlo “campar por sus respectos” como propone el neoliberalismo. Porque la banca y el resto de los agentes financieros han dejado de cumplir su labor, transferir los recursos desde las unidades de gasto con superávit a las que tienen déficit y financiar las actividades de la economía real. Por el contrario, se han dedicado a especular no con sus recursos sino con los de todos nosotros, los depositantes, a sabiendas de que si salía mal los estados tendrían que intervenir para que el sistema económico no se colapsase. Y encima ni nos han pedido permiso.
Unos fantasmas recorren Europa: los economistas neoliberales. Si los ven llévenlos a cualquier facultad de Economía para que estudien las lecciones iniciales de nuestra “ciencia”.

© José L. Calvo y José A. Martínez ,2010.

martes, 2 de noviembre de 2010

Los economistas franceses aterrados, los economistas españoles callados

De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades.

Las autoridades y expertos económicos de los países que estamos sufriendo la actual crisis económica parecía que habían llegado a una especie de “pensamiento único” para afrontarla: después de un inicio de políticas neo-keynesianas que trataron de aliviar sus efectos más inmediatos en el convencimiento de que era pasajera, los elevados déficits públicos impusieron –a los PIGS nos lo han impuesto desde fuera, como ha dejado muy claro un asesor de Obama- la necesidad de llevar a cabo ajustes liberalizadores de las economías y muy especialmente de los gastos públicos. El supuesto sobre el que se basan es la eficiencia de los mercados en la asignación de los recursos, por lo que el objetivo debe ser volver a déficits controlables para que el sector público “no moleste” –en términos técnicos hablaríamos de crowding out- y permitir así el libre funcionamiento del mercado.
Pero no es todo tan sencillo. La unanimidad no existe en la doctrina: el profesor Krugman encabeza una visión contraria a esa "moda pasajera de Gente Muy Seria a propósito de que todo el mundo tenía que equilibrar sus presupuestos". La Catedrática de Berkeley, Christina Romer, que ha sido Presidenta del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Obama insiste en que este no es el momento de reducir el déficit. Antón Costas, Catedrático de Política Económica de la UB, señala que los recortes en salarios y gastos sociales "castigan a clases medias y trabajadoras". La economista del Peterson Institute, Reinhart, opina que "Alemania condena a la UE a graves problemas".
La austeridad fiscal es necesaria, y la eficiencia, pero no debe llevarse a los límites de la obsesión como ocurre en Alemania, a dar origen a afirmaciones tan ultraliberales como las de Robert Lucas que ha manifestado que "España debe dar un paso atrás en el Estado del Bienestar" o a actuaciones como las del Reino Unido donde los conservadores están utilizando esta coyuntura para reducir drásticamente ese Estado del Bienestar.
Nosotros, como buena parte de la profesión, creemos que la polémica suscitada tiene mucho de ideología. En realidad, se están enfrentando nuevamente las dos concepciones que dominan la socio-economía: el ultraliberalismo de la mano invisible de Adam Smith, donde el mercado domina plenamente la actividad económica y el estado “molesta”; y una visión más social –próxima al keynesianismo- donde el estado debe tener un papel activo tanto en el control de la economía como en la provisión de bienes -Estado del Bienestar-.
En medio de este debate político-académico ha surgido una iniciativa de un grupo de profesionales franceses, principalmente economistas universitarios, que han lanzado un manifiesto -http://www.atterres.org/- en el que ponen en duda las políticas económicas que se están aplicando ya que “…reencontrar la senda del crecimiento no es ya su prioridad política. Se trata de un objetivo alternativo: la lucha contra los déficits públicos…” para imponer “…una forma de dictadura de los mercados en todas partes, y especialmente hoy a Portugal, España y Grecia”, ya que “La lógica neoliberal… fundada sobre la hipótesis de la eficiencia de los mercados financieros, predica la reducción de los gastos públicos, la privatización de los servicios públicos, la flexibilización del mercado de trabajo, la liberalización del comercio, los servicios financieros y los mercados de capitales, el incremento de la competencia en todas partes y en todo momento”. Y es esa lógica la que se ha impuesto como solución a la crisis económica.
No vamos a entrar aquí a discutir en profundidad sus diez falsas evidencias y las 22 medidas por ellos propuestas, pero sí queremos insistir sobre algunos de los puntos que señalan y que “ponen el dedo en la llaga”.
Las economías europeas nos estamos comportando con el sistema financiero como el famoso “tonto de Abundio”: estamos dándole dinero barato a través del Banco Central Europeo (BCE) para sanear sus finanzas, y una vez hecho esto los bancos le prestan a los estados ese mismo dinero para financiar sus déficits públicos comprando la Deuda, naturalmente a tipos de interés superiores. Incluso con ese dinero se permiten realizar movimientos especulativos contra algunos países para que esos intereses de la Deuda sean más elevados.
Con este tipo de medidas la gran banca y los especuladores ganan por partida doble: primero “socializando” sus pérdidas y haciéndonoslas pagar a todos, y luego "represtándonos" el dinero que nosotros les hemos tenido que ceder para que el sistema financiero no colapse. Una genialidad del diseño de la política económica europea, que como muy bien señalan nuestros compañeros franceses se podría haber evitado con una banca pública o con la financiación de los déficits por la vía del BCE –siempre bajo un control estricto de los gastos públicos para evitar acciones tan estúpidamente derrochadoras como el Plan E, el cheque bebé…-.
La segunda de las grandes conclusiones es que existe otra política diferente a la de reducir el gasto público para contener el déficit. La única medida que se ha adoptado en todos los países de la UE ha sido la de hacer pagar la crisis a los que menos capacidad tienen para defenderse –funcionarios y pensionistas- o reduciendo la inversión. La visión alternativa de los “economistes atterrés” se basa en una palabra que realmente aterra al pensamiento liberal, SOLIDARIDAD, y en la idea de que pague más quien más tiene. Para ello es posible incrementar los ingresos –introduciendo impuestos sobre los que más poseen o una tasa sobre los movimientos financieros especulativos (semejante a la tasa Tobin) y no necesariamente subiendo el IVA, un impuesto regresivo que nuevamente repercute más a los de menores ingresos- y reordenar la Deuda pública, imponiendo un plazo más largo para los grandes inversores, que cobrarán cuando la economía transmita signos de mejora.
Al final, lo que nuestros colegas plantean es que la crisis ha dejado en evidencia que la Unión Europea está diseñada no sobre los principios de la SOLIDARIDAD sino sobre los intereses particulares y la imposición de políticas neoliberales, bajo el falso supuesto de que el mercado es la mejor forma de asignación de los recursos. Por esta vía le será fácil a los actuales y futuros gobernantes de derechas desmontar el estado del bienestar que a lo largo de las últimas décadas y con tanto esfuerzo hemos ido construyendo en todos los países europeos.
Lo sorprendente de todo esto es que los economistas franceses están defendiendo al Sur- ellos muy educadamente no nos llaman PIGS como los británicos- mientras que nosotros –profesionales, profesores, políticos o sindicalistas- permanecemos callados y apocados. Es como si el neoliberalismo ya nos hubiera vencido en el debate de las ideas y solo le quede hacerlo pronto en las urnas.
Pues bien, nosotros, que ya hemos manifestado nuestro apoyo a la iniciativa “aterré”, queremos aportar nuestro pequeño granito a esta discusión recuperando una vieja máxima del anarco-comunismo que es a la vez un pequeño homenaje a la persona más coherente que hemos conocido y que acaba de fallecer: de cada uno según sus posibilidades y a cada uno según sus necesidades. Lo mismo que los americanos reclaman la cordura en la política, nosotros reclamamos la SOLIDARIDAD, y también la sensatez, en la política económica europea y española. Porque de no ser así habrá que hacer buena la predicción de Krugman de que con esa política económica capitaneada en Europa por alemanes e ingleses, es posible que "en 2011 Reino Unido se parezca a sí mismo en 1931, o a EEUU en 1937, o a Japón en 1997".
Está en juego mucho más que la salida a la crisis económica provocada por la “eficiencia” de los mercados financieros internacionales. La Unión Europea tiene que decidir entre aplicar políticas neoliberales y ser la “Europa de los mercaderes” o bien la convertirse en la “Europa de los pueblos” guiada por el principio de la solidaridad.

©José L. Calvo y José A. Martínez, 2010.