En cuanto la tropa se halle fuertemente unidad, el valiente no tiene ocasión de avanzar solo, el cobarde no tiene ocasión de retroceder solo. Este es el método para emplear a muchos hombres.
Uno de los comentarios en el blog nos pedía nuestra opinión sobre la actuación de la UE y si realmente el futuro de Europa pasa por la creación de unos Estados Unidos de Europa (EUE). Nuestra opinión es claramente favorable a esta alternativa. De hecho, creemos que solo existen dos salidas posibles a la actual encrucijada que vivimos los europeos: o los EUE o bien la desaparición del euro y de la propia Unión Europea. Nos explicaremos.
Los gobiernos tienen esencialmente dos instrumentos para regular la actividad: la política monetaria y la fiscal. La primera ya es común en la zona euro desde la implantación de la moneda única; la segunda tenía unas reglas que si bien permitían cierta discrecionalidad obligaban a no superar un déficit público del 3% del PIB. Pero la crisis ha hecho saltar esta regulación. Y sin una política fiscal única es imposible la UE a nuestro juicio.
Las políticas fiscales de los países de la Unión para hacer frente a la crisis han demostrado que el actual sistema no funciona al menos por dos motivos: en primer lugar, porque cada país ha adoptado la que más le convenía en función de sus intereses, sin ningún tipo de coordinación inicial; y en segundo lugar porque permitir que se rompiera esa disciplina presupuestaria ha dado origen a auténticas aberraciones –sí, lo reconocemos, volvemos a criticar el Plan E de estupidez- y a déficits de muy difícil asimilación.
Los países con una economía fuerte, fundamentalmente Alemania pero también Francia, han optado por políticas económicas del más puro estilo monetarista/neoliberal. Desde el comienzo eligieron el ajuste presupuestario. Probablemente la hiperinflación alemana del período de entreguerras del siglo XX esté tan grabada en el ADN de este país como para que prefieran los ajustes duros a corto plazo. Este mismo modelo es el que han impuesto al final al resto de miembros de la Unión, lo que parece lógico si tenemos en cuenta que son ellos los principales “donantes” para salvar a aquellos que han caído no por el ataque de los mercados sino por su propia ineficacia para atajar los efectos internos de la crisis.
Antes de continuar queremos detenernos en este último punto, ya que últimamente estamos asistiendo a una campaña orquestada por los partidos en el poder de los países en dificultades, los PIGS, que viene a decir que “no es mi culpa, todo se debe a la insaciabilidad de los especuladores”. Pues bien, estos últimos no hacen otra cosa que aplicar pura y duramente las reglas del capitalismo que todos ellos han aceptado y que incluso defienden a ultranza. Pedirle a los inversores/especuladores que no se lancen contra la deuda de las economías más expuestas es como pedirle a un tiburón que no devore la carnaza cuando ve sangre. “Si no quieres que te devoren no hagas sangre” sería la mejor respuesta a esta campaña.
Y es aquí donde surge el segundo de los argumentos en contra de la actual situación de la UE y en defensa de unos Estados Unidos de Europa. Es imposible que no se produjese una situación como esta cuando cada gobierno tiene una política fiscal autónoma. Así por ejemplo España dilapidó en un solo año 15 puntos porcentuales del PIB, aproximadamente 150.000 millones de euros, pasando de un superávit del 3% a un déficit del 12. Y todo ello porque el gobierno consideró que la crisis era pasajera y que lo que había que hacer era una política expansiva al más puro estilo de la frase de Keynes de que “unos hagan agujeros y otros los tapen” (esto es lo único que han debido leer de Keynes) a la espera de “tiempos mejores”. Para cuando se demostró que la crisis iba mutando, que se trasladaba del sector inmobiliario al financiero y luego al real, ya nos habíamos metido en un problema muy difícil de superar sin realizar ajustes rigurosos en materia presupuestaria y acometer las reformas necesarias que incrementen nuestra competitividad. (Por cierto que ¿qué deberes ha hecho el gobierno aparte de congelar las pensiones y reducir el sueldo de los funcionarios? A nuestro juicio ninguno, porque la reforma laboral está parada y del resto ni se habla. La UE, con un comisario del PSOE a la cabeza, ya se las reclama).
La disciplina presupuestaria, y en esa medida políticas fiscales controladas por un órgano supranacional, es fundamental si se quiere que Europa funcione como una auténtica unidad, al igual que ya hemos hecho con la política monetaria. De lo contrario tendremos el caos actual y los ataques sobre la moneda única continuarán cada vez que a un gobierno opte por políticas que incrementen el déficit público ad infinitum. Unos Estados Unidos Europeos con las dos principales políticas centralizadas, la monetaria y la fiscal, son imprescindibles para la supervivencia de Europa como “confederación”.
Por cierto, que esto mismo se aplica en España. Ayuntamientos y Comunidades Autónomas no pueden “campar por sus respetos” generando déficits que luego son incapaces de absorber. El rigor presupuestario se les debe aplicar también. Y aunque esta vez tiremos piedras contra nuestro tejado, para ser coherentes lo debemos de decir: los madrileños elegimos al faraón Gallardón y deberemos pagar sus deudas.
© José L. Calvo y José A. Martínez
Uno de los comentarios en el blog nos pedía nuestra opinión sobre la actuación de la UE y si realmente el futuro de Europa pasa por la creación de unos Estados Unidos de Europa (EUE). Nuestra opinión es claramente favorable a esta alternativa. De hecho, creemos que solo existen dos salidas posibles a la actual encrucijada que vivimos los europeos: o los EUE o bien la desaparición del euro y de la propia Unión Europea. Nos explicaremos.
Los gobiernos tienen esencialmente dos instrumentos para regular la actividad: la política monetaria y la fiscal. La primera ya es común en la zona euro desde la implantación de la moneda única; la segunda tenía unas reglas que si bien permitían cierta discrecionalidad obligaban a no superar un déficit público del 3% del PIB. Pero la crisis ha hecho saltar esta regulación. Y sin una política fiscal única es imposible la UE a nuestro juicio.
Las políticas fiscales de los países de la Unión para hacer frente a la crisis han demostrado que el actual sistema no funciona al menos por dos motivos: en primer lugar, porque cada país ha adoptado la que más le convenía en función de sus intereses, sin ningún tipo de coordinación inicial; y en segundo lugar porque permitir que se rompiera esa disciplina presupuestaria ha dado origen a auténticas aberraciones –sí, lo reconocemos, volvemos a criticar el Plan E de estupidez- y a déficits de muy difícil asimilación.
Los países con una economía fuerte, fundamentalmente Alemania pero también Francia, han optado por políticas económicas del más puro estilo monetarista/neoliberal. Desde el comienzo eligieron el ajuste presupuestario. Probablemente la hiperinflación alemana del período de entreguerras del siglo XX esté tan grabada en el ADN de este país como para que prefieran los ajustes duros a corto plazo. Este mismo modelo es el que han impuesto al final al resto de miembros de la Unión, lo que parece lógico si tenemos en cuenta que son ellos los principales “donantes” para salvar a aquellos que han caído no por el ataque de los mercados sino por su propia ineficacia para atajar los efectos internos de la crisis.
Antes de continuar queremos detenernos en este último punto, ya que últimamente estamos asistiendo a una campaña orquestada por los partidos en el poder de los países en dificultades, los PIGS, que viene a decir que “no es mi culpa, todo se debe a la insaciabilidad de los especuladores”. Pues bien, estos últimos no hacen otra cosa que aplicar pura y duramente las reglas del capitalismo que todos ellos han aceptado y que incluso defienden a ultranza. Pedirle a los inversores/especuladores que no se lancen contra la deuda de las economías más expuestas es como pedirle a un tiburón que no devore la carnaza cuando ve sangre. “Si no quieres que te devoren no hagas sangre” sería la mejor respuesta a esta campaña.
Y es aquí donde surge el segundo de los argumentos en contra de la actual situación de la UE y en defensa de unos Estados Unidos de Europa. Es imposible que no se produjese una situación como esta cuando cada gobierno tiene una política fiscal autónoma. Así por ejemplo España dilapidó en un solo año 15 puntos porcentuales del PIB, aproximadamente 150.000 millones de euros, pasando de un superávit del 3% a un déficit del 12. Y todo ello porque el gobierno consideró que la crisis era pasajera y que lo que había que hacer era una política expansiva al más puro estilo de la frase de Keynes de que “unos hagan agujeros y otros los tapen” (esto es lo único que han debido leer de Keynes) a la espera de “tiempos mejores”. Para cuando se demostró que la crisis iba mutando, que se trasladaba del sector inmobiliario al financiero y luego al real, ya nos habíamos metido en un problema muy difícil de superar sin realizar ajustes rigurosos en materia presupuestaria y acometer las reformas necesarias que incrementen nuestra competitividad. (Por cierto que ¿qué deberes ha hecho el gobierno aparte de congelar las pensiones y reducir el sueldo de los funcionarios? A nuestro juicio ninguno, porque la reforma laboral está parada y del resto ni se habla. La UE, con un comisario del PSOE a la cabeza, ya se las reclama).
La disciplina presupuestaria, y en esa medida políticas fiscales controladas por un órgano supranacional, es fundamental si se quiere que Europa funcione como una auténtica unidad, al igual que ya hemos hecho con la política monetaria. De lo contrario tendremos el caos actual y los ataques sobre la moneda única continuarán cada vez que a un gobierno opte por políticas que incrementen el déficit público ad infinitum. Unos Estados Unidos Europeos con las dos principales políticas centralizadas, la monetaria y la fiscal, son imprescindibles para la supervivencia de Europa como “confederación”.
Por cierto, que esto mismo se aplica en España. Ayuntamientos y Comunidades Autónomas no pueden “campar por sus respetos” generando déficits que luego son incapaces de absorber. El rigor presupuestario se les debe aplicar también. Y aunque esta vez tiremos piedras contra nuestro tejado, para ser coherentes lo debemos de decir: los madrileños elegimos al faraón Gallardón y deberemos pagar sus deudas.
© José L. Calvo y José A. Martínez