lunes, 11 de mayo de 2009

Cuidado con la ley del péndulo

Método de atacar las ciudades fortificadas: en disponer de las torres de asedio y de los vehículos armados se tardará tres meses…. Si el general no logra vencer su ira y les obliga a que trepen como hormigas, morirá un tercio de los soldados y de los oficiales, pero no se logrará tomar la ciudad. Será un ataque desgraciado.
Las últimas noticias aparecidas en la prensa parecen dar un respiro a la economía española: el EURIBOR se ha situado en el 1 por ciento, su nivel más bajo desde su nacimiento, con lo que ello supone de reducción de la presión que las hipotecas ejercen sobre los presupuestos de las economías domésticas; se ha reducido el crecimiento del desempleo, que en el último mes de abril fue de algo más de 39.000 personas, lo que supone un tercio del incremento que se produjo en el mes de marzo, y la confianza de los consumidores mejora, con más de la mitad de las familias españolas considerando su situación económica buena o muy buena, según una encuesta publicada el fin de semana pasado. Todos estos síntomas, como decimos, parecen señalar en la dirección de que la crisis económica empieza a perder ese tinte apocalíptico que algunos medios de comunicación y partidos políticos le adjudicaban.
Pero si bien la mejoría es real, nos da miedo, auténtico pánico, que tanto las economías domésticas como el gobierno caigan en el optimismo. Que el péndulo oscile ahora hacia el otro extremo y que esos brotes verdes que el Presidente anuncia sean interpretados como el comienzo de una cosecha sana y muy productiva, como el fin de la crisis. Porque, utilizando un símil médico, el enfermo/España ha experimentado una ligerísima mejoría, pero su situación sigue siendo muy grave y sus posibilidades de abandonar la UCI son, por ahora, prácticamente nulas.
La reducción del EURIBOR hasta sus límites históricos sumado a la caída del precio de la vivienda experimentado en el último año y medio podrían hacer pensar a las economías domésticas y a los bancos que lo más grave ha pasado y que ha llegado el momento de volver a nuestra práctica tradicional: adquirir una vivienda para unos; y prestar y obtener pingües beneficios a partir de las hipotecas para los otros. La justificación es clara: las viviendas han disminuido su precio con lo que se han convertido en más accesibles; y la capacidad de endeudamiento ha mejorado, porque la cuota que hay que pagar por el mismo capital es muy inferior a la que se debía abonar hace, por ejemplo, un año.
Seguir este razonamiento supondría cometer un error gravísimo. Como señalan tanto Friedman con su teoría de la Renta Permanente como Modigliani con la del Ciclo Vital, lo importante para determinar la capacidad de consumo de los individuos no son las rentas corrientes sino la actualización de la corriente de rentas pasadas y futuras al momento actual. Dicho claramente, que no es bueno basarse en los tipos de interés actuales para endeudarse, porque a poco que la situación mejore y que la economía española empiece a despegar nos vamos a encontrar con tipos de interés que volverán a situarse en el entorno del 5-6 por ciento, a lo que habrá que sumar el efecto que tenga el déficit público que vamos a heredar, que probablemente esté próximo al 10 por ciento del PIB. Es decir, que si nuestra cuota actual es de 1.000 euros debemos pensar que en dos o tres años será de 1.500
El otro gran temor es la actitud del gobierno. Como ya hemos dicho anteriormente, creemos que la posición del actual gobierno del Sr. Zapatero es la del “surfista”. Es decir, está con la tabla esperando la “gran ola de recuperación” que llegará de EE.UU o del resto de Europa y que nos permitirá remontar la crisis subiéndonos en ella. En esa medida cualquier dato positivo le permitiría reforzar esa idea y no acometer las reformas que tanto necesita nuestra economía: la genérica de cambio de mentalidad; la de la transformación del modelo de crecimiento desde el periclitado del “ladrillo” a otro basado en la innovación y las TICs; la flexibilización del mercado de trabajo –que nuevamente no quiere decir despido libre sino libre contratación entre trabajadores y pequeños empresarios, sin necesidad de la intervención de unos sindicatos obsoletos que desde luego no son sindicatos de clase como pretenden hacer creer-; y la reforma de la educación para adecuarla a las necesidades del mercado, entre otras.
En definitiva, agradecemos las noticias que nos hacen ver con cierto optimismo el futuro. Pero esperamos que tanto las economías domésticas como el sistema financiero y el gobierno no sucumban a la alegría y piensen que lo peor de la crisis ya ha pasado. Volviendo al símil médico: al enfermo le hace falta todavía mucha cirugía.

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