viernes, 10 de abril de 2009

Un gobierno fajador

El ejército victorioso vence antes y después de que tenga lugar la batalla. El ejército derrotado primero lucha y después busca la victoria.
Finalmente el Presidente Zapatero parece haber hecho caso a todos aquellos, incluidos nosotros, que demandaban un cambio de gobierno. Sin capacidad de reacción, con el margen de maniobra agotado –dicho por el propio Vicepresidente Solbes-, con la imagen destrozada por su incoherencia e incapaz de infundir confianza a los españoles, el Gobierno del Sr. Zapatero parecía un boxeador sonado que pululaba por el ring a la espera de que sonase la campana. Por ello, aplaudimos que el Presidente haya decidido introducir modificaciones en su gabinete.
Pero lo sorprendente es la estrategia que ha adoptado. En vez de aprovechar esta oportunidad para introducir un cambio verdadero y apostar por una actitud proactiva y de futuro, por un equipo ágil y joven, por favorecer un cambio de mentalidad y sobre todo de modelo de crecimiento económico, ha decidido blindarse. Ha puesto sobre el ring político-económico un gobierno que podríamos denominar del tipo boxeador fajador.
Suponemos que la gran mayoría de ustedes conocen el argot pugilístico. Si no es así, sepan que un fajador es ese boxeador que se sube al ring con una única misión: aguantar los golpes de un rival más poderoso, a la espera de un golpe de suerte o de que el combate finalice. Por eso cubre su cuerpo y cabeza con los brazos y los puños, se mete en su rincón y resiste, resiste,…
Esa es justamente la imagen que transmite el nuevo gobierno: los ministros han sido elegidos dentro de la ortodoxia más estricta del aparato del PSOE con un objetivo claro: aguantar los envites que le lance el PP hasta que o bien la recuperación económica de Estados Unidos nos permita subirnos en la ola y así comience también la mejora de nuestra economía, o bien llegar lo más lejos posible en la actual legislatura –ya casi nadie apuesta porque el gobierno llegue a 2012, sino más bien por elecciones anticipadas en cuanto se note el menor síntoma de revitalización-. Lo dicho, esconder la cabeza y el cuerpo y aguantar un golpe, dos, tres, cien,…
Dado que nuestra especialidad es la economía, consideramos que solo nos compete analizar los cambios de orientación que se han producido en esta. Y la conclusión no puede ser más clara: ninguno. En primer lugar porque muchos de los antiguos ministros económicos permanecen en sus carteras, y no parece lógico que den ahora un golpe de timón, ya que eso demostraría que durante el último año han seguido una estrategia equivocada. Así, no se puede esperar la imprescindible reforma del mercado de trabajo para hacerlo más ágil y flexible, ya que el titular de la cartera se mantiene. Ni tampoco parecen probables nuevas políticas industriales, energéticas, de la vivienda o de innovación, fundamentales a nuestro juicio para poder afrontar la crisis y sobre todo para definir un nuevo modelo de crecimiento que nos permita salir de ella en mejores condiciones de las que entramos.
Tan solo dos cambios sustanciales: el ministerio de Fomento y la Vicepresidencia del Gobierno. Y en ambos casos las declaraciones de los titulares nos abocan a algo que ya conocíamos: gasto en obra pública como única línea de actuación y petición –suponemos que pía que para eso estamos en Semana Santa- a los bancos para que hagan fluir el crédito a empresas y particulares. Coherente con una política de corte keynesiano pero que tiene una limitación muy clara en el tope máximo que la UE permita al déficit público y que se olvida de toda una batería de políticas microeconómicas –las ya citadas políticas industriales, energéticas, innovadoras, de reforma del mercado de trabajo, de introducción de las nuevas tecnologías, de cambios en el sistema de intermediación,…- imprescindibles si queremos adoptar un modelo de desarrollo económico acorde con el siglo XXI.
A nuestro parecer el Sr. Zapatero ha desperdiciado una gran oportunidad para haber optado por una actitud mucho más proactiva y valiente. Debería, a nuestro juicio, haber apostado por una propuesta mucho más ecléctica desde el punto de vista político –incluso proponiendo un gran pacto de estado que en un ejercicio de soberbia ha rechazado-, eligiendo a personas que fueran capaces de enfrentarse al gran reto que tiene nuestro país en estos momentos: más de tres millones y medio de parados, un sector industrial falto de competitividad, un modelo de crecimiento quebrado y sin sustituto, y un sistema financiero sano pero que puede sufrir mucho si el pánico se contagia desde las Cajas a los bancos.
Pero esto no parece importarle al Presidente, que ha optado por resistir. Lo dicho, un gobierno fajador dispuesto a aguantar golpes y con muy escasa capacidad de reacción económica. Lo malo es que no cuenta con que se han subido nuevos enemigos al cuadrilátero: Convergencia y Unió y el PNV. Y estos no son el PP, proceden de Comunidades donde existe una tradición empresarial, saben de economía y conocen dónde golpear.

© J.A. Martínez y J.L. Calvo 2009

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