miércoles, 17 de diciembre de 2008

El timo del tocomocho

Así es el método para el mando del ejército: no te enfrentes a ellos cuando estén en una alta colina. No vayas contra ellos cuando den la espalda a un terraplén. No los persigas cuando finjan estar derrotados. Deja una salida para los soldados que se rindan. No impidas que los soldados regresen a sus casas. Este es el método para mandar grandes ejércitos

El sábado 13 de diciembre de 2008 se destapó el que por ahora es el último escándalo financiero de esta crisis que atravesamos desde el año pasado: Bernard Madoff ha generado un agujero de cerca de 50.000 millones de dólares pero, y sobre todo, ha socavado la credibilidad de los fondos de inversión y muy especialmente de los hedge funds y fondos de fondos.
Varios son los términos que se han utilizado para describir la actuación de este mangante de las finanzas: Ponzi para elegidos, haciendo referencia al timo protagonizado por Charles Ponzi en los años veinte del siglo pasado, o modelo de la pirámide por el que se retribuía a los inversores más antiguos con los ingresos que se obtenían de los nuevos inversores. Nosotros tenemos dos adicionales que hacen referencia a los timos más famosos de la España de la posguerra: los de la estampita y el tochomocho.
Los dos timos mencionados reúnen características comunes: hacen falta un tonto poseedor de unas “estampitas” que en el fondo son billetes de curso legal, o una persona con unos billetes de lotería “premiados” de los que por sus características personales (normalmente se hace pasar por analfabeto) desconoce su valor; un gancho que es el que anima al timado; y un codicioso, que trata de obtener beneficios de una información privilegiada, situación que si bien no es ilegal si es inmoral. ¿Establecen la relación con los inversores de Madoff?
Las estampitas o lo billetes de lotería eran las inversiones que obtenían una rentabilidad cuasi fija incluso en las épocas de caída de las Bolsas. Es sorprendente que a aquellos que han sido “pillados” y que representan la élite financiera no les pareciera sospechoso que su grupo ofreciera la misma rentabilidad cuando las cosas iban bien que cuando iban mal.
Madoff ejercía de gancho. Con esa puerta trasera que solo permitía la entrada a aquellos que tenían el pedigrí suficiente, actuaba igual que el gancho del tocomocho y de la estampita que ‘vende’ al timado un comportamiento amoral, ya que se trata de aprovecharse de una persona deficiente o falta de cultura; y que justamente se aprovecha de esa falta de moralidad del timado.
El tercer elemento en discordia en un timo es el que lo “sufre”, el timado. Tanto en los timos de la estampita y el tocomocho como en el que nos ocupa es la actitud amoral de este último la que le hace caer en el timo. Su deseo de aprovecharse de una información privilegiada, de una posición favorable, su falta de ética, es la que le lleva a ser timado.
Porque es cuando menos extraño que los “timados” por Madoff, conocedores de los mercados bursátiles, no se dieran cuenta de que era imposible obtener una rentabilidad tan regular en una época de turbulencias como la que actualmente vivimos. Que grandes y pequeños inversores sufrieran pérdidas cuantiosas mientras ellos mantenían una rentabilidad a prueba de la volatilidad de los mercados. Ninguno de estos inversores sospechó nada. Sospechoso.
Ahora volveremos a encontrarnos con manifestaciones al estilo de las de Filesa en las que algunos de los afectados, no vemos a Alicia Koplovit o a Amancio Ortega reclamando sus pérdidas en la calle, demandarán la devolución de sus capitales mal invertidos porque fueron engañados. Pero lo que no dirán es la rentabilidad que obtuvieron mientras el fondo ha estado funcionando, ni, por supuesto, querrán explicar por qué invirtieron en una situación que como decimos, roza la línea de la legalidad pero sobre todo sobrepasa con mucho la de la moralidad.
Nuestra propuesta en este sentido es clara, y pasa por una solución idéntica a la del timo de la estampita y el tocomocho: detener a los timadores y que los timados pierdan su dinero (aparte de sufrir las bromas de aquellos que fueron considerados no suficientemente elitistas como para poder invertir con Madoff). Jugaron con fuego y se quemaron. Ya dice el refranero español que nadie da duros a peseta ¿o es que ellos eran más listos que los demás? Último refrán: La avaricia rompe el saco.

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