viernes, 10 de octubre de 2008

John Maynard Keynes. Un muerto muy vivo

Los buenos estrategas de la antigüedad forjaban su propia invulnerabilidad, porque esta depende de uno mismo. Así es la maestría del estratega, ajena a todo principio de antemano
La situación que atraviesa la economía mundial no es nueva. John Maynard Keynes, economista vilipendiado hasta la saciedad en los últimos veinte años por los neoliberales y cuya doctrina ha sido dada por muerta tantas veces, la denominaba situación intermedia: no es desesperada pero sí preocupante. Pero lo que de verdad son nuevos son los factores que la rodean.
El principal factor diferencial lo encontramos en la tendencia que ha seguido nuestra sociedad. Llevamos un par décadas caminando por un capitalismo salvaje. Hasta 1989 el mundo estuvo dividido en dos sistemas políticos, sociales y económicos antagónicos. Uno, el basado en las teorías de Marx y cuyo principal adalid era la URSS, de planificación centralizada. El otro, implantado en los países autodenominados occidentales es el de economía de mercado, también conocido como capitalismo. Este permanece vigente en la actualidad y se ha extendido a todo el globo. De hecho, hace ya unos años que surgió una corriente de pensamiento –el pensamiento único- que sin hacerlo explícito da a entender que el sistema capitalista es la mejor situación que podría alcanzar la humanidad, y que, por lo tanto, hemos terminado nuestro largo periplo en busca del grial económico.
La desaparición del denominado bloque del este introdujo cambios positivos para los países que lo integraban, pero también provocó efectos negativos en las sociedades occidentales. Estas perdieron el referente que en gran medida había condicionado la construcción y el mantenimiento del Estado del bienestar, y poco a poco, al principio de manera oculta y últimamente de forma descarada, comenzaron a desmontarlo. En aras de la competitividad, del aumento de las cuotas de mercado, y un largo etcétera de términos ‘economicistas’ hemos visto como se ha procedido a la privatización de la sanidad o al aumento de la jornada laboral hasta las 65 horas. El resultado, un modelo económico regido por la mano invisible del mercado sin necesidad de la intervención del estado y donde todo valía para obtener beneficios.
A este modelo ideal del pensamiento único le ha surgido una gran grieta. En el verano de 2007 comenzó una crisis financiera en Estados Unidos que se ha trasladado al resto del mundo. Grandes bancos como el inglés Northern Rock o el americano Lehman Brothers, entidades hipotecarias tipo Fanni Mae y Freddie Mac, o aseguradoras como AIG han atravesado graves dificultades e incluso la quiebra, lo que ha obligado a nacionalizarlas.
En esta coyuntura los gobiernos han optado por intervenir en la economía: el de Estados Unidos ha lanzado un plan de rescate de unos 480.000 millones de euros para la compra de activos basura; el español ha inyectado 30.000 millones de euros en el sistema financiero con la compra de activos sin riesgo; el británico ha nacionalizado parte de su sistema financiero,… y el FED, el BCE y otros bancos centrales han acordado, por primera vez en la historia, una bajada conjunta de medio punto de los tipos de interés.
Y es que cuando algunos predijeron el fin de la búsqueda del grial y el enterramiento de la doctrina de Keynes, parece que no tuvieron muy en cuenta las enseñanzas del maestro Sun Tzu cuando señalaba que en la guerra no se es más fuerte por contar con más efectivos, ni cabe atacar por tener un mayor poderío militar, lo que importa es mantener la cohesión de las fuerzas, predecir con acierto y conservar la confianza en uno mismo.
Ahora resulta que el pensamiento único, el capitalismo salvaje, los amigos de Smith y Friedman no tienen más remedio que recurrir a Keynes y su intervencionismo del estado para superar esta crisis. Lo dicho, un muerto muy…muy vivo.

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