lunes, 15 de febrero de 2010

Cuestión de confianza

El Tao hace que los soldados tengan el mismo propósito que su superior. De este modo llegarán a morir con él, a vivir con él y a no engañarlo.
El general es el conocimiento, la fidelidad, el valor y la disciplina

No descubrimos nada si afirmamos que la economía española está atravesando por gravísimas dificultades: un nivel de paro que supera los 4 millones; un déficit público disparado y con grandes dificultades en su control, sobre todo si tenemos en cuenta que el gobierno sólo maneja el 20% del gasto público y el gasto social sigue creciendo, las familias altamente endeudadas y muchas de ellas con un patrimonio negativo… Pero lo que no es tan evidente es que esta situación se enmarca en un problema de incluso más difícil solución: la DESCONFIANZA. Desconfianza hacia nuestra economía, hacia su capacidad de recuperación y de mantenimiento de su posición en la Unión Europea y el Eurosistema, junto con una absoluta falta de confianza en que nuestra clase política –y muy especialmente el gobierno- sea capaz de diseñar una senda que nos permita salir de la crisis. Desconfianza de los mercados internacionales pero también de los consumidores nacionales. Analicemos brevemente cada uno de estos aspectos.
Los mercados internacionales han castigado duramente a los valores españoles en las últimas semanas. Y ello, más allá de explicaciones paranoicas como las del Ministro de Fomento, solamente traduce la reacción de los inversores y especuladores a una situación que puede llegar a ser insostenible si, como señala The Economist, el presidente Zapatero sigue zapeando en su política, con vaivenes continuos, con propuestas que se lanzan y luego son retiradas ante la menor presión social, sin una orientación clara. No hay contubernio judeomasónico o de los inversores y medios de comunicación británicos, simplemente hay desconfianza y unos mercados que actuando bajo la más estricta lógica capitalista se comportan como los tiburones y acuden donde hay sangre. Y la economía española sangra copiosamente.
El caso de los consumidores nacionales refleja tanto la desconfianza a la que estamos haciendo mención como un comportamiento irracional propio de las situaciones de crisis en las que no se observa el final del túnel. Lo mismo que hasta 2007 nos gobernó el optimismo y nos creímos que formábamos parte de los países líderes de Europa –recuérdese que algunos políticos y medios de comunicación nos apelaron la “locomotora de Europa” e íbamos a sobrepasar este año en renta per cápita a Francia- en la actualidad nos hemos instalado en el pesimismo más extremo. La gente ha optado por una economía de guerra y ha reducido sustancialmente su consumo porque no confía en que estemos al final de la recesión y las cosas mejoren sino que, por el contrario, esperan que vayan a empeorar, siendo preferible protegerse ante un futuro tan negro. Este comportamiento se basa en hechos reales como la posibilidad de quedarse en el paro, pero también en suposiciones erróneas, como que el sistema de pensiones vaya a quebrar a corto plazo.
Pero el principal problema, a nuestro juicio, es la total desconfianza que tanto mercados como consumidores tienen hacia nuestra clase política y muy especialmente hacia el gobierno. Es evidente que el equipo del Sr. Zapatero ha perdido la confianza de los españoles ya que si como señala nuevamente The Economist más de la mitad de los votantes del PSOE no se fían de que sea capaz de establecer una política que pueda sacarnos de la crisis ¿qué pensarán los no le votaron? Por ello parece lógico que aquellos que sí tienen sentido de estado, que valoran en su justa medida la peligrosa situación que vive la economía española, hayan movido ficha y reclamen un Pacto de Estado: el Rey, CIU que en los momentos difíciles sigue demostrando tener una visión más global que el PP y el PSOE, los agentes sociales e incluso algunas voces socialistas como el Presidente del Congreso.
Enfrentarse a la gravedad de la economía española no admite ni dilaciones ni vaivenes. Se han acabado las sonrisas y es hora de ponerse serio y afrontar las reformas imprescindibles. Es preciso generar confianza tanto a los mercados como a los consumidores. Y eso solo puede hacerse a través de un acuerdo global de todos los partidos, los agentes sociales y las Administraciones Públicas –Comunidades Autónomas y ayuntamientos incluidos que deben reducir sustancialmente su gasto-. Es hora de que el gobierno abandone su obstinación y la oposición asuma que no puede seguir con su política de desgaste. PSOE y PP han de estar a la altura.
Como dice el Sun Tzu, lo primero es crear el Tao (confianza); y luego tener un general que sea el conocimiento, el valor y la disciplina, al que poder seguir.

© José L. Calvo y José A. Martínez

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