viernes, 29 de enero de 2010

La crisis española necesita un pacto de estado

El general es el baluarte del Estado. Si el baluarte está completo en todos los puntos, el Estado será fuerte; si el baluarte es defectuoso, el Estado será débil.
Desde distintos foros internacionales esta semana se han dado cuatro “toques de atención” a la economía española que merecen se analizados.
El primero de ellos procede de los datos que ha publicado EUROSTAT, según los cuales España vuelve a ser sobrepasada en PIB per cápita por Italia y que también muestran cómo hemos entrado en una senda que nos aleja de Francia y Alemania e incluso de la media comunitaria. Atrás queda así el sueño del Presidente del Gobierno –nueva expresión de ese optimismo patológico del que hace gala- cuando afirmó que en 2010 habríamos sobrepasado a Francia en renta per cápita, y vuelve a situarnos entre los países de importancia media de la Unión, distanciándonos de los verdaderos rectores de ésta. Una lección de humildad que no deberíamos menospreciar y que debe de servir para reconducir nuestra política de alianzas dentro de Europa.
El segundo y tercero provienen de las previsiones de crecimiento de dos instituciones internacionales: la OCDE y el FMI. Ambas señalan que nuestro país será el único de entre los más desarrollados que presentará un crecimiento negativo en 2010 y una tasa inferior al 1% en 2011. Es decir, que nuestra salida de la crisis, y con ello la reducción del desempleo, están todavía bastante lejos según estos organismos.
La última, cronológicamente, ha surgido en el foro de Davos. Si el día 27 de enero el gran gurú que predijo la crisis financiera, Nouriel Roubini, destacaba que España es un peligro para la zona Euro, en la que va a crear inestabilidad y de la que incluso podría ser expulsada, al día siguiente todos los ponentes ponían como ejemplo de país con graves problemas al nuestro. Hemos pasado así de ser el paradigma de crecimiento al de destrucción. No conocemos el término medio.
Ante esto la respuesta del Gobierno ha sido, como siempre, negar la mayor y escapar de la realidad. La Vicepresidenta económica parece el conductor del chiste que va en sentido contrario en la autovía: todos se equivocan menos el ejecutivo español. Y nuevamente la única voz que destaca por su sensatez es la del Gobernador del Banco de España que reclama reformas para mejorar la productividad, la competividad y el empleo.
Pero los datos son obstinados: más de 4 millones de parados (casi un 20% de la población activa), un déficit público muy elevado (de dos dígitos, cuando el objetivo es el 3% del PIB) y eso que no está consolidado con los de las Comunidades Autónomas; un compromiso de gasto social que hace muy difícil la reducción de ese déficit; un país alejado de las corrientes innovadoras y en esa medida que pierde competitividad mes a mes…
Parece obvio que lo primero que debe hacer el gobierno es asumir la realidad. La economía española está gravemente enferma. Y un enfermo no se cura mirando hacia otro lado o encomendándose al brujo de la aldea. Hace falta un médico de verdad, un diagnóstico serio y un tratamiento agresivo. Nuestra posición ha sido clara desde hace tiempo: es imprescindible un gran pacto nacional y reformas estructurales, entre las que la del mercado de trabajo para introducir flexibilidad es imperiosa. En este sentido nos sumamos a la propuesta del Gobernador del Banco de España de que los convenios colectivos sectoriales sean solo una referencia para las PYMES, es decir, para la inmensa mayoría del tejido industrial español.
Pero como decimos, lo imprescindible es un gran acuerdo. Y para ello es preciso un gobierno y una oposición responsables, con las ideas claras y que transmitan ilusión al ciudadano y a los que verdaderamente crean empleo: los empresarios.
Como decía el recientemente fallecido Paul Samuelson, cuando surge una recesión (o depresión como esta) una política monetaria puede resultar ineficaz, pero una política fiscal puede sacarnos casi de cualquier problema. Esperaremos al viernes para escuchar las propuestas del presidente del gobierno. Pero la situación no está para bromas, Mr. Bean.

© José A. Martínez y José L. Calvo

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