martes, 1 de diciembre de 2009

Ley de Economía Sostenible. Buenas intenciones y poco más

Cuando el general es débil y no se muestra estricto, su preparación y liderazgo no son evidentes. Debido a ello los oficiales y la tropa se muestran inconstantes. Y las formaciones militares se sienten confundidas. A esto se le llama “caos”.
Estábamos los economistas de todos los ámbitos, profesionales, académicos, gestores de los mercados… a la espera de la gran noticia prevista para este viernes: la presentación de la Ley de Economía Sostenible. Nunca, desde la publicación de la Teoría General de John M. Keynes, se había esperado tanto de una propuesta que iba a hacer que el gran enfermo de Europa (España según The Economist) remontase el vuelo, superásemos nuevamente en renta per cápita a Italia y volviésemos a llamar a las puertas del G8 para que nos hicieran un sitio entre los grandes. El nuevo gurú de la economía, José Luis Rodriguez Zapatero, había predicho que su proposición cambiaría el rumbo no solo de la economía española sino de la europea, ya que esta Ley sería puesta en marcha para todos los países de la Unión aprovechando que el 1 de enero comienza el período de la presidencia española.
Y ciertamente al conocer la Ley de Economía Sostenible nos hemos quedado boquiabiertos. Buenas intenciones, una presentación power point que podría haber hecho un alumno de primero de Economía, pero sin concreción. Y por supuesto ninguna reforma, del mercado laboral, del sistema educativo, del financiero, de la Administración Pública para introducir una política de riguroso control de gasto… Lo dicho, una apuesta por esperar, con buenas palabras y poco más, que la ola de la recuperación internacional nos saque de donde estamos varados.
La Ley nos vuelve a ofrecer un modelo basado en el I+D+i, la formación y las energías renovables, pero ni un solo euro concretado en esas actividades. De hecho, las únicas concreciones son las que figuran en los Presupuestos Generales del Estado para 2010, que van justo en la dirección opuesta con una reducción muy importante de la partida dedicada a I+D. Por otro lado “dinamita” el sector que ha sido el motor del crecimiento de nuestra economía, la construcción. Si la vivienda está sufriendo una caída en sus precios imagínense lo que va a suceder ahora que la desgravación por compra desaparece para rentas superiores a los 24.000 euros. Dos consideraciones en esta línea: en primer lugar, es lógico que los compradores vayan a descontar del precio de la vivienda las deducciones que hasta ahora obtenían, con lo que obviamente estarán dispuestos a pagar un precio menor que aquél que pagarían en el caso de que esas deducciones se mantuvieran. El resultado puede ser una “caída libre” del precio de la vivienda; y en segundo lugar está el límite de los 24.000 euros que, en principio, no parece tener en consideración elementos como el tamaño de la familia a la que pertenece la persona que obtiene los ingresos. Un ejemplo sencillo: una familia de 4 miembros –padre, madre y 2 hijos- con una única renta de 25.000 euros no tendrá derecho a deducción por la adquisición de vivienda aún cuando estén por debajo de la línea de la pobreza; y sin embargo otra familia compuesta por dos miembros con ingresos individuales de 23.000 euros, es decir 46.000 euros anuales de ingresos conjuntos, sí tienen derecho a deducción.
Saltando de las consideraciones económicas a las políticas, -los economistas también tenemos ideología- el problema es que el rumbo errático de la política económica, este socialismo estético –gracias Fernando por la definición- que practica el gobierno, con un discurso hueco pero sin acometer las reformas necesarias, y la radicalización verbal tanto de la derecha como de la izquierda está dejando a esta última huérfana de opciones. Si a la defunción certificada de IU unimos una socialdemocracia tan descafeinada que consigue que los bancos vuelvan a la senda de los beneficios en menos de un año mientras que condena a más de 4 millones de españoles a la beneficencia conculcando su derecho constitucional a un trabajo digno, los votantes de izquierdas cada vez vamos perdiendo más la ilusión por un cambio efectivo y por aquellos que deberían representarlo. Por el contrario, esa radicalización del discurso, un populismo muy bien entendido y una situación político-económica desastrosa están dando alas al sector más duro de la derecha española, a ese que camina de la mano de una iglesia ultramontana. Y no es una perspectiva nada halagüeña.
Sr. Presidente, comience a ponerle chicha a la Ley de Economía Sostenible o la época de Margaret Thatcher en el Reino Unido va a ser el comunismo comparado con lo que nos espera a partir de 2012.

© José L. Calvo

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