lunes, 21 de septiembre de 2009

La función de utilidad de los políticos. Una pequeña lección de Teoría Económica

No avances con aire marcial. Basta con que seas fuerte, te enfrentes al enemigo y lo derrotes; eso es todo
Dentro de la profesión aquellos que nos dedicamos a la Teoría Económica tenemos fama de raritos. Probablemente a ello contribuya que difícilmente salimos de nuestros despachos, que trabajamos con modelos muy sofisticados y, sobre todo, que en general hacemos y decimos cosas muy alejadas de la realidad que vive la mayoría de la gente. Pero a veces nuestras teorías sí pueden ser aplicadas al análisis del día a día. Un ejemplo es la Teoría de la Utilidad.
Según esta teoría, los individuos –léase usted o yo- nos comportamos racionalmente y tratamos de maximizar nuestra utilidad sujetos a una restricción presupuestaria. Dicho para todos, tratamos de alcanzar el máximo bienestar condicionados por nuestros ingresos. Algo lógico ¿no?
Añadamos el segundo elemento de este artículo, los políticos profesionales. Existe un supuesto erróneo sobre las personas que se dedican a la actividad política: habitualmente se considera que son gente que sacrifica una vida personal y sobre todo profesional intensa para dedicarse al servicio de los demás. Y nada más lejos de la realidad en muchos casos. Existe un buen número de cargos de todos los partidos cuya vida profesional fuera de la política ha sido muy escasa e incluso nula.
Si aplicamos la Teoría de la Utilidad a los políticos profesionales nos encontramos con los argumentos que sustentan este artículo: estos intentarán maximizar su bienestar y asegurar los ingresos necesarios para conseguirlo. O dicho de una forma más directa, harán lo que sea necesario con tal de continuar en el poder y así mantener su empleo y sus rentas.
La actuación del Gobierno ante la crisis económica es un buen ejemplo de aplicación de la Teoría de la Utilidad a los políticos profesionales. Tanto el Sr. Zapatero como Dña Leyre Pajín o la Ministra de Igualdad Bibiana Aido han tenido una escasísima actividad profesional fuera del ámbito de la política –algunas clases en la Universidad de León es el bagaje profesional del Presidente-, por lo que se les puede considerar integrantes de ese colectivo en su acepción más estricta. Y su comportamiento, y muy especialmente la forma de enfrentarse a la crisis, demuestran que se están guiando mucho más por intereses personales y de partido –volver a ganar las elecciones y seguir en el poder- que por el interés común de aplicar políticas que solucionen los problemas reales de nuestra economía.
El argumento es inmediato: mientras que desde todos los foros profesionales y las instituciones nacionales e internacionales se demanda un cambio de modelo de crecimiento hacia uno basado en la I+D+i, la formación y la reforma de un mercado de trabajo ineficiente, esto no se aborda, ya que supondría tomar medidas impopulares y sobre todo con una visión política de largo plazo, sin réditos a corto, que permita transformar el modelo productivo en otro que sea capaz de absorber la población activa española –que conste que esto no es patrimonio únicamente del PSOE, ya que el Sr. Aznar primó también los intereses de partido, al asentar el crecimiento español en el modelo del ladrillo que tan buenos resultados electorales le dio pero que tan nefasto ha sido para España-.
Por el contrario, y en la medida en que cada vez más gente se queda en el paro y lo que desea es que su nivel de vida no se vea muy afectado, el Gobierno opta por una política populista: la deducción de los 400 euros; los 420 actuales para los que han finalizado las prestaciones por desempleo, obra pública para garantizar empleo a corto plazo, y gasto y más gasto público improductivo a medio y largo plazo. ¿Qué misión cumple esto? No perder las elecciones, contentar a las masas –el viejo pan y circo romano- y en esa medida seguir cobrando del erario público.
¿Quiere esto decir que son mala gente? Ni mucho menos. Son personas como usted o yo que en una situación tan complicada como la actual lo único que desean es mantener su empleo y el nivel de vida de su familia. La Teoría de la Utilidad en estado puro.

© José L. Calvo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que en el caso de un presidente del gobierno no se puede aplicar... me temo que les queda una pensión vitalícia bastante apañada y sin dar golpe... además se pueden permitir el lujo de dedicarse a otros menesteres... así que como no sea por la erótica del poder me parece que su utilidad no disminuye en caso de perder las elecciones...