lunes, 24 de agosto de 2009

El Gobierno juega al Monopoly

De este modo, se avanza sin pretender la fama. Se retrocede, sin preocuparse por la crítica. Solo se busca el beneficio de los hombres, y conseguir unas ventajas acordes con las del gobernante. Porque solo se pretende enriquecer al estado

Las últimas declaraciones del Ministro de Fomento no dejan lugar a dudas sobre cuál es la política económica del Gobierno: “Yo creo en la utilización del gasto público para fomentar la actividad económica y mantener la protección social”. Esto, que desde un punto de vista académico podría parecer una política keynesiana ortodoxa, a mi me produce la sensación, sin embargo, de que el Gobierno está dilapidando los fondos públicos utilizándolos como si del dinero del Monopoly se tratase. Dos sencillas preguntas están detrás de esta percepción: Sr. Ministro ¿de dónde ha de salir ese dinero que con tanta alegría están distribuyendo? y ¿cuántas generaciones van a ser necesarias para pagar las deudas que se generen con su política?
La prodigalidad con la que el Gobierno está gastando los recursos públicos, y el hecho de que esta sea la única medida real de política económica puesta en marcha, me hace pensar que nuestras máximas autoridades están creyendo que el dinero público es lo mismo que el que se recibe cuando se comienza el juego del Monopoly, y que no tiene coste alguno. Repasemos algunas de sus decisiones de inversión: el plan de financiación de las Comunidades Autónomas que incrementa la dotación a estas cuando se le está pidiendo a todo el mundo que se apriete el cinturón; el Plan E, con gastos en infraestructuras en algunos casos redundantes pero sin inversión real en un cambio del modelo de crecimiento; el FROB para salvar bancos y cajas de ahorro que si fuesen otro tipo de empresas deberían haber quebrado; los demagógicos 400 euros por contribuyente que se repartieron antes de las elecciones o los 420 euros actuales para los parados que han agotado las prestaciones por desempleo. Dinero puesto en circulación sin un estricto control de su rentabilidad social, y que ha dado como resultado que en un año y medio hayamos pasado de un superávit en las cuentas públicas a un déficit superior al 9 por ciento.
Como decía, se puede argumentar que esta es una política de corte keynesiano que en su momento incluso nosotros reclamamos, pero esto no es cierto por varios motivos: en primer lugar, porque lo primero que defendía Keynes es que había que ajustar los mercados a la realidad económica, y eso no se ha hecho; en segundo lugar, porque una cosa es realizar una política de gasto público para reactivar el consumo y la economía, y otra muy distinta un reparto indiscriminado de dinero, exento de toda lógica económica en su distribución; y por último, y este es quizás el argumento de más peso en referencia a este artículo, porque las reglas del juego no son las del Monopoly, y en algún momento habrá que devolver el dinero que ahora se está gastando.
Sobre las necesarias reformas de la economía española no voy a insistir nuevamente, ya que hemos dejado clara nuestra posición en este blog. Es urgente e imprescindible una reforma del mercado de trabajo que pase por actualizar su regulación. Nuevamente aclarar que no abogamos por el despido libre, pero sí por un nuevo tipo de gestión que tenga en cuenta los cambios que se han producido en el mercado global, introduciendo conceptos como la flexiseguridad. Esto es algo en lo que por cierto coincidimos la mayoría de los profesionales de la Economía y tan solo están en desacuerdo los sindicatos –cuyo comportamiento es digno de estudio, muy especialmente si como es mi caso se cree que los grandes sindicatos han perdido su carácter de sindicato de clase obrera y defienden sólo los intereses de sus afiliados- y el Ministro de Trabajo, de cuyos conocimientos en otras áreas no dudo pero que como economista no me parece de una gran solvencia. O la adaptación a la nueva Sociedad del Conocimiento, lo que supone cambiar el modelo de crecimiento hacia otro basado en las TICS y la innovación, algo pregonado por el propio Gobierno pero a lo que no se han aplicado medidas prácticas reales.
Pero el argumento más importante que quiero defender en el artículo es que el dinero público no es el de Monopoly. Es decir, que en la realidad no sucede como en ese juego, que cuando se acaba si has perdido y te has quedado sin dinero no pasa nada, porque cuando comience una nueva partida te lo darán otra vez. En la economía real el dinero que te has gastado genera una deuda que debes devolver en el futuro. Y si seguimos con la política de gasto actual es bastante probable que en 2012, cuando acabe el juego del Sr. Zapatero –desde aquí una apuesta: el Presidente no se presentará a la reelección- nos encontremos con que España no ha resuelto ninguno de sus problemas de crecimiento y competitividad y sin embargo tenemos una deuda difícilmente asumible, que deberán pagar las futuras generaciones.
Un último comentario sarcástico también dirigido a las declaraciones del Ministro de Fomento. Ahora parece que quiere también convertirse en Robin Pepiño Hood, queriendo quitarle el dinero a la clase media –desengáñese Sr. Ministro los ricos saben cómo proteger sus fortunas- para dárselo a los pobres…bancos.

© José L. Calvo

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