jueves, 11 de junio de 2009

La esperanza es verde...

Y así es como de tres maneras el soberano acarrea la adversidad al ejército: No saber que el ejército es incapaz de avanzar y, sin embargo, ordenar el avance. No saber que el ejército es incapaz de retirarse y, sin embargo, ordenar la retirada. Esto es lo que se entiende por “poner trabas al ejército”.
En los últimos días estamos asistiendo a un debate que muestra tanto las esperanzas –en positivo y negativo- como la altura intelectual del discurso de los dirigentes de las dos grandes formaciones políticas españolas. Mientras que el gobierno se esfuerza en ver signos de que la crisis está remitiendo en los brotes verdes que surgen en Estados Unidos y en los últimos datos del paro, la oposición niega esa recuperación sin introducir prácticamente argumentos, asumiendo que la mejoría va en contra de sus intereses; y mientras el Ministro de Industria afirma que la oposición solo ve verdes los billetes –en referencia suponemos al dólar y no al euro- el PP de Madrid afirma que el gobierno se fuma los brotes verdes, -haciendo alusión a que “está fumao”-.
Pero lo realmente relevante del análisis de ese verdor no es tanto si se está produciendo sino si es realmente el síntoma de la salida de la crisis y de cuál ha de ser la actitud ante esa posibilidad. Para empezar hemos de decir que los síntomas de una recuperación verdadera se están dando en Estados Unidos, pero no son ni mucho menos claros en Europa y España. Porque si bien es cierto que la economía española ha creado empleo en el último mes y los indicadores de la confianza de los consumidores mejoran, no lo es menos que el coste de dicha creación es muy elevado: un déficit público que en tan solo un año se ha situado en el 8 por ciento. No parece posible seguir creando puestos de trabajo si la única política que se aplica para ello son obras públicas que además no suponen inversión sino gasto corriente.
Además, a nuestro país le faltan todavía al menos dos vueltas de tuerca de la actual crisis: la recapitalización de algunas cajas de ahorros, para las que el gobierno ya está aportando dinero de todos con el consiguiente malestar entre los ciudadanos que ven cómo a algunas entidades financieras se les perdona su actuación irresponsable previa a la crisis; y la reducción de los ingresos por turismo que lógicamente se producirá en el verano, derivada de los ajustes que se están realizando en los países que son el origen de nuestros visitantes.
Pero lo más preocupante, a nuestro juicio, es la actitud que está adoptando el gobierno. Con ese optimismo ya tradicional el Sr. Zapatero y sus ministros parecen haber dado la crisis por prácticamente finiquitada. Y esto parece indicar que para ellos los ajustes que tanto se han demandado por todos los sectores ya no son necesarios. El presidente y su equipo están adoptando lo que ya antes hemos denominado la estrategia del surfista: esperar a que la ola de recuperación proveniente del exterior –Estados Unidos o Europa- nos lance hacia una nueva senda de crecimiento. Y mientras tanto no cambiar nada, simplemente mantenerse a flote.
Esa es una actitud irresponsable. Como hemos manifestado varias veces, lo importante de esta crisis no es tanto cuándo se salga sino cómo se haga. El modelo de crecimiento económico español basado en el ladrillo está agotado; el déficit público tiene un límite ligado a su sostenibilidad al que prácticamente ya hemos llegado; nuestro mercado de trabajo presenta una estructura arcaica y excesivamente rígida, y la inversión en capital humano, innovación, TICs y nuevas tecnologías es insuficiente. Esas son realidades a las que hay que hacer frente si queremos tener una posición sólida en el nuevo concierto económico que surgirá tras la crisis.
De acuerdo, hay síntomas de esperanza. Pero esos brotes hay que regarlos porque no crecerán solos. Esperemos que el gobierno no caiga en la trampa de ver la botella medio llena. Porque si no es probable que se cumpla un viejo dicho: la esperanza era verde...y se la comió un burro.

© J. L. Calvo y J. A. Martínez

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