miércoles, 31 de diciembre de 2008

El Gobierno debe cambiar de imagen

Y así, comparándolos mediante valoraciones: Se trata de buscar su naturaleza. Hazte estas preguntas: ¿Qué gobernante tiene el Tao? ¿Qué general posee capacidad? ¿Quién consigue el cielo y la tierra? ¿Quién cumple el método y las órdenes? ¿Qué ejércitos y tropas son fuertes? ¿Qué oficiales y soldados están capacitados? ¿Qué recompensas y castigos deben producirse? A través de todo ello puedo conocer la victoria y la derrota.
Vivimos en el mundo de la imagen. En la actualidad es casi más importante lo que los productos dicen de nosotros y de nuestro entorno, la imagen que dan de nosotros mismos a través de ellos, que sus verdaderas características funcionales. Nadie compra un abrigo tan solo porque protege del frío. Esto lo saben muy bien las marcas que han podido aprovecharse de estas nuevas necesidades para introducir sobreprecios. Y lo entienden a la perfección nuestros partidos políticos que desde el comienzo de la democracia se han centrado más en vender una imagen que un programa político.
De hecho la imagen del gobierno socialista que salió de las urnas en marzo de 2008 era inmejorable. Un presidente joven, optimista y en consonancia con el papel que los españoles queríamos jugar en Europa y en el mundo; un equipo ministerial equilibrado con dos vicepresidencias en las que pesaba sobre todo la experiencia y otra parte mucho más joven en la que destacaba, desde la perspectiva económica, el tripartito formado por el ministro de Industria y las ministras de Vivienda e Innovación; y un gobierno paritario con mujeres en puestos de alta responsabilidad, como era el caso de Carme Chacón en Defensa.
Esta imagen se ha dilapidado en menos de un año, al menos en el área de la economía. El Sr. Solbes y los ministros económicos tienen hoy un perfil mucho más débil que hace nueve meses.
El Vicepresidente económico ha pedido ya su relevo, y solo una actitud de “sostenella y no enmedalla” desaconseja su sustitución –turriona que se dice en las tierras del Presidente-. El caso del Sr. Solbes es además paradójico, porque ni su imagen profesional ni personal posibilitan su continuidad. Profesionalmente plantea dudas, más aún si analizamos cómo quedaron las cuentas de nuestra economía cuando fue ministro del gobierno González. Y personalmente da la imagen de una persona mayor, cansada y deseosa más de disfrutar de un retiro bien merecido que de conducir la nave de la economía española por las difíciles aguas que la esperan en, como mínimo, el próximo año.
El resto del equipo económico está escondido. No se ven propuestas e iniciativas activas y atractivas desde los ministerios de Industria, Vivienda o Innovación, y eso que deberían tener mucho que decir ante esta crisis, ya que los tres están plenamente afectados y el Presidente ha prometido que serán los pilares sobre los que se asentará nuestro futuro modelo de crecimiento. En Energía las propuestas han sido poco osadas y no se ha apostado de verdad por las energías alternativas al petróleo; en Industria las políticas han sido defensivas; en Vivienda no hay realmente un plan para hacer frente a los dos aspectos claves para solucionar nuestra crisis del ladrillo: una oferta sin vender y una demanda de alquiler sin satisfacer; y de Innovación no merece la pena hablar: si un peón de la construcción gana más que un investigador doctor y hasta la llegada de la crisis tenía más estabilidad laboral, pocos cerebros se “fugan” al extranjero.
El gobierno necesita una nueva imagen, más fresca, que transmita ilusión, y que apoye con hechos y políticas el optimismo vital del Presidente. Es preciso, en consecuencia, un cambio de orientación y de caras.
El presidente del Gobierno debería actuar, a nuestro juicio, en una doble vertiente: por un lado introduciendo nuevos ministros que aporten confianza tanto a los mercados como a los ciudadanos. Y el PSOE tiene mucho donde elegir. Tres ejemplos nos vienen a la mente: un gran profesional y ministro que estuvo en el gobierno de González y que es conocido tanto por su capacidad como por su rigurosidad: Miguel Boyer; otro ex ministro mucho más reciente, con un perfil profesional menos impactante pero con la osadía y ambición suficiente como para impulsar nuestra economía y que dejó una buena imagen: Jordi Sevilla; y el actual Gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que ha demostrado con creces su seriedad a la hora de enfrentarse a los problemas financieros y el rigor necesario para dirigir la economía española en el duro período de ajuste que nos espera.
La otra gran acción del Presidente del Gobierno debería ser la creación de un Consejo Asesor para la Recuperación Económica como se ha hecho en Estados Unidos. El presidente electo Barack Obama ha elegido a Paul Volcker para presidir el nuevo Consejo Asesor cuyo objetivo es estabilizar los mercados financieros y luchar contra la crisis económica. Volcker tiene 81 años y ha sido presidente de la Reserva Federal entre los años 1979 y 1987(es decir, entre las presidencias de Carter y Reagan), ha trabajado para cinco presidentes estadounidenses y ha asesorado a Obama en la campaña electoral. Este nuevo Consejo Asesor se va a dedicar exclusivamente a supervisar las medidas para combatir la crisis y devolver la estabilidad a los mercados e implementar programas de impulso económico para la recuperación. Este nuevo organismo estará basado en una "comisión que dará asesoramiento no partidario al presiente" ha señalado Obama, porque para él " en este momento decisivo para nuestra nación, las viejas maneras de pensar y actuar simplemente no funcionan. Debemos buscar ideas frescas de las mentes más destacadas del país".
Al frente del Consejo Asesor para la Recuperación Económica español debería figurar una persona de reconocido prestigio en la economía española. Nuestra propuesta en esta línea también es clara: creemos que la persona más capacitada para llevar a cabo esta misión es el profesor Dr. Luis Ángel Rojo, que siendo Gobernador del Banco de España sentó las bases de la consolidación actual del sistema financiero español.
Estas decisiones serían pasos en la dirección correcta para combatir la crisis y darían un nuevo empuje a un gobierno que arrastra problemas de confianza.
De la imagen de la oposición ni hablamos, porque cada vez recuerdan más a esas “películas de época” que tanto gustaban en el franquismo. Lo tienen todo: el rey barbudo y débil; la pérfida Corte encabezada por una princesa que busca el trono a cualquier precio; y el príncipe discreto que a poco que se descuide partirá hacia el destierro. ¡Impresionante!.

sábado, 20 de diciembre de 2008

El cubo agujereado de Okun (o una explicación de por qué no llega el dinero a empresas y particulares)

Se necesitan más de mil li para aprovisionar un millar de carros rápidos, un millar de carros cubiertos de cuero y cien mil soldados armados. Después vienen los gastos externos e internos, el estipendio de los consejeros extranjeros, los materiales necesarios para colas y lacas y las aportaciones para los carros y armaduras, todo lo cual suman otras mil piezas de oro al día. Tan solo después de haber contado con todo esto se pueden reclutar cien mil soldados.
Arthur Melvin Okun (1928-1980) utilizó la metáfora del cubo agujereado para explicar cómo en la transferencia de recursos a través de la política fiscal existía una pérdida de eficacia propia del proceso de distribución. Como señalaba este autor: "El dinero se debe llevar de los ricos a los pobres en un cubo agujereado. Algo simplemente desaparecerá por el camino, así que los pobres no recibirán todo el dinero que se toma de los ricos".
Esta misma metáfora se puede aplicar en la actualidad al dinero que están recibiendo las entidades financieras y que sin embargo todavía no llega, o lo hace con cuentagotas, a las empresas y los particulares. No obstante hay elementos diferenciales importantes.
El problema de la banca, no solo española sino mundial, es que realmente desconoce el tamaño de los agujeros que tiene su cubo, que día a día van aumentando y que empiezan a adquirir un tamaño descomunal. Durante las últimas décadas se han ido desarrollando instrumentos financieros que como los futuros o los derivados, y otros que actúan en los denominados over the counter markets (mercados no organizados) tienen como característica fundamental su elevado apalancamiento. Dicho en términos sencillos, es preciso desembolsar una cantidad mínima –en general menos del 10 por ciento de la operación contratada- para operar con un volumen de negocio muy elevado.
Mientras los mercados evolucionaban a favor del comprador o vendedor del instrumento financiero, e incluso cuando las oscilaciones eran muy pequeñas, éste no tenía que desembolsar ninguna cuantía adicional a la garantía solicitada. Insistimos, esto permitía acometer grandes volúmenes de contratación con un desembolso mínimo. El problema surge cuando aparece la inestabilidad y los mercados evolucionan de manera negativa en contra del contratador del instrumento. En ese momento debe empezar a aportar cantidades adicionales para mantener la garantía, y estas aportaciones le generan pérdidas que pueden llegar a ser ilimitadas. Y ¿qué sucede si no tiene ese capital, si no puede hacer frente a los pagos adicionales porque invirtió bajo el supuesto de que el mercado no iba a sufrir los vaivenes a los que nos tiene acostumbrados en la actualidad? El resultado lo pueden apreciar casi todos los días: quiebras y más quiebras de inversores “demasiado osados”.
Las entidades financieras, aunque debemos matizar que las españolas en menor medida por lo que ya hemos explicado en otros artículos, acometieron este tipo de inversiones y se ven en la actualidad cautivas de aquellas operaciones. Pero, y esto es lo que creemos más importante, no tienen un balance exacto del volumen de las que han acometido y de las pérdidas que no solo les han generado sino de las que les van a generar en el futuro. El resultado es que por mucho que el Gobierno quiera llenarles el cubo para que luego ellas lleven ese agua a los particulares y las empresas, el tamaño de los agujeros es tan grande, y sobre todo el temor a que se produzcan nuevos domina tanto su comportamiento, que el agua no llega.
Parece prácticamente imposible en la actualidad conocer el tamaño de los agujeros que tiene el cubo de las entidades financieras. Mucho menos prever los que se van a producir a corto y medio plazo. Y sin embargo, ese es el elemento clave para empezar a ver el final del túnel de esta crisis financiera. Hasta que los bancos y cajas no adquieran confianza no solo en su situación sino en la de las otras entidades no se prestarán dinero entre ellas, y mucho menos permitirán que este llegue a los demandantes últimos. Y sin que ese dinero circule por la economía no es factible que esta mejore.
El mapa global de las medidas contra la crisis nos hace creer que la magnitud real de la crisis financiera internacional es bastante más preocupante de lo que parece. Hace unos años Ben Shalom Bernanke, actual director de la Reserva Federal de Estados Unidos en sustitución de Alan Greenspan desde el 1 de febrero de 2006, pronunció una conferencia premonitoria en la que analizaba las medidas que podrían aplicarse en una coyuntura como la actual (inestabilidad financiera que desemboca en depresión). A Bernanke el escenario que menos le gustaba era el de la deflación –caída generalizada de los precios-. Y ese es el verdadero peligro, porque un escenario de deflación sostenida puede ser destructivo para la economía ya que la recuperación no sería fácil, tardaría posiblemente una década. Para evitarlo, Bernanke piensa que se debe actuar con todo el arsenal que se tenga: bajadas de los tipos de interés, reducción de impuestos; es decir, política monetaria y fiscal, complementada, añadiríamos nosotros, con la participación del Estado a través de obra pública. Bernanke no se queda ahí, sino que propone también comprar bonos y titulizaciones o darle a la máquina de imprimir dinero.
Obama se ha dado cuenta de la magnitud del problema y ha preparado un plan de recuperación económica que tendrá un presupuesto de 590.155 millones euros, lo que representa el 6% del PIB del país. El plan intenta lograr la creación de 2,5 millones puestos de trabajo hasta 2015, y se complementa con rebajas fiscales para las rentas bajas y medias; por el contrario los contribuyentes con mayor poder adquisitivo (250.000 dólares) mantendrá su fiscalidad actual.
El Gobierno de España podría hacer algo similar. Si no, solo un arreglo milagroso de los agujeros del cubo de Okun de las entidades financieras nos permitirá salir de la crisis. Y nuestra fe en los milagros económicos está muy socavada.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

El timo del tocomocho

Así es el método para el mando del ejército: no te enfrentes a ellos cuando estén en una alta colina. No vayas contra ellos cuando den la espalda a un terraplén. No los persigas cuando finjan estar derrotados. Deja una salida para los soldados que se rindan. No impidas que los soldados regresen a sus casas. Este es el método para mandar grandes ejércitos

El sábado 13 de diciembre de 2008 se destapó el que por ahora es el último escándalo financiero de esta crisis que atravesamos desde el año pasado: Bernard Madoff ha generado un agujero de cerca de 50.000 millones de dólares pero, y sobre todo, ha socavado la credibilidad de los fondos de inversión y muy especialmente de los hedge funds y fondos de fondos.
Varios son los términos que se han utilizado para describir la actuación de este mangante de las finanzas: Ponzi para elegidos, haciendo referencia al timo protagonizado por Charles Ponzi en los años veinte del siglo pasado, o modelo de la pirámide por el que se retribuía a los inversores más antiguos con los ingresos que se obtenían de los nuevos inversores. Nosotros tenemos dos adicionales que hacen referencia a los timos más famosos de la España de la posguerra: los de la estampita y el tochomocho.
Los dos timos mencionados reúnen características comunes: hacen falta un tonto poseedor de unas “estampitas” que en el fondo son billetes de curso legal, o una persona con unos billetes de lotería “premiados” de los que por sus características personales (normalmente se hace pasar por analfabeto) desconoce su valor; un gancho que es el que anima al timado; y un codicioso, que trata de obtener beneficios de una información privilegiada, situación que si bien no es ilegal si es inmoral. ¿Establecen la relación con los inversores de Madoff?
Las estampitas o lo billetes de lotería eran las inversiones que obtenían una rentabilidad cuasi fija incluso en las épocas de caída de las Bolsas. Es sorprendente que a aquellos que han sido “pillados” y que representan la élite financiera no les pareciera sospechoso que su grupo ofreciera la misma rentabilidad cuando las cosas iban bien que cuando iban mal.
Madoff ejercía de gancho. Con esa puerta trasera que solo permitía la entrada a aquellos que tenían el pedigrí suficiente, actuaba igual que el gancho del tocomocho y de la estampita que ‘vende’ al timado un comportamiento amoral, ya que se trata de aprovecharse de una persona deficiente o falta de cultura; y que justamente se aprovecha de esa falta de moralidad del timado.
El tercer elemento en discordia en un timo es el que lo “sufre”, el timado. Tanto en los timos de la estampita y el tocomocho como en el que nos ocupa es la actitud amoral de este último la que le hace caer en el timo. Su deseo de aprovecharse de una información privilegiada, de una posición favorable, su falta de ética, es la que le lleva a ser timado.
Porque es cuando menos extraño que los “timados” por Madoff, conocedores de los mercados bursátiles, no se dieran cuenta de que era imposible obtener una rentabilidad tan regular en una época de turbulencias como la que actualmente vivimos. Que grandes y pequeños inversores sufrieran pérdidas cuantiosas mientras ellos mantenían una rentabilidad a prueba de la volatilidad de los mercados. Ninguno de estos inversores sospechó nada. Sospechoso.
Ahora volveremos a encontrarnos con manifestaciones al estilo de las de Filesa en las que algunos de los afectados, no vemos a Alicia Koplovit o a Amancio Ortega reclamando sus pérdidas en la calle, demandarán la devolución de sus capitales mal invertidos porque fueron engañados. Pero lo que no dirán es la rentabilidad que obtuvieron mientras el fondo ha estado funcionando, ni, por supuesto, querrán explicar por qué invirtieron en una situación que como decimos, roza la línea de la legalidad pero sobre todo sobrepasa con mucho la de la moralidad.
Nuestra propuesta en este sentido es clara, y pasa por una solución idéntica a la del timo de la estampita y el tocomocho: detener a los timadores y que los timados pierdan su dinero (aparte de sufrir las bromas de aquellos que fueron considerados no suficientemente elitistas como para poder invertir con Madoff). Jugaron con fuego y se quemaron. Ya dice el refranero español que nadie da duros a peseta ¿o es que ellos eran más listos que los demás? Último refrán: La avaricia rompe el saco.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

La gestión de los recursos humanos en la universidad

Si el campamento está en desorden, es que el general carece de autoridad. Si se hacen ondear sin concierto banderas y estandartes, reina el caos”
Por el contrario
El Tao hace que los soldados tengan el mismo propósito que su superior. De este modo llegarán a morir con él, a vivir con él y a no engañarlo

Parece que los estudiantes universitarios han resucitado. Por fin, después de años dedicados a pasear por los campus como ‘almas en pena’ sin otra labor que estudiar y aprobar, lo que teóricamente está bien pero que les resta elementos muy importantes de su formación como seres humanos, los estudiantes han vuelto a recuperar una de sus misiones fundamentales en nuestra sociedad: ser el elemento reivindicativo por excelencia.
Su lucha contra Bolonia es digna de elogio. Casi lo de menos es si sus afirmaciones son correctas, que no lo son en algunos casos. De hecho, acusan a la universidad de haberse plegado a las demandas de las empresas a la hora de elaborar los planes de estudio. Ojala las universidades hubiesen escuchado las peticiones de la sociedad, incluidas las empresas, para elaborar unos planes acordes con las necesidades de ésta. Por el contrario, y como ya hemos dicho en este mismo blog, no han escuchado a nadie para ajustar sus actuales planes a los requisitos exigidos por Bolonia. Con reducciones de presupuesto, con una plantilla inmovilizada a la que poco se le puede exigir por el carácter de funcionario de muchos de nosotros y por la exigua retribución, con su misión de ‘aparcadero’ de jóvenes en el período que va desde los 18 a los 22 o 23 años para que no molesten en el mercado de trabajo y con una actitud altamente burocratizada, las universidades no han escuchado a nadie: ni a la sociedad, ni a los alumnos, ni a los profesores. El resultado son unos planes de estudio que en algunos casos resultan patéticos.
Uno de los elementos que caracteriza a la actual universidad española es su elevada burocratización. Y el plan de la Ministra de Innovación que consagra la carrera administrativa dentro de la universidad la lleva a su máxima expresión. ¿Se imaginan algo más en contra del espíritu que debe encarnar la universidad que pretender que un profesor pueda elegir entre hacer carrera administrativa, docente o investigadora? ¿Hay algo más fuera de lugar que dedicar a la gestión a personas cuyo verdadero valor se debe encontrar en la creatividad, la investigación y la innovación? ¿Qué es un docente universitario sin investigación sino un papagayo que repite los trabajos de otros? ¿Pretenden convertirnos en profesores de instituto con un pequeño grado de cualificación superior?
Esa burocratización se manifiesta también en una gestión de los recursos humanos que en ningún momento tiene en cuenta la opinión ni de sus consumidores, los alumnos, ni de sus trabajadores, los profesores. Las universidades han adoptado el viejo modelo de producción ‘fordista’ en el que sus alumnos tienen que aceptar lo que se les ofrece –“puede elegir cualquier color siempre que sea negro”- y sus profesores son considerados como productores que cumplen las normas emanadas desde la dirección de la empresa, en este caso el Rectorado, con una estructura piramidal en la toma de decisiones. Nada más antiuniversitario y más en contra de la actual tendencia en la gestión de los recursos humanos en los centros de trabajo. Participación, creatividad, imaginación, discusión, innovación,… han sido eliminados de esta concepción de universidad. El resultado salta a la vista: unos alumnos descontentos y un profesorado totalmente desvinculado emocionalmente de su universidad. La universidad convertida en una fábrica más. Solo nos faltan los trajes Mao.
Lo más paradigmático de esta situación es que quienes han diseñado esta política no son más que otros profesores que deberán volver a integrarse en la ‘tropa’ cuando finalice su mandato. Porque si algo diferencia a la universidad de las empresas de las que quiere adoptar su modelo es que aquí se cumple el viejo principio que en la Edad Media le hacía ver al rey que era uno más, que era el ‘primus inter pares’. Con una diferencia sustancial, el rey lo era de por vida. Los equipos rectorales lo son por un período de cuatro años. Luego volverán a ser ‘pares’ y su carroza, como la de Cenicienta, se convertirá en calabaza.
Bienvueltos los alumnos a las “barricadas”. Ahora nos toca a los profesores sacudirnos el aturdimiento de años y sumarnos a ellos. Lo de menos es Bolonia. Lo demás es recuperar el terreno de libertad que la burocracia y la aciaga gestión de los recursos universitarios nos están robando. La Universidad ha sido y debe ser crítica con la sociedad en la que vive. Esa es su misión, en donde radica el verdadero espíritu universitario y su mayor aportación a esa sociedad.

P.D. Siempre que hemos escrito universidad en lugar de Universidad ha sido a propósito. Así es como la percibimos en la actualidad muchos profesores, con una importancia minúscula.

viernes, 5 de diciembre de 2008

La necesaria reforma del mercado de la vivienda en España

Y así sucede en las batallas de carros: cuando se capturan más de diez carros, premia a aquel que sea el primero en capturar uno. Después, cambia sus banderas y colgantes. Cuando los carros estén mezclados, hazlos correr. Toma a los cautivos y ocúpate de ellos. Esto es lo que se entiende por “vencedor del enemigo incrementado la propia fuerza”
La actual crisis económica por la que atraviesa España se asienta, básicamente, en tres factores: la crisis financiera internacional; la falta de confianza; y el estallido de la burbuja inmobiliaria.
Los efectos de la crisis financiera internacional que se desató a finales de 2007 en Estados Unidos se han expandido por todo el mundo. Sin embargo, y por primera vez en la historia moderna, España se ha visto afectada en mucha menor medida que el resto de los países. Los motivos hay que encontrarlos, como se ha señalado desde todos los foros incluidos los internacionales, en la estricta pero racional política seguida por el Banco de España. Si en épocas anteriores se hacían estatuas a los grandes héroes, sería de justicia hacer una al profesor Dr. Luis Ángel Rojo, que con su obsesión por el control y el rigor ha sido el artífice de que afrontemos la crisis en mejores condiciones que nuestros vecinos.
El segundo de los motivos es la confianza, o mejor dicho su falta. Ya lo hemos comentado otras veces e insistiremos muchas más: la desconfianza de los españoles se basa en el desconocimiento de la profundidad de la crisis –hasta dónde llega el agujero de nuestro sistema bancario y a quién afecta de verdad-, la actuación del gobierno –qué ha pasado de negar la crisis a afrontarla con todas las medidas que se le ocurren día a día, pero que transmite una sensación de no saber por dónde ‘meterle mano’-, y una sobrerreacción de nuestro carácter latino: ni éramos tan ricos hace un año y medio, ni somos tan pobres en la actualidad. Un poco de pensamiento positivo nos vendría bastante bien.
Pero donde nos queremos centrar hoy es en la reforma del mercado de la vivienda en España. El estallido del boom inmobiliario español era una ‘muerte anunciada’ por los expertos, las autoridades monetarias, españolas e internacionales, y todos los que tuvieran dos dedos de frente. Pero nadie quiso hacerles caso, probablemente porque todos salíamos ganando en el corto plazo: los promotores inmobiliarios, que han hecho verdaderas fortunas que ahora se han evaporado como la espuma; los gobiernos de todos los colores, que aseguraban el crecimiento económico y el empleo sobre esta burbuja, y que además obtenían pingues ingresos fiscales por la compra y venta de viviendas; y todos y cada uno de nosotros, que veíamos como día a día nuestra vivienda aumentaba de valor. Esto último, por cierto, también contribuye en buena medida a la pérdida de confianza, porque jugamos al ‘cuento de la lechera’ y nos estalló el cántaro.
Dicho esto repasemos la situación del mercado inmobiliario español: múltiples promociones en construcción o acabadas sin vender aún rebajando los precios; un sector que por el lado privado va a sufrir un parón importante que se va a traducir en un aumento muy considerable del desempleo; aumento de las dificultades para pagar las hipotecas de los actuales propietarios; reducción drástica de los créditos bancarios; y, sin embargo, una demanda de vivienda en continuo crecimiento. ¿Qué hacer?
Nuestra propuesta incluye dos acciones: promover medidas para estimular el mercado inmobiliario y fomentar el mercado de alquiler.
En el primero de los casos se trata de aplicar reformas fiscales que ayuden a la clase media, que es la que soporta el mayor esfuerzo fiscal. Medidas que deben ir acompañadas, además, de ayudas estatales para que los españoles puedan hacer frente al pago de las hipotecas. Esto se está haciendo en los Estados Unidos. No actuaciones parciales, sino generales. No tiene sentido proponer 200 actuaciones sino tres o cuatro medidas claras y precisas que instrumenten un objetivo concreto: que los españoles puedan hacer frente a la crisis y que sientan que su gobierno les apoya. Para instrumentar la salida de la crisis el Gobierno de España debe colaborar con las entidades financieras, pero no estar al servicio de ellas: quien manda es el Gobierno, esto debe quedar suficientemente claro, ya que hoy por hoy existen dudas. Los bancos, en estos momentos, no prestan a nadie, ni a particulares ni a empresas y esto debe solucionarse ya, es una cuestión de estado. No tiene sentido esta restricción del crédito.
Fomentar el mercado de alquiler es la segunda línea de actuación que proponemos. Porque uno de los elementos que no hemos señalado antes es la extraña forma que adopta nuestro mercado de la vivienda si lo comparamos con el del resto de los países de nuestro entorno: mientras que en España más del 80% de los que habitan una vivienda son propietarios, en Francia, Alemania o el Reino Unido están en el entorno del 50% o menos. En esos países existe un amplio mercado de alquiler que permite no solo el acceso a la vivienda de aquellos que por su falta de capacidad financiera no pueden comprársela, sino que, además, fomenta la movilidad laboral. Porque, ¿se imagina que vive usted en Barcelona y le sale un trabajo en Sevilla? ¿Qué tiene que hacer para poder coger ese trabajo, vender su vivienda de Barcelona y comprar otra en Sevilla en la actual situación del mercado inmobiliario? Es probable que tenga que renunciar a ese cambio solo por no afrontar la compra/venta.
Y el fomento del mercado de alquiler debe ser tanto público como privado. Privado cambiando las leyes a favor de los propietarios y facilitando así el incremento de la oferta. Con la actual situación legal no es muy racional poner una vivienda en alquiler, ya que la sobreprotección de los inquilinos hace que el arrendatario se encuentre a merced de la buena voluntad de éstos a la hora de pagar y de mantener el piso. Esto provoca por un lado alquileres desmesurados, ya que el casero trata de protegerse de esa falta de cobertura legal incrementado el precio o exigiendo garantías excesivas, y por otro la existencia de una bolsa de viviendas vacías ante ese temor a acabar siendo el ‘pagano’ de la política social del estado.
Y público a través de la creación de vivienda pública de alquiler. Medidas ‘populistas’ como las rentas de emancipación no solo no han funcionado sino que han servido para incrementar los precios al aumentar la demanda sin modificar la oferta (cualquier estudiante de primero de Economía debe saber esto para aprobar, pero no parece necesario para llegar a ministro); las agencias públicas de alquiler tampoco están desempeñando la labor para la que fueron creadas, probablemente por la excesiva diferencia entre los precios ofrecidos y los actuales del mercado, y nuevamente por la desconfianza en que se sobreproteja al inquilino a costa del propietario –por cierto, persona mal vista en nuestro país porque posee cosas, en su caso viviendas. Ya se sabe que los españoles siempre estamos a favor del desfavorecido siempre y cuando no se le proteja a nuestra costa-.
¿Qué nos queda? La creación de un parque de viviendas públicas de alquiler. Esto además serviría para afrontar varios problemas: en la actual situación permitiría la compra a un precio razonable; daría un respiro al sector inmobiliario; posibilitaría, a través de la inversión pública que el gobierno quiere y debe fomentar, crear una base de activos reales sobre el que asentar el futuro de nuestro sector público y que puede ser enajenado en caso de necesidad o cuando las condiciones mejoren; reducir los abusivos alquileres actuales incrementado la oferta; y mejorar la movilidad laboral, que va a ser uno de los factores claves para reducir el desempleo: desplazarse desde donde no hay trabajo a donde sí lo hay.
Apoyar a los propietarios de viviendas hipotecadas con dificultades, mejora de las leyes de alquiler en favor de los propietarios y creación de un parque público de viviendas se nos antojan como medidas muy necesarias para modificar nuestro actual mercado inmobiliario.

martes, 25 de noviembre de 2008

Una crisis asentada en la desconfianza y la especulación

Y así lo mejor en el ejército es acabar con la estrategia del enemigo. Después acabar con sus alianzas. Después acabar con su ejército. Lo peor de todo es atacar las ciudades fortificadas

Se esperaba que la reunión del G-20 –más España, tras una frenética actividad de nuestra diplomacia que nos situó donde debíamos estar, en el grupo de la UE- fuera a suponer la implantación de medidas que señalaran la senda hacia una recuperación lenta pero ya encaminada de la crisis económica que atravesamos. Y su primera manifestación debería haber sido la estabilidad de los mercados financieros.
Nada más lejos de la realidad. Todo parece indicar que los tres tipos de medidas esbozadas en esa reunión no han conseguido transmitir confianza a los mercados. Ni el mensaje de que los gobiernos van a intervenir siempre que sea necesario –el último caso el de Citygroup ayer-, ni las acciones de corte keynesiano que se han propuesto en todos los países –nuevamente tenemos un ejemplo en la reducción de impuestos aprobada por el gobierno de Gordon Brown en el Reino Unido-, ni la reflexión de que es preciso introducir nuevas reglas en el funcionamiento de los mercados financieros y en las normas contables han conseguido que esos mismos mercados se estabilicen. Las oscilaciones erráticas a la baja y al alza de las Bolsas de todo el mundo han continuado.
Dos son a nuestro juicio los elementos que explican esta inestabilidad persistente. El primero ya lo hemos mencionado, la desconfianza tanto de los mercados como de los individuos. El segundo está en la propia naturaleza de ese capitalismo que el presidente Sarkozy está empeñado en refundar: la especulación.
La desconfianza de los mercados, pero muy especialmente de los individuos, de usted o de nosotros, se asienta sobre varios temores: en primer lugar nadie sabe hasta dónde llega el agujero financiero que las hipotecas subprime destaparon. Existe una sensación generalizada de que lo peor no ha llegado, y de que nuevas instituciones financieras se van a sumar a las que ya han atravesado o están atravesando graves dificultades. El caso de Citygroup es un ejemplo de que esa sensación es bastante real. Es como un cáncer en el que actualmente solo se está limpiando, pero se desconoce la totalidad de órganos afectados. Hasta que no estemos seguros de hasta dónde llega el contagio, de lo que hay que limpiar e incluso extirpar, no se recobrará la confianza. Porque entonces sí se podrán tomar medidas activas, medidas que fomenten la recuperación. Pero hasta ese momento la sensación es de ir ‘parcheando’ cada vez que surge una nueva vía de agua.
También hay un elemento de desconfianza asentado en los efectos que esta crisis financiera va a tener en su transmisión al sector real. Si puedo perder mi empleo obviamente no gasto y mucho menos invierto en una situación tan inestable. Si además tengo activos financieros y la sensación es que su valor va a seguir cayendo prefiero vender ahora a hacerlo cuando valgan todavía menos. Y esta apreciación se ve reforzada por el catastrofismo de algunos políticos y medios de comunicación, para los que la situación de nuestro país está irremediablemente abocada al desastre.
Por último, también existe mucha desconfianza ante las reglas que las autoridades quieren implantar en los mercados financieros. Porque no se ponen de acuerdo sobre su alcance, y ni siquiera sobre si se impondrán o no. Los neocon, escondidos en la actualidad ante la debacle que ha generado su actitud ultraliberal o incluso camuflados como neoneokeynesianos, están a la espera de una pequeña recuperación para volver a recitar su mantra: el mercado es fantástico y todo lo soluciona.
El otro gran elemento sobre el que se asienta la actual inestabilidad es la especulación. Porque aunque esa actitud especulativa ha estado en la génesis de la crisis, no ha sido abandonada en lo más mínimo. Y ello porque forma parte del ADN de nuestro sistema económico. El principio sobre el que se asienta el capitalismo, el principio básico de comportamiento de la empresa según la Teoría Económica, es la maximización del beneficio, por los medios que sean puestos a su alcance. Y ese es el trabajo de los directivos de las empresas del sistema financiero, el que les llevó a provocar este caos y el que les obliga –para defender su puesto de trabajo- a especular con el alza o la bajada de las acciones.
Los movimientos erráticos de los mercados bursátiles están provocados por la desconfianza de la que hablábamos pero muy especialmente por la acción de individuos y grupos que están ganando fortunas presionando al alza o a la baja a las cotizaciones en función de sus propios intereses. La compra y venta de futuros sigue como si nada hubiera pasado, y está provocando oscilaciones importantísimas, como ha mostrado el caso Volkswagen. Recuérdese también que algunos personajes que en la actualidad aparecen como filántropos obtuvieron su fortuna llevando a cabo este tipo de movimientos especulativos, actuando a favor o en contra de activos financieros concretos sin tener en cuenta en ningún momento ni si balance ni su actividad real.
La conclusión es para nosotros obvia. Es preciso devolver la confianza dejando claro definitivamente el alcance de la crisis. Y se deben adoptar todas las medidas necesarias, incluso excepcionales, para conocer con precisión hasta donde llega la ‘contaminación’. Y hay que introducir reglas muy estrictas en el sistema financiero. Reglas que limiten la actividad especulativa y la asunción de riesgos excesivos. Mientras los mercados financieros sigan siendo el ‘salvaje oeste’ no será posible salir de esta crisis con rapidez y, desde luego, evitar otras futuras incluso más graves. Si tenemos leyes que gobiernan nuestras democracias no entendemos por qué no existen para regular nuestros mercados.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Extraños patriotas

Los que no son totalmente conscientes de la desventaja de servirse de las armas no pueden ser totalmente conscientes de las ventajas de utilizarlas.

En las últimas semanas estamos asistiendo al descubrimiento del verdadero sentido patriótico de algunos de nuestros compañeros de profesión que además actúan en la arena política. Nos referimos a la actitud de ciertos economistas/políticos ultraliberales en relación con la manera de afrontar la crisis económica, y al catastrofismo mostrado en sus declaraciones.
Resumiendo, todo es culpa del Gobierno que nos engaña; nosotros no vamos a colaborar en ese engaño –ni en nada todo sea dicho de paso- porque va a llevar a la ruina al país; y lo que hay que hacer no es ayudar a los bancos sino darle el dinero a las PYMES y a los individuos que lo necesitan para pagar su hipoteca –y su coche, y la TV de plasma, y las vacaciones en el Caribe,...-. La fórmula para hacerles llegar ese dinero es sencilla: reducir el gasto público, reducir los impuestos y llevar a cabo “reformas estructurales” (por cierto uno de esos economistas se negó a responder si esas reformas significaban el despido libre). El problema financiero y el real, en España, van unidos: los bancos no prestan porque los mercados internacionales no les dan dinero. Una vez solucionado eso, lo demás funcionará solo. Como hasta ahora. La mano invisible.
Es sorprendente, por no decir lo nunca visto, la situación política a la que nos ha llevado esta crisis económica: el partido en el Gobierno, teóricamente de izquierdas, aportando dinero a los bancos para buscar una salida a ella; y la oposición, de derechas, negándoselo a las entidades financieras y queriendo actuar de Robin Hood, repartiendo entre los más necesitados. Pero ¿qué hay detrás de esto?
Nosotros creemos que las acciones que ha tomado el Gobierno entran dentro de la lógica necesaria para superar esta crisis. Nos puede gustar más o menos la socialización de las deudas de las entidades financieras, y opinamos que una vez superada la crisis habrá que hacer examen de conciencia y pedir responsabilidades a los irresponsables –banqueros y no banqueros- que nos han llevado a ella. Pero en el modelo capitalista en el que estamos inmersos no parece que haya otra solución en estos momentos que apuntalarlas. Porque si esas entidades “caen” todo el sistema se irá a pique detrás de ellas: desaparecerá la confianza, los individuos tratarán de recuperar sus ahorros y los que no puedan, y les aseguramos que habrá muchos que no lo lograrán, pueden provocar situaciones similares a las ya vividas en otros países –como “el corralito”-. Evidentemente, si los bancos no tienen recursos no podrán prestarlos y tratarán de recuperar los ya prestados. Al final el sistema al completo quebrará. A lo mejor es una solución, pero no parece la ideal por ahora.
Por el contrario, la actitud de algunos miembros de la oposición ha sido y sigue siendo la de “pescar en río revuelto”: conseguir que la situación llegue a tal límite que sólo sea posible una solución salvadora llamándoles a ellos para que dirijan el país por la “senda de la recuperación”. En ningún momento se han visto propuestas proactivas, ideas que realmente permitan salir al país de la crisis, que apoyen al Gobierno y colaboren en una solución.
A nuestro juicio es incomprensible la forma de comportarse de esos economistas ultraliberales. Lo hemos dicho en este blog varias veces, lo hemos visto en otros países, en Estados Unidos, la Unión Europea y en los Bancos Centrales: la única opción es llegar a acuerdos y “arrimar el hombro”. Porque la crisis nos afecta a todos y entre todos debemos encontrar su solución, aportando cada uno su “granito de arena”: el Gobierno los recursos necesarios; los bancos haciéndolos circular hacia donde se necesitan; los ciudadanos poniendo nuestra confianza; y los partidos políticos la responsabilidad. Es en estos momentos donde debe aparecer el “sentido patriótico”, que no es más que hacer lo que se necesita.
Es probable que esta crisis le pase factura al Gobierno, pero créannos, los españoles están viendo también la incapacidad de la oposición para ofrecer nada lúcido. O alguna propuesta que transmita verdad y sinceridad en sus planteamientos. Que sea positiva y no meta miedo. Porque con su actitud están colaborando a cerrar empresas. Y eso no es justo, ni leal, ni tampoco presentable. ¿Es que todo vale?
En los Estados Unidos y, en plena campaña electoral, los equipos de Obama y McCain se reunieron con el Presidente Bush y con la Presidenta del Congreso, Nancy Pelosi. Entre todos (es decir, unidos en un mismo objetivo) tomaron medidas positivas en dos sentidos: para ayudar al sistema financiero y, también, para ayudar a la economía real con estímulos fiscales para la mejora de la situación de la clase media Y no se han quedado ahí. El candidato derrotado John McCain nada más saber los resultados se ha ofrecido a colaborar, él y los suyos. Porque en EE.UU. un problema económico es cuestión de estado. Igualito que nuestros políticos/economistas ultraliberales.
Lo dicho, mucho patriotismo aparente y muy poco corazón verdadero. Queridos compañeros , ahora toca remangarse y trabajar todos juntos. Porque quien no ofrece esfuerzo y colaboración no podrá demandarlos en el futuro.

domingo, 26 de octubre de 2008

Todos queríamos más. ¿Dónde quedó la racionalidad económica?

Por ello, si se acumulan los pertrechos, si se apresuran las ventajas no acampando ni de día ni de noche, si se marcha sin descanso, recorriendo doscientos li, y se contiende después para conseguir ventaja. El general de los tres ejércitos será capturado.
Nos cuentan unos amigos psicólogos que existe un experimento con niños consistente en llevarlos a una habitación llena de chucherías. Al principio se muestran insaciables, cogiendo y comiendo de todas, llegando incluso a indigestarse algunos. Pero al poco tiempo ellos mismos empiezan a racionarse, de forma que al final solo comen aquellas que verdaderamente desean, en una cantidad muy inferior a la del comienzo.
Esta lógica de la que hacen gala los niños desaparece a medida que vamos creciendo. Y mucho más si nos adentramos en el mundo económico. ¿O alguien conoce a algún inversor, banco, empresa,… que diga ya tengo 2.000 millones de euros de beneficios este año, para qué quiero 3.000? No creemos, porque está en el ADN del sistema capitalista ese impulso. Como recordará cualquier estudiante de Economía, aunque sea una introducción en cualquier otro grado, el principio económico que guía a nuestras empresas en el sistema vigente es la maximización del beneficio. O dicho de manera llana, somos insaciables.
Porque no se crean que esto solo se aplica a las empresas. También en los individuos se produce. ¿Alguien puede explicar si no por qué una pareja que vive bien en un piso de 80 m2 hipoteca su futuro para comprarse uno de 200 m2?, ¿o por qué “necesitamos” conducir un todo terreno en una ciudad como Madrid que está asfaltada, o son precisos 150 caballos para conducir a 120 km/h?, ¿o cuánta gente sabe de verdad apreciar la diferencia entre un vino de calidad y otro excepcional? La insaciabilidad/irracionalidad se asienta en la economía cuando esta pasa por una fase alcista como la que hemos disfrutado hasta la segunda mitad del 2007.
De hecho, para aquellos de nosotros que nos dedicamos al estudio de la Microeconomía del consumidor (¿recuerdan?, esa que está hecha de detalles) la vieja axiomática sobre la que se basa queda plenamente superada en las fases alcistas del ciclo económico –a veces introducimos términos elegantes para que nuestros compañeros de profesión aprecien que también sabemos, pero es fácilmente comprensible lo que hemos dicho: cuando a todos, empresas, gobiernos, individuos,… nos iba bien-. El homo economicus perfectamente racional queda superado en esos períodos. Las decisiones ya no se toman para obtener la máxima utilidad restringida por nuestros ingresos, sobre todo porque nadie hace caso a esa restricción, pensando que lo que no se puede pagar hoy se podrá mañana porque todo va a ir mejor y ganaremos más. En estos períodos de bonanza todos queremos más y más y mucho más (como en la canción).
No se crean que nos hemos vuelto locos y hemos decidido dar una lección de Economía. Estos comentarios vienen a raíz de dos cuestiones importantes a nuestro juicio: en primer lugar, a la necesidad de intervención en los mercados con el fin de regularlos para que esa codicia tenga un límite; y en segundo lugar a que si alguna lectura buena podemos hacer de esta crisis es que va a devolver la racionalidad a la economía, tanto a los mercados como a los consumidores.
La actual crisis tiene mucho que ver con esa insaciabilidad/irracionalidad que comentamos. Insaciables fueron las entidades financieras en su búsqueda de clientes, hasta que llegaron hasta los insolventes; insaciables los inversores en su afán de rentabilidad, engordando la bola de nieve financiera aunque lo que había en realidad fuera una “nuez”; e insaciables y especialmente irracionales los consumidores, que quisieron acaparar más y más no porque lo necesitasen sino por el mero placer de tenerlo, y sin pensar en si tenían la suficiente capacidad para hacer frente a los pagos.
De hecho, una de las primeras cosas que habrá que hacer una vez superadas las “dificultades transitorias” será introducir reglas, que creemos deben ser muy estrictas, de funcionamiento en los mercados financieros. Habrá que limitar la codicia –esto no es nuevo, ya existieron las leyes contra la usura que incluso estuvo condenada por la Iglesia católica- y sobre todo la posibilidad de buscar rentabilidad a costa de la propia debilidad del sistema. El control sobre los activos financieros y sobre lo que realmente representan debe estar en el futuro de una nueva concepción del capitalismo.
La otra “buena noticia” de la crisis es que por fin ha introducido racionalidad en los consumidores: ha crecido el ahorro en nuestro país, lo que demuestra que la gente empieza a pensar en el futuro; ha disminuido el consumo de bienes suntuarios como los coches de lujo o los todo terreno; y muchos han descubierto este verano que tienen pueblo. Un ejemplo de esto último lo tenemos en la vecina Francia, donde más de la mitad de sus ciudadanos han pasado este año sus vacaciones en el propio país.
Esperamos aprender de esta crisis lecciones importantes para nuestro futuro. Para nosotros algunas son plenamente visibles ya: van a ser precisos controles muy estrictos para no volver a permitir que la ingeniería financiera acabe con nuestras economías; y los consumidores deberán volver a racionalizar sus ingresos y gastos. Porque como dice el Sun Tzu, si te lanzas a la batalla sin tenerla perfectamente organizada es seguro que la perderás, de nuevo.

viernes, 17 de octubre de 2008

Una crisis microeconómica. Cuestión de detalle

En suma, he aquí el método para el empleo de la milicia. Se necesitan más de mil li para aprovisionar un millar de carros rápidos, un millar de carros cubiertos y cien mil soldados…Tan solo después de haber contado con todo esto se pueden reclutar cien mil soldados.
Esta religión del siglo XX y principios del XXI que había sido hasta ahora la Economía, se puede dividir ‘groso modo’ en dos grandes “especies”: los macroeconomistas y los microeconomistas. A los primeros ya los conocen, porque son los que aparecen habitualmente en los medios de comunicación explicando la evolución de los “grandes agregados”: PIB, inflación, tipos de interés,… En este grupo se dan además subespecies: los neocon, los liberales, los neokeynesianos y un largo etcétera dependiendo de su orientación ideológica
Los microeconomistas son por lo general más discretos y están habitualmente en segunda línea, enfrascados en sus estudios sobre cómo se comportan los consumidores como individuos, las empresas, las industrias,… Se dedican, en definitiva, a analizar “el detalle”, lo pequeño.
Esto viene a cuento porque a la actual crisis financiera le han salido todo tipo de explicaciones y respuestas hechas por especímenes macroeconomistas. Incluso las políticas adoptadas por los gobiernos han seguido esa pauta, enfrentándose a “los grandes problemas económico-financieros”. Pero ha habido poco interés por “el detalle”. Y justamente es en el detalle de donde ha surgido esta crisis y de donde deben venir muchas de las soluciones.
El origen de la actual situación económica hay que buscarlo en esa tendencia a considerar los grandes agregados y no fijarse en los detalles. No lo hicieron quienes prestaban dinero, es decir el sistema financiero, que no se preguntaba si aquellos a los que les prestaba podían pagar el préstamo y si lo que utilizaban para avalarlo, habitualmente su vivienda, valía el montante prestado. Tampoco se fijaron en el detalle los inversores de los fondos de riesgo -hedge funds-, no interesándose por los diferentes productos que integraban los paquetes titulizados, cegados por los beneficios. Y mucho menos atendieron a esos pequeños detalles aquellos que recibían dinero con facilidad y a precios bajos: no pensaron que lo tenían que devolver y que los tipos de interés variables varían tanto a la baja como al alza; que no se podía ‘estirar el pie más de lo que da la manta’. Simples detalles.
También tiene una perspectiva “micro” los efectos de esta crisis. Porque más allá de la bancarrota de algunos bancos, del hundimiento de la Bolsa y de las acciones y préstamos de los gobiernos hay personas. Personas que van a perder parte de sus ahorros, no los depósitos que no están en riesgo en España sino lo que invirtieron sin fijarse en los detalles; gentes que van a quedarse en el paro; hombres y mujeres con hipotecas e hijos a su cargo; minoristas que están viendo cómo se reducen las ventas en su tienda porque se desconfía del futuro,…
Creemos que también se deben aportar soluciones microeconómicas. La refinanciación de las hipotecas o la dotación de créditos blandos a pequeñas empresas y a particulares en dificultades son algunas de las medidas que deben ser acometidas. Propuestas por el gobierno pero llevadas a cabo por el sistema financiero, cuya misión última, recordemos, es la canalización de los recursos allá donde se necesitan.
Todos debemos mirar a los detalles si queremos superar las "dificultades económicas". El gobierno aportando los recursos y proponiendo soluciones para los más afectados; el sistema financiero haciendo circular el dinero con más racionalidad, fijándose más en a quién se lo presta y conteniendo su voracidad; los inversores analizando mejor la seguridad de dónde invierten aunque la rentabilidad sea menor; y los consumidores ajustando nuestras necesidades a nuestra capacidad de generación de recursos. Porque al final, y como dice Gunnar Myrdal, premio Nobel de Economía en 1974, las ciencias sociales, y la nuestra es una de ellas, no son más que sentido común con un grado de sofisticación.

viernes, 10 de octubre de 2008

John Maynard Keynes. Un muerto muy vivo

Los buenos estrategas de la antigüedad forjaban su propia invulnerabilidad, porque esta depende de uno mismo. Así es la maestría del estratega, ajena a todo principio de antemano
La situación que atraviesa la economía mundial no es nueva. John Maynard Keynes, economista vilipendiado hasta la saciedad en los últimos veinte años por los neoliberales y cuya doctrina ha sido dada por muerta tantas veces, la denominaba situación intermedia: no es desesperada pero sí preocupante. Pero lo que de verdad son nuevos son los factores que la rodean.
El principal factor diferencial lo encontramos en la tendencia que ha seguido nuestra sociedad. Llevamos un par décadas caminando por un capitalismo salvaje. Hasta 1989 el mundo estuvo dividido en dos sistemas políticos, sociales y económicos antagónicos. Uno, el basado en las teorías de Marx y cuyo principal adalid era la URSS, de planificación centralizada. El otro, implantado en los países autodenominados occidentales es el de economía de mercado, también conocido como capitalismo. Este permanece vigente en la actualidad y se ha extendido a todo el globo. De hecho, hace ya unos años que surgió una corriente de pensamiento –el pensamiento único- que sin hacerlo explícito da a entender que el sistema capitalista es la mejor situación que podría alcanzar la humanidad, y que, por lo tanto, hemos terminado nuestro largo periplo en busca del grial económico.
La desaparición del denominado bloque del este introdujo cambios positivos para los países que lo integraban, pero también provocó efectos negativos en las sociedades occidentales. Estas perdieron el referente que en gran medida había condicionado la construcción y el mantenimiento del Estado del bienestar, y poco a poco, al principio de manera oculta y últimamente de forma descarada, comenzaron a desmontarlo. En aras de la competitividad, del aumento de las cuotas de mercado, y un largo etcétera de términos ‘economicistas’ hemos visto como se ha procedido a la privatización de la sanidad o al aumento de la jornada laboral hasta las 65 horas. El resultado, un modelo económico regido por la mano invisible del mercado sin necesidad de la intervención del estado y donde todo valía para obtener beneficios.
A este modelo ideal del pensamiento único le ha surgido una gran grieta. En el verano de 2007 comenzó una crisis financiera en Estados Unidos que se ha trasladado al resto del mundo. Grandes bancos como el inglés Northern Rock o el americano Lehman Brothers, entidades hipotecarias tipo Fanni Mae y Freddie Mac, o aseguradoras como AIG han atravesado graves dificultades e incluso la quiebra, lo que ha obligado a nacionalizarlas.
En esta coyuntura los gobiernos han optado por intervenir en la economía: el de Estados Unidos ha lanzado un plan de rescate de unos 480.000 millones de euros para la compra de activos basura; el español ha inyectado 30.000 millones de euros en el sistema financiero con la compra de activos sin riesgo; el británico ha nacionalizado parte de su sistema financiero,… y el FED, el BCE y otros bancos centrales han acordado, por primera vez en la historia, una bajada conjunta de medio punto de los tipos de interés.
Y es que cuando algunos predijeron el fin de la búsqueda del grial y el enterramiento de la doctrina de Keynes, parece que no tuvieron muy en cuenta las enseñanzas del maestro Sun Tzu cuando señalaba que en la guerra no se es más fuerte por contar con más efectivos, ni cabe atacar por tener un mayor poderío militar, lo que importa es mantener la cohesión de las fuerzas, predecir con acierto y conservar la confianza en uno mismo.
Ahora resulta que el pensamiento único, el capitalismo salvaje, los amigos de Smith y Friedman no tienen más remedio que recurrir a Keynes y su intervencionismo del estado para superar esta crisis. Lo dicho, un muerto muy…muy vivo.

lunes, 6 de octubre de 2008

¿A quién llamarías a las tres de la mañana en España?

El general es la salvaguardia del estado. Si la salvaguardia es completa, el estado seguramente será fuerte. Si la salvaguardia se agrieta, el estado seguramente será débil


Los acontecimientos económico-financieros se están desarrollando a tal velocidad que cuando queremos ponernos a escribir sobre un tema rápidamente hay que saltar a otro. En los últimos días hemos visto cómo se anunciaba el final del capitalismo, o la necesaria ‘refundación del sistema financiero’.
El presidente francés Sarkozy ha convocado este fin de semana (4-5 de octubre) una reunión de los países europeos del G-8 para buscar una posición conjunta de la UE ante las ‘turbulencias’ del sistema financiero, que cada día se parecen más a una caída en picado. La reunión ha demostrado que la UE es una entelequia en cuanto las cosas se ponen feas, y también quienes son los que realmente cuentan a la hora de tomar decisiones: España no es uno de ellos por mucho que nos empeñemos. Nueva lección de la diplomacia francesa que nos debería hacer pensar sobre nuestro papel y nuestros aliados dentro de la Unión.
Pero lo que más nos ha gustado de este fin de semana ha sido un artículo de Paul Krugman publicado en El País. En él se pregunta a cuál de los dos líderes, Obama o McCain, le gustaría que llamasen a las tres de la madrugada para, como presidente de los Estados Unidos, buscar una solución a la crisis financiera. Esto le permite comparar los programas económicos de los dos candidatos y su posición ideológico-económica.
Eso mismo nos hemos planteado nosotros en el caso español. ¿A quién o a qué partido nos gustaría tener en el gobierno ante esta crisis económica? La respuesta en los siguientes párrafos.
Es cierto que el gobierno ha sido incapaz de reconocer la existencia de una crisis económica hasta que era evidente para todos salvo para él. ‘Leoncio’ Zapatero y ‘Tristón’ Solbes no parecen el mejor dúo para afrontar una crisis. Ni el primero, con su optimismo irracional que ha rayado en la osadía económica en algunas de sus actuaciones como los famosos 400€, ni y el segundo por la tristeza de su personalidad y forma de comunicar han sido muy eficaces a la hora de transmitir confianza a los mercados y los consumidores. Estos últimos a la vista de la incapacidad del gobierno para reconocer la gravedad de la situación económica han hecho algo muy español, sobrerreaccionar, haciendo caer la confianza hasta su mínimo histórico.
Pero aún así, hay que reconocerle al gobierno que ha actuado. Nos pueden gustar más o menos las acciones que ha acometido, nos puede parecer que quitarse la corbata no es una gran política energética, pero su capacidad de reacción ha estado ahí y ha puesto en marcha todas las medidas de política económica a su alcance.
Y mientras tanto ¿qué ha hecho el PP? Criticar, criticar y no aportar ninguna solución. No recordamos ni una sola vez en que el señor Rajoy o su equipo hayan aportado ideas para hacer frente a la crisis económica. Y cuando lo han hecho han sido las de siempre, reformas estructurales, es decir, despido libre, o de risa: le recordamos a la Sra. Saéz de Santamaría que España no tiene capacidad de actuación en política monetaria. El PP parece haber cambiado el terrorismo de la pasada legislatura por la economía en esta, pero sin haber variado su estrategia: todo está muy mal, todo es culpa del gobierno, y todo va a ir a peor si no nos votan a nosotros.
Hemos repetido varias veces en este blog lo que creemos que debe ser el principio básico para superar una crisis sin precedentes que va a alterar el modelo económico en el que hemos vivido: todos, gobierno, oposición, sistema financiero y ciudadanos debemos remar en la misma dirección. Esto es lo que han hecho en Estados Unidos, donde recordemos una propuesta de un presidente republicano ha sido aprobada con el apoyo mayoritario de los demócratas, y lo que pronto veremos en un buen número de países de la UE. Pero el PP sigue empeñado en abrir vías de agua. Recapaciten señores del PP, porque con esa actitud sería suicida que los españoles les concediésemos el timón. Sean sensatos y arrimen el hombro por el bien de todos.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

La formación universitaria española. ¿Va el EEES a cerrar el gap entre educación y mercado o son los grados los mismos perros con distintos collares?

En el ejército la cantidad no implica calidad. No avances con aire marcial. Basta con que seas fuerte, te enfrentes al enemigo y lo derrotes; eso es todo.
No obstante, si uno no planifica y no presta consideración al enemigo, con seguridad será vencido por él.
La semana pasada un Informe de la OCDE sobre educación señalaba que España era el país con mayor porcentaje de estudiantes universitarios de la Organización. Esta información tan positiva permitió incluso la aparición de nuestra Ministra de Educación enfatizando las bonanzas del sistema educativo español.
Pero dos días después recibimos la cara negativa de ese mismo Informe, ya que España es también el país de la OCDE con mayor porcentaje de sobreeducación. En realidad el Informe corrobora lo que vemos todos los días: muchos universitarios de nuestro país trabajan en profesiones que nada tienen que ver con su capacitación.
¿Cuál es el motivo de que tengamos tantos universitarios y que, sin embargo, no encuentren trabajo en la profesión para la que se ha cualificado? La respuesta es casi obvia: las titulaciones universitarias actuales no se ajustan a las demandas del mercado.
Una propuesta teórica de solución a este desajuste entre la oferta educativa y la demanda del mercado es el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Pero ¿son los nuevos grados una solución real a la actual situación? ¿se ajustan de verdad a las cualificaciones que demanda la realidad ? Por lo visto hasta ahora ni mucho menos.
El EEES nos ha pillado a todos, Ministerio, Universidades y profesores, ‘fuera de juego’. Nadie esperaba que se fuera a aplicar y si a eso añadimos esa costumbre tan española de dejarlo todo hasta el último momento, era lógico que llegásemos a su implantación y nadie hubiese hecho nada. Los gobiernos de ambos partidos se sucedían, y nadie se ponía manos a la obra porque o bien no creían en el proyecto de Bolonia o bien porque la Universidad es una patata caliente a la que nadie quiere meter mano. Durante muchos años ha existido un compromiso tácito entre la Universidad española y los diferentes Ministerios: yo os pago poco, una miseria si nos atenemos a los sueldos de otras universidades europeas y a la cualificación exigida, pero os dejo hacer lo que os dé la gana. Incluso en algunas universidades se ha permitido "montar chiringuitos" para compensar esos ingresos reducidos.
Pero llegó el momento de la implantación del EEES, el Ministerio se vio con el agua al cuello y decidió tirar hacia delante rompiendo su propio esquema (yo pongo el 80% de las materias) y dejando que las Universidades hicieran lo que quisieran pero con una restricción: ni un solo euro más de presupuesto. Dicho en román paladino: haced el cesto con los mismos mimbres.
Esta era la situación de partida para la oferta educativa universitaria: ni un euro más; un porcentaje importante del profesorado desincentivado económicamente, funcionario, es decir que se le puede presionar lo justo, que lleva años impartiendo la misma materia y al que lo único que se le ofrece es más trabajo por el mismo sueldo; plena libertad a las Universidades para que elaboren sus grados; y todo cubierto por un lenguaje ininteligible, digno muchas veces de los diálogos de los hermanos Marx.
¿Cuál podía ser el resultado de esta mezcla explosiva? Unos grados que se ajustan no a las necesidades de la demanda, sino a lo que existe en la oferta. Nuevos grados que no se orientan al mercado sino que se ajustan al profesorado actual que tienen las universidades y a los conocimientos que estos poseen. Es decir, los mismos perros con distintos collares.
Nosotros estamos convencidos que este esfuerzo del EEES es necesario e incluso imprescindible y que en el futuro funcionará. Pero es probable que haga falta que la actual generación de profesores que "cerramos" la Universidad nos jubilemos y que entre savia nueva para regenerarla, a la que, por otra parte, habrá que pagar de acuerdo a su cualificación. Pero hasta entonces seguiremos saliendo en los rankings de la OCDE en las mismas posiciones. Eso si la ANECA y el gobierno no lo remedian.

lunes, 15 de septiembre de 2008

A vueltas con las financiación autonómica. Una sencilla propuesta federalista

Si actúas de forma consecuente para entrenar a tus hombres, ellos te obedecerán. Si actúas de forma inconsecuente para entrenarlos, no te obedecerán. Aquel que actúa de forma consecuente se halla en sintonía con la tropa.
En las últimas semanas se ha reabierto el debate sobre la financiación autonómica. Nada nuevo si no fuera porque en esta ocasión quienes amenazan al gobierno con ponerle las cosas difíciles son aquellas autonomías en las que gobiernan sus ‘hermanos’ de federación, fundamentalmente catalanes y gallegos. Pero ¿qué modelo tenemos ahora?, ¿cuál es la nueva propuesta? y ¿qué modelo debería ser utilizado a nuestro juicio? Trataremos de responder a estas preguntas con un sencillo ejemplo.
En la actualidad España es una familia que tiene una madre, la Administración Central regentada en alternancia por los dos grandes partidos, y 17 hijos (las autonomías) que trabajan y se ganan la vida (a través de los impuestos directos). El modelo lo podríamos catalogar de madre controladora o dominante, ya que la madre/estado recoge el sueldo de todos sus hijos y lo distribuye entre ellos en función de su criterio. Es un criterio eminentemente comunista: de cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades (que determina, eso sí, el partido en el gobierno). Evidentemente esto supone un alto grado de arbitrariedad.
Arbitrariedad en la recolección de los ingresos, ya que el trato no el mismo para todos: Patxi se queda con lo que ingresa y da solo una parte, el cupo, a la madre; Fermín siempre tuvo un trato diferencial, incluso cuando vivía el abuelo Francisco; y al resto poco a poco ha ido cediéndole parte de sus ingresos, si bien todavía controla un porcentaje elevado.
Pero donde se demuestra más la arbitrariedad es en el reparto: Rocío, Guadalupe, Suso y Caco tienen un trato preferencial, probablemente porque son un semillero de votos que hay que cuidar especialmente y de los que depende la elección del partido que ejerce de madre; Marcos se da por perdido, porque con su edad no es probable que cambie de opinión ni dándole más dinero; de Jordi siempre se ha desconfiado y a Isidro le han cortado el grifo estos últimos años por rebelde y castizo.
Ante esta situación algunos hijos se han rebelado y han pedido un cambio de modelo. Jordi ha exigido ser tratado como Patxi, y la actual madre, en una de esas promesas que luego es incapaz de cumplir, le dijo que sí. Pero ¿es sensato lo que piden los catalanes? Desde nuestra perspectiva sí y no.
Comencemos por el sí. La propuesta catalana sería plenamente asumible si se aplicase a todas las CC.AA. Es, en definitiva, un modelo federal al que podríamos denominar de madre administradora. En él cada Comunidad se haría responsable de sus ingresos (impuestos directos) y gastos (transferencias), aportando un porcentaje para los gastos comunes y para ayudar a aquellos hermanos que están en peor situación. Esto reduciría significativamente la arbitrariedad, que no existiría en los ingresos y que sería mucho más controlable en los gastos. Pero además introduciría disciplina en estos últimos en algunos hijos que llevan años ‘tirando de largo’ apoyados por la madre/estado para gastar mucho más de lo que ingresan.
Nuestro rechazo a la propuesta catalana viene por su demanda de ‘asimetría’. Es decir, que se me deje a mí mantener mis ingresos pero que los demás contribuyan al fondo común como hasta ahora. A esta propuesta se le puede aplicar el dicho español de ‘lo mío mío y lo de los demás a medias”, y suena demasiado a un intento de aprovechar ese fondo común para saldar la deuda que el actual gobierno contrajo con Catalunya en las pasadas elecciones. Ello a costa de las demás CC.AA. que aportan mucho más de lo que gastan (sobre todo Madrid y la Comunidad Valenciana que, por azares del destino, están gobernadas por la oposición) y permitiendo que Rocío, Guadalupe, Suso y Caco se sigan llevando la ‘parte del león’ de los ingresos comunes.
Nuestra propuesta en este caso es clara: España está hoy madura para un modelo federal, cuando menos en lo económico, que permita a todas las CC.AA. manejar sus ingresos y gastos. Y luego, obviamente, un fondo para los gastos comunes y para ayudar a quien lo necesita. Pero también es importante que aquél da la ayuda sepa lo que se está haciendo con su dinero, y que quien la recibe sea también consciente de que parte de lo que está gastando se lo debe a sus hermanos. Solidaridad sí, pero también responsabilidad e igualdad de trato.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

La crisis española. ¿Para cuándo una respuesta realista de los grandes partidos?

Si el general se dirige a sus hombres de forma repetida y suave, en tono mesurado, es que ha perdido el respeto de su tropa, si se otorgan muchas recompensas es que necesita mucha ayuda… si el ejército enemigo se muestra airado y se enfrenta a ti durante mucho tiempo, sin llegar al ataque o proceder a la retirada, deberás examinar cuidadosamente la situación.
Desgraciadamente, lo que augurábamos muchos de los profesionales de la economía hace unos meses ha sido corroborado por los últimos datos: la recesión económica está a la vuelta de la esquina. Con el segundo trimestre de este año en un crecimiento prácticamente nulo, 0,1%, y unas previsiones para el actual que no mejoran, la recesión en su más estricta definición, dos períodos sin crecimiento, es un hecho por mucho que el gobierno se empeñe en seguir enmascarándolo con una terminología que movería a la risa si no fuera por la gravedad de la situación – el presidente ha pasado de los informativos a los programas de humor -.
Dos hechos políticos empeoran, además, los problemas económicos a los que se enfrenta nuestro país: la actitud del gobierno de seguir ‘negando la mayor’, utilizando eufemismos para algo que otros países de nuestro entorno ya han reconocido: el fin de semana pasado el ministro de economía británico afirmaba que era la peor crisis de los últimos 60 años; y la de la oposición, empeñada en utilizar cualquier arma para criticar la política gubernamental, pero sin aportar ninguna idea positiva y sin ningún ofrecimiento de colaboración.
El que el gobierno no reconozca la crisis plantea a su vez un doble problema: hace menos creíbles las medidas de política económica que trata de aplicar, ya que si la situación no es tan grave no tiene sentido emplear medidas enérgicas. Es como dar quimioterapia sin haber reconocido antes que existe un cáncer sino una ‘enfermedad complicada’; y por otro lado, posibilita el resurgimiento de la vieja mentalidad española que nos dice que si alguien niega el problema debes buscar ya mismo una solución, porque este es mucho más grave de lo que se afirma –siguiendo con el símil, si el médico nos dice que la enfermedad es grave pero que seremos capaces de superarla ya ‘sabemos’ que es mortal-. De esta forma, el gobierno ha reforzado la pérdida de confianza de los consumidores, elemento clave en la actual crisis económica española. Porque no olvidemos que una parte importante de esta crisis se encuentra en la confianza de los consumidores de nuestro país que han decidido retraer su gasto previendo un futuro que se vislumbra mucho más negro de lo que probablemente vaya a ser. Somos españoles, y por ello dados a sobrerreaccionar: hace un año éramos los más ricos de Europa –recuerden que habíamos superado en renta per cápita a Italia y en algún medio se llegó a afirmar que éramos la locomotora de Europa- y ahora somos pobres de solemnidad.
Por su parte, el PP vuelve a aplicar la misma política que ya le hizo fracasar en la pasada legislatura, si bien esta vez en lugar de utilizar el terrorismo ha elegido la crisis económica. Su táctica: echarle la culpa al gobierno de todo lo que pasa, no colaborar y, sobre todo, no ofrecer ninguna alternativa. En este comienzo de curso no hemos visto en ningún momento al señor Rajoy y a su partido hacer ni una sola propuesta positiva que sea aplicable en la solución de la crisis. Como decimos, esta estrategia le llevó a perder las pasadas elecciones y aunque la crisis le pasará factura al partido en el gobierno, la oposición no transmite ninguna capacidad para abordar esos mismos problemas económicos.
Como nosotros no deseamos actuar como la oposición, queremos seguir ofreciendo algunas ideas en este blog. La primera es obvia a partir de lo aquí expuesto: el gobierno debe explicar a los ciudadanos la gravedad real de la crisis económica española, los márgenes de actuación, y las medidas que está aplicando para cambiar un modelo de crecimiento ya agotado, basado en la construcción, por otro que debería estar sustentando por la creatividad y la innovación. Con seriedad, sin brindis al sol, llamando a las cosas por su nombre y haciéndose creer. Y por favor, una política de austeridad en el gasto público corriente y en las promesas electorales y los pactos de financiación autonómica: no estamos para dilapidar nuevamente 10.000 millones de euros por una ocurrencia.
Y a la oposición le recomendamos lo de siempre: colaborar. La situación económica es lo suficientemente grave como para requerir un pacto de estado. Ya se hizo una vez incluso por políticos que se habían enfrentado en una guerra civil. Eso si fue un acto de patriotismo.

martes, 8 de julio de 2008

¿Es el petróleo un bien de lujo en España?

"...Los planes de los sabios incluyen necesariamente ventaja y daño. Incluyen ventajas. Por eso puede confiarse en el servicio. Incluyen daño. Por eso se puede deshacer la adversidad".

La actual situación energética, con unos precios del petróleo cercanos a los 150$ el barril, no parece que vaya a remitir sino que con mucha probabilidad tenderá a complicarse aún más. Y ello porque ni las demandas de los países desarrollados van a disminuir a corto plazo –la demanda es muy inelástica a corto y medio plazo- , ni mucho menos las de otros países como China o la India, ya que sus altas tasas de crecimiento están asentadas en necesidades crecientes de combustible.
Esto plantea un problema muy grave a economías como la española, totalmente dependientes de las importaciones de crudo. Pero, y sobre todo, plantea un problema conceptual que ni desde los foros económicos ni mucho menos desde los políticos hemos visto confrontar: ¿se ha convertido el petróleo en un bien de lujo para los consumidores finales españoles?, lo que se traduce en otra pregunta: si es así, si es un bien escaso y de consumo suntuoso para ese colectivo, ¿no sería bueno adoptar una política económica que reconociera nuestra dependencia energética y que actuase con firmeza para reducir el consumo especialmente ese no necesario?. Nosotros creemos que sí, pero vayamos por partes.
Dentro de los consumidores españoles pueden distinguirse claramente dos grupos: aquellos que necesitan el petróleo para desarrollar sus actividades productivas –empresas y autónomos, fundamentalmente- y aquellos otros que utilizamos los combustibles para actividades no necesarias para nuestro sustento –transporte al trabajo, disfrute privado, ocio,…-. La actual política energética no distingue entre estos dos colectivos, de forma que el precio de las gasolinas es el mismo para todos los consumidores, independientemente de su destino final si descontamos el gasóleo agrícola y pesquero.
Pero como acabamos de señalar, la misión del combustible en uno u otro caso es muy dispar. Mientras que para los primeros, los que lo emplean para actividades productivas, es una necesidad, para los otros, los que lo empleamos para satisfacer nuestro consumo final, es un producto no necesario, sustituible por otros como los transportes públicos.
Pues bien, si es un producto escaso, si España no puede pagar la factura energética al precio al que ahora se ha situado el barril, si para ese segundo grupo de consumidores que comentamos los combustibles son un producto que no está dedicado a satisfacer necesidades básicas ¿por qué no desincentivar el consumo privado finalista del petróleo? ¿Por qué no modificar el sistema impositivo introduciendo una tarifa en dos tramos como se hace con la electricidad?
Nuestra proposición es sencilla: supongamos que hay 10 consumidores 6 de los cuales son empresas o autónomos y 4 son consumidores finales (como usted o como yo que utilizamos el coche para el ocio) y que el precio del litro de gasoil es de 1€ (¡ojalá!) de lo que 0,50€ son impuestos por lo que la recaudación es de 5€. Introduzcamos un sistema de tarifa por tramos: si no queremos cargar el precio de las empresas y hacemos desaparecer el impuesto para ellas pagarán 0,50€ el litro, mientras que la recaudación total recaerá sobre los 4 consumidores finales que deberán pagar el litro de gasoil a 1,75€ (0,50 del precio más 5€ de recaudación impositiva distribuida entre 4 consumidores finales).
Es evidente que la propuesta necesita múltiples matizaciones y, sobre todo, de la implantación de un sistema de vigilancia que elimine la posibilidad de un mercado negro. Pero como ya hemos dicho está vigente en otros productos energéticos como la electricidad. ¿Por qué no las gasolinas?
Una última cuestión. Se nos ha acusado de que esta propuesta favorece a los ricos. Pero ¿incrementar los impuestos en los yates para que solo los utilicen aquellos que quieren navegar en condiciones suntuosas favorece también a los ricos? Pues piensen que es lo mismo: los combustibles son ya, hoy por hoy, un bien de lujo para los consumidores españoles. Y es hora de que lo asumamos y actuemos en consecuencia.

lunes, 23 de junio de 2008

¿Es la renta básica de emancipación una ayuda real al mercado inmobiliario de alquiler?

“…haz tus cálculos antes de la batalla, porque vencerá quien los haga más completos

Que el mercado inmobiliario está en crisis es un hecho objetivo. Que cualquier economista que se precie de ese título lo veía venir hacía tiempo también. Que el Gobierno, aunque ha dicho que no va a intervenir acabará haciéndolo es un hecho conocido. Pero que su primera intervención no parece haber aliviado el mercado sino más bien haberlo empeorado, no era de prever de alguien que al menos debió cursar una asignatura de economía en la Facultad.
Una ley universal de la Economía afirma que ‘toda oferta genera su propia demanda’. Pero no hemos encontrado en ningún manual la versión opuesta ‘toda demanda genera su propia oferta’. Pero esto es justamente lo que debió pensar el Gobierno cuando en la anterior legislatura decidió implantar la renta básica de emancipación para facilitar el acceso de los jóvenes a la vivienda de alquiler. El resultado: un incremento del 30 por ciento del precio medio de los alquileres (El País 13 de junio de 2008).
Cualquier alumno de primero de Economía, Administración de Empresas e incluso Derecho puede explicarlo: la oferta de vivienda es extremadamente rígida a corto plazo (curva de oferta casi vertical); si se incrementa la demanda, y esto es lo que ha supuesto la entrada en el mercado de la vivienda de alquiler de un colectivo de jóvenes con 210€ en sus bolsillos, la curva de demanda se desplaza sobre la de oferta y el resultado es un incremento del precio sin que la cantidad de pisos alquilados varíe sustancialmente.
No es que nosotros creamos que no se deb intervenir en el mercado de alquiler. Al contrario, hay que actuar y situarlo en las mismas cuotas que tiene en el resto de Europa. Por ejemplo, es probable que sea el momento de fomentar la construcción de vivienda pública de alquiler, que además actuaría como acelerador de la demanda en la más pura línea keynesiana. O, como parece que es la línea de la nueva ministra que sí parece conocer el mercado, incrementar la oferta a través de reformas legales que favorezcan la confianza de los propietarios en que el alquiler de sus viviendas es una retabilización de su inversión y no una destrucción del capital invertido.
Porque como dice Sun Tzu, “…haz tus cálculos antes de la batalla…” y no te lances a ella con un desconocimiento total de las leyes del mercado. Si no, el resultado puede ser justo el contrario del que esperabas.

miércoles, 18 de junio de 2008

Desaceleración o crisis. ¿Son galgos o podencos?

Y así es como de tres maneras el soberano acarrea la adversidad al ejército: …No conocer los asuntos internos de los tres ejércitos y, sin embargo, controlar el gobierno de los tres ejércitos
Si no fuera por las tragedias personales que lleva implícita, la actual discusión para calificar la grave situación que atraviesa nuestra economía podría calificarse de patética. Desaceleración acelerada o crisis, galgos o podencos en la fábula de Samaniego, lo que es evidente es que la economía española se enfrenta a un período en el que el ajuste en el empleo puede llegar a ser muy importante.
Dos hechos económicos para situarnos en la discusión: primero, es irrelevante el término. Desaceleración es un eufemismo para crisis. Lo real es que en España tasas de crecimiento inferiores al 2,5% del PIB generan paro; segundo, técnicamente se produce una recesión cuando por dos trimestres consecutivos la tasa de crecimiento del PIB es igual o inferior al 0%. Esperemos que el Sr. Solbes no tenga nunca que hablar de recesión, porque supondría, en una estimación optimista, alrededor de un millón de nuevos parados.
Ante estos datos dos preguntas: ¿lo está haciendo bien el Gobierno?, ¿es correcta la actitud del PP? La respuesta a ambas preguntas es, a nuestro juicio, negativa.
Empecemos por el PP. Muy señores nuestros, ya está bien de meter el miedo en el cuerpo a la gente. Esa estrategia no les funcionó en el pasado y no va a funcionar. Como decía un amigo nuestro ‘soluciones y no consejos’. Aporten ideas, busquen un consenso real con el Gobierno para dinamizar la economía española. El PP recuerda a aquellos dos personajes de los ‘Teleñecos’ que desde una platea no paraban de criticarlo todo. Dejen de criticar y arrimen de verdad el hombro.
¿Y Solbes? A nosotros nos recuerda otro personaje: Don Tancredo. Intenta por todos los medios que la vaquilla no le embista permaneciendo quieto, sin hacer nada, negando la mayor. Su presencia no solo no aporta confianza a los mercados sino todo lo contrario.
Creemos que ha llegado el momento de que la dirección de la economía española la coja alguien más dinámico y heterodoxo. Alguien que transmita mayor seguridad a los mercados por su actitud y conocimientos, incluso por su imagen. Y el Gobierno no tiene que ir muy lejos para encontrarlo: está en sus propias filas.
Al final, galgos o podencos es lo mismo. Lo importante es evitar la discusión estéril y afrontar la realidad: la situación es grave y hay que poner las medidas necesarias y buscar las personas que puedan llevarlas a cabo. Y todos, gobierno, oposición, sindicatos, empresarios y público en general debemos arrimar el hombro.